Celtas: Legado cultural
La romanización de los celtas y su derrota en el primer siglo de la era cristiana en las Islas Británicas no impidieron, la expansión de un legado cultural asombroso, donde no faltan magos y hechiceros, temibles guerreros, grandes héroes y un nutrido elenco de sujetos maravillosos, como gigantes, hadas y gnomos.
Los celtas confeccionaron objetos para la decoración personal, como collares, brazaletes, hebillas, amuletos y pendientes. La ornamentación de objetos de metal se extendió también a las armas, en especial en las empuñaduras de las espadas, cuchillos, y escudos. Como la cosmovisión celta implicaba la aceptación de mundos más allá de la vida terrenal, confeccionaron armas para rituales religiosos, en honor a alguna de sus divinidades, o para ser enterradas junto al guerrero caído en batalla.
Era común la empuñadura de oro con incrustaciones de piedras y marfil. En cascos y escudos se destacan figuras geométricas, con círculos y líneas curvadas. La maestría de los artesanos y orfebres celtas quedó demostrada sobre los más diversos elementos que fabricaron, como vasos, jarros, monedas y alfileres. Se destaca el caldero, un recipiente en el que solían hervir la comida y en el que los druidas preparaban sus brebajes y pócimas.
Caldero de Gundestrup. Hallado en 1891 en Dinamarca, datado en el siglo II o I a.C., está confeccionado con trece planchas de plata y decorado con imágenes de guerreros marchando a una batalla, guiados por una serpiente con cuernos.
El caldero tiene un importante papel en la tradición mágica de los celtas como símbolo de la abundancia e, inclusive, de regeneración tras la muerte. De hecho, se han hallado calderos en las salas mortuorias, a manera de ofrenda al fallecido, cuya alma encontraría en el caldero los alimentos necesarios en su otra vida.
Monumentos megalíticos
Además de la metalurgia en oro, plata, hierro y bronce, trabajaron la piedra y la madera, las que tallaron y pulieron para transformarlas en las figuras de dioses. Particularmente importantes los monumentos graníticos, como dólmenes, menhires y los crómlech. Se destacan por ser enterrados verticalmente, y en los que realizaron inscripciones. Se admite que no siempre estas piedras fueron plantadas por los propios celtas, sino por sociedades más primitivas, pero las integraron a su mundo y en ellas grabaron cruces y registros en lengua ogham, antigua escritura celta, y caracteres rúnicos.
Según los antiguos celtas, estos monumentos tenían poderes mágicos y cumplían diferentes funciones. A sus pies se realizaban juramentos y promesas en ceremonias de diversos tipos.
Los celtas consideraron que semejantes bloques, cuyo peso y tamaño hacían pensar en una gran fuerza e inteligencia para su transporte y clavado en la tierra, debieron haber sido el producto de una sociedad tan poderosa como sabia, lo que alimentó aún más su devoción para con ellas, constituyendo un objeto de culto y veneración incluso otorgaron a algunas de estas piedras la categoría de morada final de los espíritus sagrados.
Menhires
Cuando los celtas se establecieron en los vastos territorios de Europa central y Gran Bretaña, se encontraron con estos monumentos de piedra que no tardaron en adoptar como propios, tal es el caso de los menhires, grandes rocas verticales y por lo general con una cima redondeada o en punta.
Menhires de Callanish. Isla de Lewis. Las Hébridas. Escocia.
Se designa menhir a un megalito prehistórico muy poco trabajado. Algunos presentan grabados, otros están esculpidos, a menudo antropomórficamente. Su tamaño varía, desde pequeñas rocas que sólo se distinguen de otras piedras por formar parte de alineamientos o crómlech, hasta algunos monolitos bretones con una altura de más de 10 metros.
Dólmenes
Entre los monumentos más característicos asociados con los celtas se destacan los dólmenes, cuyo significado en lengua original es "mesa de piedra". Se trata de un megalito formado por una roca plana dispuesta de manera horizontal sobre otras dos o más, que le sirven de sostén. Los celtas no los construyeron, aunque los admiraron y adoptaron para realizar sus propias ceremonias y ritos religiosos.
