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Egipto: Sociedad y vida cotidiana

A medida que los investigado­res avanzan en sus tareas de estudio y descubrimiento, la civilización del Antiguo Egip­to resulta cada vez más fascinante. La re­volución urbana, que en tiempos inmediatamente anteriores al 3000 a.C. comenzó a transformar las grandes alde­as en ciudades, fue la cristalización de di­cha identidad. Paulatinamente, la civili­zación egipcia comenzó a articularse a través de nuevas formas de organización social, económica, política y religiosa, que englobaron a los antiguos nomos, espe­cie de señoríos o feudos que comprendían a una aldea central más otras periféri­cas, dependientes de la anterior.

La espina dorsal de esta civilización era el Nilo, que permitía la comunicación entre el Bajo Egipto, cuyo corazón era el delta, y el Alto Egipto, que, alejado de las rutas comerciales del Mediterráneo, era más pobre y menos desarrollado. Mantener la unidad del imperio fue, precisamente, el conflicto que atravesó toda su historia. El Nilo fue surca­do en un comienzo por embarcaciones de papiro, pero pronto los astilleros si­tuados en sus orillas comenzaron a producir barcos de madera. Como se desprende de los frescos que adornan los templos, algunas embarcaciones, de gran porte y calado, transportaban enormes columnas y obeliscos de granito desde las canteras de Asuán a lugares que dis­taban centenares de kilómetros.

Barcos mercantes más pequeños eran utilizados para el transporte de grano y también, en momentos de contienda, pa­ra trasladar contingentes milita­res, aunque los antiguos egipcios no desarrollaron la idea de una flota de guerra. Existían barcos oficiales destinados a funciona­rios e, incluso, a miembros de la familia real. Como ocurre en la actualidad, la botadura de estas embarcaciones era rodeada de celebra­ciones especiales, con la presencia de al­tos representantes de la administración. Por supuesto, la existencia de distin­tos estamentos sociales implicaba dife­rentes formas de vida, aunque había cier­ta uniformidad en muchos aspectos.

La vivienda

Las casas en el Antiguo Egipto se construían con ladrillos cocidos al sol, hechos con ba­rro del Nilo. Este material era recogido en baldes o cubos de cuero, llevados lue­go al pie de la obra. Allí, los obreros le aña­dían paja y guijarros para reforzarlo y lo volcaban en moldes de madera para dar­les forma. Una vez amalgamados, los des­moldaban y dejaban secar al sol.


Mural que muestra la fabricación de ladrillos para la construcción de viviendas

Cuando se terminaba de construir la casa, los mu­ros eran revestidos de yeso. El interior de la vivienda egipcia resultaba fres­co, ya que las ventanas eran de tamaño reducido para que el sol no entrase de lle­no. Las viviendas tenían forma rectangu­lar y solían cubrir una superficie de entre 100 y 125 metros cuadrados. Las entradas se construían general­mente de piedra. Las puertas sencillas y las de doble hoja eran de madera y po­dían ser atrancadas desde el interior. Se han encontrado llaves de alrededor de 1500 a.C. que, por su aspecto simple, de­bían de corresponder a una cerradura de mecanismo muy elemental.

La casa de un egipcio poseedor de re­lativa fortuna también era de ladrillo de adobe y revocada de blanco, con uno o dos almacenes, destinados a albergar he­rramientas de trabajo, utensilios domésticos y acopios de alimentos. Después de un espacio que oficiaba de vestíbulo, ve­nían los dormitorios y las estancias pri­vadas. Un tejado plano, situado sobre vi­gas y al cual se accedía por una escalera, oficiaba de terraza. Contraventanas de di­verso formato, cubiertas por persianas de junco, protegían el interior de la luz del sol. Los recintos más al interior de la vivienda eran iluminados por claraboyas perfectamente acondicionadas para im­pedir las filtraciones de la lluvia. En un recinto asignado a la cocina y la comida, ca­da familia amasaba su propio pan y fabri­caba su propia cerveza.

