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Roma: Monarquía


Mapa ilustrado del Imperio Romano
 

La leyenda dice que el vuelo de las aves decidió el lugar y el momento exactos del nacimiento de Roma. Rómulo, quien junto con su hermano Remo había sido rescatado del Tíber y alimentado por una mítica loba, supo interpretar lo que era un guiño de los dioses. Con la estela de una bandada de pájaros, Júpiter trazó en el cielo el escenario reservado para una nueva ciudad, cuyo destino no podía ser otro que imperial.


La arqueología fue la encargada de rebajar la fantasía del mito a datos más fiables: en realidad, fueron los etruscos quienes pusieron la piedra liminar de la ciudad fundada por Rómulo y, además, la urbanizaron y moldearon sus primeras instituciones políticas. En toda esta tarea, el modelo seguido fue el mismo: el de las ciudades-estado griegas. Igualmente, el sistema monárquico adoptado, en cuyo trono fue Rómulo el primero en sentarse, imitó el de los tiranos de la Hélade, que en su ejercicio del poder conjugaban el autoritarismo con cierto halago populis­ta. Sin embargo, mientras las ciudades-estado griegas nunca lograron consolidar una unidad política que fuese más allá de alianzas puntuales, Roma supo dominar a sus vecinos tejiendo vínculos de dependencia, ya sea por la vía de la diplomacia o, más expeditivamente, de las legiones.

LA MONARQUÍA ROMANA: El comienzo de un gran Imperio

 

Las siete colinas de Roma
 Las siete colinas de Roma. El lugar fundacional de la ciudad de Roma se sitúa en lo alto del monte Palatino, junto al río Tíber. A partir de ahí, la ciudad se extendió por otras seis colinas llamadas Aventino, Capitolino, Quirinal, Viminal, Esquilino y Celio.
 

En sus comienzos como ciudad-estado del Latio, Roma fue una monarquía de carácter vitalicio. Excepto Rómulo, funda­dor de la ciudad, los restantes reyes fue­ron elegidos por los habitantes de la ciudad y ninguno recurrió a la fuerza mi­litar para acceder al poder. Los historiadores creen que, al igual que en las ciu­dades-estado griegas, el poder supremo de Roma residía en las manos del pue­blo y el rey sólo era la cabeza ejecutiva del Senado, aunque otros creen que el rey poseía los poderes de soberanía y el Senado se limitaba a evitar los abusos de poder.

Entre sus principales potestades, el rey poseía el derecho de
"auspicium" (auspicio), que lo convertía en jefe de los presagios y lo facultaba para interpretar los designios de los dioses. De hecho, como ninguna acción podía ocurrir sin la voluntad de los dioses, el "auspicium" dejaba en manos del rey toda decisión. También establecía el ca­lendario anual, dirigía las ceremo­nias y designaba cargos religiosos menores. Además de la autoridad religiosa, el rey ejer­cía el "imperium", que implica­ba la máxima autoridad militar -era comandante en jefe de to­das las legiones romanas- y ju­dicial, ya que decidía sobre los castigos y penas para los enjuiciados. Y como la facultad del "imperium" era de por vida, el rey nunca podía ser llevado a juicio por sus acciones. De hecho, la Roma monárquica tuvo un modelo autoritario.

 


Ilustración de una sesión del Senado romano


Para contrapesar a la institución real, se constituyó el "Senatus" (Consejo de Ancianos). Los primeros senadores fueron designados por cada gens y tenían carácter vitalicio. Como el número de gens era invariable -las sucesivas familias surgían siempre de un tronco común y, por lo tanto, se integraban en algunas de las gens existentes-, en un comienzo el número de senadores se pensó como invariable, aunque sufrió modificaciones posteriormente. Cuando un senador moría, el rey estaba facultado para nombrar un reemplazante temporal, que ejercía el cargo hasta la designación de un sustituto elegido por la gens. La costumbre del nombramiento real acabó concediendo al rey la elección de los senadores.

Como órgano de consulta, el Senado romano tenía como principal tarea aconsejar al rey en los asuntos de Estado. Esta función la desempeñaba a petición del monarca y a través de los “senatus consulto” (consultas senatoriales). Además el rey tenía el cuidado de someter a la votación del Senado algunas de sus decisiones, siendo una manera de aceptar y capitalizar el prestigio que se reconocía socialmente a los senadores. Finalmente, el Senado desempeñaba las funciones de gobierno durante el periodo de interregno, ya fuera por ausencia temporal o muerte del rey. 
En las ciudades sometidas por Roma se establecía un Consejo de Cien Ancianos (“centum-viri”), cada uno de los cuales era el cabeza de diez casas, o sea una “gens”.

LOS SIETE REYES

La tradición, sustentada por
"La Eneida", poema épico de Virgilio, atribuye a Eneas, refugiado de la derrotada de Troya, el origen de la monarquía romana. Este comienzo enlaza con el mito de los hermanos Rómulo y Remo, amamantados por una loba. Rómulo habría sido el primer monarca de Roma. Tras él, seis reyes habrían ocupado el trono: Numa Pompilio, Tulio Hostilio, Anco Marcio, Tarquino el Viejo, Servio Tulio y Tarquino el Soberbio.

 

El modelo urbano de Roma en esta etapa correspondía a las ciudades-estado etruscas y su hegemonía en la península Itálica terminó por imponerse a las demás ciudades. Los últimos tres reyes se hicie­ron con todos los resortes del poder, en detrimento de otras etnias. Destruir to­dos los santuarios y altares sabinos le granjeó a Tarquino el Soberbio, la oposición del pue­blo de Roma, y la violación de la patricia Lucrecia por parte, de su hijo Sexto des­bordó ampliamente la situación. El Sena­do, convocado por Lucio Junio Bruto en 510 a.C., expulsó a Tarquino y, al año si­guiente, abolió la monarquía.

 

 

 Rómulo, fundador y primer rey de Roma. Creó el Senado, compuesto por 100 personas conocidas como “patres”, cuyos descendientes fueron los patricios.
 

 Numa Pompilio, se le atribuye la introducción de costumbres e instituciones religiosas dentro del Estado romano.


 Tulio Hostilio, dio a Roma hegemonía sobre poblaciones circundantes. Conquistó la ciudad grande de Alba Longa con la victoria legendaria de los Horacios sobre los Curiacos.

 Anco Marcio, continuó la ampliación territorial de Roma hacia el mar fundando el puerto de Ostia, lo que abrió el comercio con Sicilia y Cártago. Fue el primero en promover obras públicas.

 Tarquino Prisco o Tarquino el viejo, primer rey etrusco, introdujo costumbres de su etnia. Dio a Roma un gran avance urbanístico, construyó el Circo Máximo y el Templo de Júpiter en el Capitolio.

 Servio Tulio, de origen humilde. Construyó una muralla alrededor de las siete colinas (la muralla Serviana), que señaló los límites urbanos de Roma para los siguientes quinientos años.

 Tarquino el Soberbio, se autoproclamó rey de Roma después de asesinar a Servio Tulio. Gobernó como un déspota con su propia voluntad como única ley.

 

Referencia:
Gimeno, D. (2008). Grandes Civilizaciones de la Historia. Roma Imperial. Editorial Sol 90.

Edad Antigua