El dolmen de Poulnabrone es un antiguo enterramiento que se encuentra en el Burren, en el condado de Clare Irlanda, del periodo neolítico, probablemente entre el 4200 a. C. y el 2900 a. C.
Crómlech
Es un monumento megalítico formado por dólmenes introducidos en el suelo que forman círculos o elipses, cercando un terreno. Están difundidos por Gran Bretaña y por la Bretaña francesa, así como en la península ibérica, Dinamarca y Suecia.
Crómlech Stonehenge, en Inglaterra. Monumento megalítico tipo crómlech, de finales del neolítico (siglo XX a. C.), situado cerca de Amesbury, en el condado de Wiltshire, Inglaterra.
Toros de Guisando
Conjunto escultórico de origen celtibérico, toman su nombre del cerro homónimo en el que se encuentran. Realizadas enteramente en granito, las esculturas representan a una serie de cuadrúpedos a los que se asocia con toros o con cerdos sementales. Se cree que fueron realizados en el siglo II a.C. por una tribu eminentemente ganadera, a manera de ofrenda divina para proteger al ganado y a los campos de sus pasturas.
Toros de Guisando: Los Toros de Guisando son un conjunto escultórico vetón que se ubica en el cerro de Guisando, en el término municipal de El Tiemblo, en la provincia de Ávila España.
La Piedra de Turoe
Ubicada en el condado de Galway, Irlanda, tiene en su parte superior numerosas tallas con complejos dibujos abstractos que, se admite, representan figuras antro, fito y zoomorfas. Los celtas les dieron a estas piedras atribuciones mágicas y posiblemente constituyeron sitios de reuniones y ceremonias rituales. Los dibujos de la piedra Turoe son relieves e incisos, con predominio de líneas curvadas.
La piedra de Turoe es una mole de granito de algo más de un metro de alto situada en las cercanías de Bullaun en el condado de Galway en Irlanda.
Un símbolo muy especial
Entre las obras de arte realizadas por los celtas propiamente dichos, se destaca el Caballo Blanco de Uffington, inciso sobre la cuesta de una colina.
Caballo Blanco de Uffington
Ubicado en las inmediaciones de Uffington (Oxfordshire, Inglaterra), su construcción data de por lo menos 3.000 años. Representa una de las figuras más caras de la mitología celta, el caballo, venerado por los celtas por su belleza, velocidad y bravura, además del vigor sexual. Semejantes atributos convirtieron al caballo en el símbolo predilecto de los guerreros celtas. También representaba a la diosa Epona y por ello se lo asocia con la fertilidad, la salud y la muerte.
Las grandes fortificaciones
Los celtas establecieron ciudadelas fuertemente fortificadas como puntos de referencia de su dominio regional. Estas fortificaciones conocidas como “oppidas” solían estar rodeadas de una doble protección: por un lado, la que proveía la propia naturaleza, como algún curso de agua o la ladera de una montaña que cubría algún importante sector de la ciudadela; por otro lado, los celtas construyeron paredes de tierra y fosos alrededor de las “oppidas” manteniendo un suerte de cerco ante cualquier ataque.
En su interior se agrupaban varios edificios, los que estaban designados para alguna actividad específica vivienda, taller, almacenamiento de granos, etc. Estas fortificaciones fueron conocidas en la Península Ibérica como "castros" y abundan en Galicia.
Castro de baroña: El Castro de Baroña está situado en la parroquia de Baroña municipio de Puerto del Son, en la provincia de La Coruña España. El asentamiento está construido en una península, su ocupación data de los siglos I a. C. a I d. C.
Algunas reconstrucciones permiten admitir que las construcciones hogareñas celtas eran sencillas, pequeñas y cercanas entre sí, con formatos circulares u ovales. También contaron con sistemas de desagües y jardines en diferentes niveles.