 
Vivienda en la ciudad y vivienda en el campo

En una inscripción de una tumba egip­cia datada hacia el 1400 a.C. se lee: "Que camine cada día a orillas del agua, que mi alma descanse en las ramas de los árboles que planté, que me refresque bajo la sombra del sicomoro". En efecto, el cul­tivo de plantas y árboles era muy común en el Antiguo Egipto, ya sea en jardines privados o en espacios públicos. En numerosas tumbas abundan representacio­nes de estos jardines, con estanques rec­tangulares, a menudo llenos de peces, y viñas plantadas en línea recta. Los árbo­les y los arbustos eran muy codiciados por su sombra, sobre todo en épocas de calor, y por sus frutos, en especial palmeras datileras, granados y nogales y, en menor medida, sauces, acacias y otras especies ornamentales. En algunos frescos se observan distintos tipos de flores, como mar­garitas, mandrágoras y rosales.

La vestimenta

Por razones climáticas, a lo largo de la historia del Antiguo Egipto se mantuvo el mismo tipo de vestimentas, confeccionadas con lino por ser especialmente ligeras y fres­cas. Los egipcios libres vestían una falda que les llegaba hasta las rodillas. Los es­clavos, en cambio, usaban un taparrabos o iban desnudos. En el Imperio Medio se generalizó el uso de una falda más larga que cubría a la otra, más corta, a menudo con grandes pliegues a partir de la cadera. El torso era cubierto con una especie de tú­nica con aperturas en los costados, para sacar los brazos -aunque existían algunas túnicas con mangas-, y en la parte supe­rior, para pasar la cabeza. Las mujeres portaban un vestido ajustado que las cubría desde el pecho hasta los tobillos.

Parte fundamental de la vestimenta, tan­to femenina como masculina, era la pelu­ca, ya que hombres y mujeres se rapaban la cabeza. La peluca era fabricada con ca­bello natural y fibra vegetal. Probablemen­te por razones higiénicas -la proliferación de insectos solía revestir el carácter de plaga-, el rapado y la depilación en todo el cuerpo, que se realizaban con navajas y pinzas, eran practicados sistemáticamen­te.

Ocio y Placer

En numerosas pinturas de templos y tumbas se advierte que los antiguos egip­cios eran aficionados a una serie de pasa­tiempos. Los señores de los nomos y los cortesanos en general eran muy aficionados a la caza y, rodeados de un numeroso séquito de criados y esclavos, hacían expe­diciones a regiones pantanosas o desérticas para practicarla a su gusto. También eran aficionados a la pesca, desde la ori­lla o en embarcaciones. La pesca y la caza eran una actividad muy común, pero como todo era propiedad del faraón, toda presa obtenida pertenecía a él. Cada tanto el faraón renovaba la cesión de estos productos a quienes los habían obtenido. Esta “generosidad” no incluía a los campesinos y esclavos.


En un mural de 1400 a.C., Netanum, miembro de la familia real, a bordo de una barca dedicándose a la caza.

Los habitantes del país del Nilo, aunque trabajaban duramente, también aprovechaban su tiempo libre para divertirse. Los niños tenían diferentes tipos de juguetes y los mayores, numerosos juegos y entretenimientos. En ambos casos, no eran muy distintos de los de la actualidad.

LA MÚSICA: Entre los instrumentos de cuerda más habituales figuraba el arpa con caja armónica baja, que solía ser acompañada por una guitarra de tres cuerdas, con un mástil cuya extensión era el doble de largo que el cuerpo. También era muy popular el sistro, un instrumento de percusión con un marco de madera en forma de U, con un mango como asidero. Era usado como elemento rítmico en los desfiles militares.

LOS BANQUETES: Eran muy habituales entre los miembros de la realeza, y en todos, intervenían músicos y bailarinas.

EL JUEGO DEL SENET: Era el juego de mesa más difundido en el Antiguo Egipto, tanto entre los nobles como entre los sectores populares. Contaba con un tablero dividido en 30 casillas -tres filas de diez-, sobre el que se situaban doce fichas: cinco con forma de cilindro y siete con forma de cono. Las fichas avanzaban una cantidad de casillas según el resultado de una tirada de palillos redondeados por un extremo y planos por el otro.