Orfebrería celta
Aunque los celtas fueron sumamente permeables a las influencias de las múltiples culturas con las que tuvieron contacto, se destacaron por una sólida tendencia artística, en la que sobresalen la joyería en bronce, plata y oro y una orfebrería con indisimulada identidad local. Líneas curvadas y sinuosas, figuras geométricas abstractas y motivos naturales constituyen la base de una decoración que trascendió hacia el arte bajo la hegemonía del cristianismo. Torques, brazaletes, jarrones, espejos y fíbulas son sus manifestaciones más exquisitas.
Jarra de bronce datada hacia mediados del siglo IV a.C., utilizada en banquetes especiales.
Los artesanos y orfebres celtas se distinguieron en la fabricación de vasos y jarras, bellamente decorados en sus bases, picos y mangos. Utilizaron mayormente el bronce, y las piezas de mayor calidad acompañaban a sus propietarios hasta la última morada.
Espejos de metal
Objeto de tocador especialmente utilizado por las mujeres, fueron comunes en la mayor parte de las civilizaciones antiguas. Por lo general se fabricaban con cobre, plata o bronce, y su forma era circular u ovalada. La mayor parte de los espejos que se han conservado fueron hallados en tumbas de mujeres.
Reverso de un espejo de bronce que seguramente perteneció a una rica mujer celta. Se halla grabado con dibujos abstractos de zarcillos enroscados, inspirados en ramas y hojas naturales.
La decoración de los espejos solía cubrir completamente una de sus caras. Consistía en el grabado (repujado o en relieve) de figuras y líneas sinuosas y simétricas. El espejo estaba rematado en un mango, también labrado, que facilitaba su uso.
Objetos de distinción
Aunque algunos autores señalan que el torque era un objeto decorativo de las mujeres celtas, se admite que fueron un elemento de distinción social, siendo sus portadores miembros de la nobleza o las personalidades más prominentes de la sociedad. De hecho las representaciones de los dioses celtas suelen exhibir torques en sus cuellos, a manera de collares. Los torques constituyeron un objeto de joyería muy valioso y exclusivo entre las tribus celtas. Solían ser de bronce, plata u oro, y se les atribuían propiedades mágicas benéficas para el que los llevaba.
Torques y fíbulas de bronce celtas.
La fíbula fue la joya y ornamentación más popular entre los celtas. Utilizada por hombres y mujeres, cumplía una doble función: por un lado, sostenía la vestimenta; por otro lado, hacía las veces de talismán mágico, para protección de quien lo llevaba.
Los artistas celtas también utilizaron para sus realizaciones la cerámica, con la que crearon recipientes de los más diversos tamaños y utilidades, manteniendo la constante de una vistosa decoración. El trabajo en madera tampoco les fue desconocido y brillaron en el arte de la talla y el pulido.
El auge del cristianismo recuperó las formas artísticas celtas y las incorporó a su propia orfebrería. En especial, destacan las líneas curvas y entrelazadas, características en el arte celta, en las cruces y cálices. También en los textos religiosos abundan los dibujos decorativos. Ejemplo de ello es el Libro de Kells, obra clave del cristianismo irlandés que data del año 800.
El Cáliz Ardagh, cáliz irlandés, solían ser de bronce, plata u oro, y algunos tenían piedras de colores incrustadas.
Los bardos
También dieron particular importancia a la tradición oral, la que permitía transmitir de generación en generación las historias que fueron constituyendo la leyenda celta. Los bardos, poetas y cantores, constituyeron el motor y el alma de estas transmisiones orales. Por lo general, el bardo era un poeta contratado para elaborar canciones de alabanza a su señor y detractoras para con los enemigos de éste, además de recitar por orden de los nobles las hazañas que estos mismos se atribuían en episodios guerreros o de caza. Solían acompañarse con una lira y, al igual que los druidas, no conservan sus obras por escrito sino que sólo las daban a conocer oralmente.
La actividad de los bardos y relatores de historias fue recreativa y lúdica para el conjunto social, ya que a veces se entablaban en las aldeas competencias públicas que eran presenciadas y festejadas por toda la comunidad.
Con el tiempo, fueron estos bardos quienes constituyeron muy tardíamente el sostén de los mitos celtas, al igual que los demás componentes del folklore regional. Quizá en la única región en donde la tradición escrita tuvo una importancia decisiva fue en Irlanda, aunque recién a partir del siglo VI. De todos modos, apenas se han conservado unos pocos fragmentos de obras como el "Libro de la vaca parda", datado muy posteriormente, en el siglo XII, y otras obras de los celtas británicos de la misma época o, incluso, más tardías aún.
La saga artúrica
Dentro de las tradiciones celtas ocupa un lugar de privilegio la leyenda del rey Arturo y sus Caballeros de la Tabla Redonda, por otra parte, uno de los legados más perdurables de toda la cultura celta.
Alfombra ilustrada con la leyenda del Rey Arturo.
La leyenda artúrica está abonada con numerosos personajes (Merlín, los Caballeros de la Tabla Redonda, Morgana, etc.), elementos mágicos (la espada Excalibur) y acontecimientos fantásticos (búsqueda del Santo Grial), que en todos los casos dirimen cuestiones esenciales como la justicia y la paz, y de una profunda espiritualidad, siempre jaqueadas por fuerzas oscuras y malignas.
Difundida en todo el planeta e inspiradora de numerosas aventuras de las más diversas culturas, la leyenda del rey Arturo constituye la más preciada de la cultura celta y se centra en las vivencias de un joven que, como líder, de Inglaterra, logrará la unidad política y militar de todos los reinos de la isla. Excalibur, la espada encantada, Merlín, el gran mago, y los Caballeros de la Tabla Redonda, orden fundada por el valeroso monarca, son apenas algunos de los personajes de una gesta que ha perdurado por siglos y que renueva, una y otra vez, los ideales de equidad, heroísmo y pasión que le dieron origen.
"El rey Arturo y los Caballeros de la mesa redonda". Autor: E. Burne-Jones, alfombra mural, 1898-1899.
EI inicio de la leyenda
Hijo del rey Uther Pendragon e Igraine, el pequeño Arturo será entregado a sir Héctor para que lo crie como su propio hijo. Cuando cumple los 16 años Arturo concurre con su padrastro a Londres, donde se reunían los caballeros de todo el país para intentar sacar una espada de un yunque aprisionado en un trozo de mármol. El premio para el que pudiera realizar semejante prodigio sería la corona de Inglaterra y el mandato de unificar a todos los reinos. Ninguno de los caballeros que lo intenta logra tener éxito, salvo Arturo. Entonces todo se precipita: se le confiesa quién es realmente su padre y es proclamado rey. Comienza así un reinado de justicia para todos los habitantes de la isla.
Ilustración del inicio de la leyenda del Rey Arturo.
Tan legendaria como su propietario, la espada Excalibur tenía diferentes poderes y capacidades, como la de otorgarle a su poseedor una invulnerabilidad casi absoluta en las batallas. Buena parte de las leyendas le atribuyen sus poderes a que fue forjada por el propio Merlín. Según la tradición más difundida, Arturo la extrajo del yunque atrapado en el mármol; otras versiones la asocian con la Dama del Lago. De hecho, cuando Arturo se halla moribundo, ordena a uno de sus caballeros que la arroje a un estanque encantado, del que surge una mano que devuelve a Excalibur a las profundidades.
La leyenda cuenta que Arturo se había acostado con una bella joven, ésta no era otra que Morgana, su media hermana. Morgana huyó para tener a su hijo en secreto y lo llamó Mordred. Mordred sería el verdugo de su padre.
En su castillo de Camelot, Arturo se rodea de los caballeros más valientes y honestos: Lancelot (hijo adoptivo de Nimue), Perceval (hijo de Pellinore), Gawain (hijo del rey Lot y Morgause) y otros, junto con quienes funda la Orden de la Mesa Redonda. Bretaña goza, entonces, de doce años de paz.
“Camelot” según lo retrata Alan Lee, 1984.
Arturo se casó con Ginebra, hija del rey de Cameliard, y fueron felices hasta que Lancelot llegó a Camelot y él y la reina se enamoraron en secreto. Los caballeros de Arturo, en busca del Santo Grial, combatían en bosques sombríos y castillos contra duendes, dragones y otras bestias, y regresaban a Camelot a contar sus aventuras en la mesa redonda donde se reunían.