 Nefertari, esposa de Ramses II, jugando al Senet.

EL DEPORTE: Numerosas pinturas murales muestran que la lucha era uno de los espectáculos preferidos. Ciertas estelas funerarias hablan de esta actividad, que se unía a ciertas festividades religiosas y estaba perfectamente reglamentada.

La familia

El núcleo familiar representaba la unidad básica de la sociedad. Aunque estaba constituido por el padre, la madre y los hijos, también solía comprender a hermanas viudas o solteras. Entre los 14 y los 40 años una mujer podía dar a luz unos ocho hijos, de los cuales, dado el alto índice de mortalidad infantil, solían sobrevivir unos cuatro. Aunque regía el patriarcado y la herencia recaía en el varón primogénito, la mujer gozaba de muchos derechos. Herodoto, al hablar del país del Nilo, escribe: "Allí son las mujeres las que venden, compran y negocian públicamente, y los hombres hilan, cosen y tejen". 
Era común que en los hogares egipcios se colocasen estatuillas destinadas a exorcizar a los malos espíritus y otras fuerzas malignas que acechaban a la familia. Algunos de estos amuletos eran específicos para la protección de la mujer durante el embarazo y el parto.


El enano Seneb, su esposa y sus dos hijos, en una particular estatuilla datada del año 2.475 a.C.

El papel de la mujer

Pese a que la sociedad del Antiguo Egipto era rígidamente patriarcal, tanto en su estructura social como en su proyección religiosa, la impronta de la mujer es innegable. En las tumbas, las escenas religiosas y los ritos funerarios están animados por numerosas figuras femeninas. Y así como hubo otras que ocuparon diversos cargos, sin excluir el de faraón, muchísimas damas aparecen en escenas de trabajo, en especial agrícola. También hubo quienes formaron parte de la casta sacerdotal, asociadas a la celebración de cultos vinculados con la fecundidad.

 Mural egipcio

La religión del Antiguo Egipto establecía la monogamia, pero la poligamia era un derecho natural en la realeza, aunque la primera esposa fuese distinguida con el título de "Gran Esposa Real". El faraón podía desposarse con cuantas mujeres quisiese, incluso casarse con sus hijas y hermanas, y además tener concubinas. Pero este privilegio quedaba excluido terminantemente para los súbditos.

La medicina

La medicina egipcia fue una de las más avanzadas de su tiempo. Lo que se conoce de ella es a través de los papiros y algunos murales funerarios. Se sabe que el Estado financiaba a los médicos y que éstos, considerados funcionarios, no cobraban por la atención a los pacientes. Eran llamados "Sum-Un", que significa "hombres de los que sufren", definición que incluía a los animales. Se formaban en diversas escuelas, llamadas "casas de la vida", entre las que sobresalían las de Sais y Heliópolis.

IMHOTEP, DIOS DE LA MEDICINA: Era el dios que regía todo lo concerniente a la medicina. Su nombre se asocia con un médico que vivió hacia el 2700 a.C. En su homenaje, los médicos debían bañarse varias veces al día y estar atentos a su higiene personal. Las "casas de la vida" en las que estudiaban estaban adscriptas a templos y el conocimiento se transmitía en forma secreta.

 Estatuilla de bronce de Imhotep. Museo de Louvre, París.

ENFERMEDADES: El tratamiento de las lesiones óseas, tanto fracturas como luxaciones, estaba muy desarrollado. Los egipcios conocían variadas técnicas de tracción para reducir la lesión y, de inmovilización mediante tablillas y vendajes, que resultaban muy efectivas en las fracturas de los brazos y las piernas. Sorprende el conocimiento que tenían de las venas y arterias y las diversas técnicas para suturar heridas y frenar hemorragias. La tuberculosis es una de las enfermedades infecciosas descripta por los egipcios. También abundan las referencias a diversas parasitosis, como la bilharziasis o esquistosomiasis intestinal.