Durante la búsqueda del Santo Grial, todo apunta a que sir Lancelot iba a encontrar el mágico objeto, pero su amor por la reina no lo hizo digno de tal premio. Cuando pasó una noche en el castillo de Corbenic, donde vivía el Rey que custodiaba el Grial, la hija de este rey, Elaine, se enamoró de Lancelot, y mediante la magia, adquirió el aspecto de Ginebra para yacer con él. De ésta unión nacería Galahad, uno de los caballeros destinado a encontrar el Grial.
Galahad, Perceval y Bors encuentran el Santo Grial; pintura de Edward Burns.
Mordred, hijo de Arturo y Morgana, se entera del idilio de Ginebra y Lancelot y lo denuncia ante Arturo, que se ve obligado a condenar a la hoguera a su esposa, según las leyes de la época. Lancelot salva a la reina y huye con ella a Francia, aunque luego se ve obligado a devolvérsela a Arturo.
Arturo sale en persecución de Lancelot y deja el reino a cargo de su hijo Mordred, quien se apodera del trono e intenta seducir a la reina Ginebra. Al regreso de Arturo, él y sus caballeros deben luchar para recuperar el trono, en la Batalla de Camlann. Arturo se enfrenta a su hijo, al que atraviesa con su lanza. Pero Mordred, antes de morir, hiere fatalmente a Arturo, y éste muere también.
La historia cuenta que su hermana Morgana llevó el cuerpo de Arturo en una barca hasta las orillas de Avalon junto con otras reinas-hadas más, que podían haber sido Igraine, Elaine, la Dama del Lago (a la cual le fue devuelta Excalibur), la Reina de Gales del Norte, la Reina de las Tierras Baldías o la Reina de Más Allá del Mar. Posteriormente, cuando Ginebra muere, es sepultada por Lancelot junto a la tumba del Rey Arturo.
"El último sueño de Arturo en Avalón" Pintura de Edward Burne-Jones. Morgana (de blanco) es una de las nueve hadas que velan por el rey.
MERLÍN: Merlín fue un mago galés que se cree que vivió a finales del siglo VI d.C., y una de las figuras centrales del ciclo artúrico. Es sin duda el mago más famoso de la historia, e inspirador de otros tantos magos de la literatura universal. Merlín está presente en las leyendas celtas desde hace muchísimos siglos. Durante los siglos XII y XIII, se le representó con los mismos rasgos que hoy le identifican.
La transformación del personaje de Merlín, profeta bretón que aparecía tradicionalmente en las leyendas celtas, se la debemos a Geoffroy de Monmouth, sabio y obispo galo, y a Robert de Boron, poeta anglonormando, autor de un "Merlín a finales del siglo XII". Ambos hicieron de él el hijo de un demonio y una virgen, le otorgaron poderes sobrenaturales y lo integraron en la leyenda del rey Arturo, fundador de la Tabla Redonda. Según estos autores, Merlín fue el iniciador del rey Arturo.
Maestro de magos en la leyenda, el Merlín histórico parece haber sido el druida de una tribu celta.
Otras leyendas celtas recrean también figuras heroicas, como la de Cuchulain, uno de los personajes más famosos de la epopeya irlandesa, el guerrero, poeta y mago Finn Mac Cumail, y Tristán, un príncipe justiciero eternamente enamorado de Isolda.
Museos
Museo Nacional de Irlanda
Es la institución de su tipo más importante de Irlanda. Cuenta con tres centros en Dublín y Mayo, y se especializa en el arte, la historia y la cultura local, destacándose su colección celta de la Edad de Hierro. En su conjunto, su patrimonio asciende a unas dos millones de piezas, abarcando desde el siglo VIII a.C. hasta la Edad Media.
Museo Nacional de Irlanda
Museo Nacional de Cardif
Ubicado en Gales, es uno de los más importantes en cuanto a variedad de piezas de los antiguos celtas, como así también de la conquista romana y el proceso de cristianización posterior. Fue inaugurado al público en 1927.
Museo Nacional de Cardiff
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