Los médicos egipcios solían clasificar las enfermedades en tres categorías diferentes: las atribuidas a la acción de espíritus malignos; las que responden a causas manifiestas, como los traumatismos y las heridas de guerra o accidentes; y las de causas desconocidas, que eran atribuidas a la voluntad de los dioses. A su vez, los médicos se subdividían en conjuradores mágicos de enfermedades; los que practicaban la curación a través de remedios y los cirujanos considerados sacerdotes.

La producción agraria

Las cosechas principales eran de cereales para hacer pan, y de cebada para producir cerveza. El trigo solo fue introducido en Egipto durante el período grecorromano. Se daban también legumbres, como lentejas y garbanzos; hortalizas, como distintas variedades de lechuga, ajos y cebollas; frutas, en especial dátiles, y forrajes para los animales. Éstos eran cuidados tanto por sus pieles como por sus carnes. También cultivaban plantas de sésamo, de las cuales se obtenía aceite. El principal edulcolorante que utilizaban los antiguos egipcios era la miel. La carne más preciada era la de vacuno, aunque también se consumían las de oveja, cerdo, cabra y antílope. Las aves eran un manjar para los ricos, siendo muy apreciadas las palomas, seguidas por patos y gansos. La crianza de gallinas se difundió en la etapa grecorromana.

En el delta occidental se cultivaba la vid y, en los oasis, se producía vino. La bebida alcohólica normal era una cerveza áspera, que se producía en las casas. También era importante el cultivo del lino y la extracción de papiro, que se utilizaba para vestidos, velas y cuerdas. La palma datilera se utilizaba para la fabricación de fibras.


Los artistas egipcios también representaron en sus pinturas murales, prácticas cotidianas como la recolección de una cosecha.

La práctica del trueque

En una sociedad en la que la mayor parte de la población vivía de la agricultura, el mercado era limitado. Las necesidades de la población también eran pocas: a lo sumo, grano para hornear pan y fermentar cerveza, pescado seco, verduras, algo de lino para hacer tejidos y ladrillos de barro para las casas. Algunas veces, se producía un excedente que podía ser intercambiado por pequeños lujos de origen artesanal.

El comercio se basaba en el trueque, un método eficiente, ya que las necesidades básicas de la población eran bastante uniformes. Incluso después de que se introdujese la moneda acuñada, en la segunda mitad del primer milenio a.C., el trueque continuó siendo la forma más utilizada entre la gente del campo durante siglos. El grano y el aceite servían a menudo como moneda de cambio. El uso de los productos alimenticios almacenables como valor de cambio tenía sus ventajas y sus desventajas. Si todo lo que uno ganaba era gastado en comida, y no había casi elección para la comida que uno podía escoger, entonces comer lo que uno producía era un sistema mucho más fácil que recibir un sueldo "en especies" y tener que adquirir la comida después.

Durante las hambrunas, que eran bastante frecuentes, el egipcio no se moría de hambre si tenía algunos "ahorros" como, por ejemplo excedentes de grano. Pero poder conservar grano almacenado significaba contar con una infraestructura de almacenamiento que por lo general, escapaba a las posibilidades de la mayoría de los egipcios.

Egipto mantenía lazos comer­ciales con otros reinos, pero importaba más de lo que expor­taba. Este comercio era contro­lado por los miembros de la familia del faraón, de la nobleza o de la casta sacerdotal. El poco desarrollo naval del país del Nilo hizo que finalmente, los comerciantes extranjeros terminasen por asentarse en Egipto y con­trolasen el tráfico. Su superiori­dad consistía en tener barcos con una mayor capacidad de transporte, que llegaba a las 100 toneladas por viaje.

 
La Libra Egipcia, moneda actual de Egipto, lleva impronta su histórico legado cultural.

Referencias:
GIMENO, D. (2008). Grandes Civilizaciones de la Historia. Antiguo EgiptoEditorial Sol 90.
RODRÍGUEZ, H. (1989). Historia Universal. Casa Editorial El Tiempo.
 
 
 

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