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Egipto: Cosmogonía

Egipto: Cosmogonía

La religión egipcia contaba con un gran número de divinidades, cada una de las cuales garantizaba su protección en un aspecto particular de la vida. Todas juntas gobernaban el mundo y mantenían el orden y la continuidad. Pero en el Imperio Antiguo empezó a cobrar preponderancia el culto al dios Sol.

Según la mitología egipcia, antes del mundo ordenado solo existían las aguas cósmicas primordiales, el Nun, una masa líquida, fría, oscura y en completo desorden. El Nun es silencio, tinieblas y vacío, pero contiene también un magnífico poder donde se encuentra la esencia de la creación, el Demiurgo, capaz de hacer que un ser emerja de esas aguas oscuras. Ese ser es Atum, el dios primigenio que surgió del caos incontrolado para convertirse en la inteligencia que lo domina todo.

Nun, como dios del Océano Primordial, porta la barca del dios sol Ra.

Nun, como dios del Océano Primordial, porta la barca del dios sol Ra.

Pero lejos de desaparecer tras el surgimiento de Atum, el Nun permanece siempre al acecho para intentar restaurar el caos y es, además, el destino final de las almas errantes que no han podido acceder al reino de Osiris, el dios egipcio de la resurrección.

Atum es “el señor de la totalidad”, del que proviene todo lo creado. Ra, el dios del Sol, es la divinidad más importante del panteón egipcio, padre de todos los dioses y artífice de la creación. Ra podía aparecer representado con la forma de cualquier otro dios, pero se distinguía de ellos porque siempre llevaba el disco solar sobre la cabeza.

Ra y Atum

Los dioses Ra y Atum. Estos dioses se confunden en la mitología egipcia como los primeros seres creados así mismos, por ello también se conocen como uno solo: Atum-Ra.

La cosmogonía egipcia tradicional se desarrolló en forma de mosaico, con contribuciones acumulativas por parte de los diversos centros teocráticos que se sucedieron en el tiempo. Estos focos religiosos tomaron el nombre de la ciudad que los hospedaba: Heliópolis, Menfis, Hermópolis, Tebas, etc. Cada uno de ellos, a pesar de compartir el cuerpo de creencias comunes, enfatizaba un momento particular de la Creación, y lo identificaba con una divinidad superior. Así, en Heliópolis se adoraba a Atum, creador del mundo; en Menfis, a Ptah, el primer dios, creador del Demiurgo; en Tebas, a Khnum, el dios de la cabeza de carnero que crea a los hombres.

Khnum

Khnum, dios alfarero que modelaba con lodo del Nilo las personas, también era guardián de las aguas del inframundo (Duat) y custodio de las fuentes del Nilo en Elefantina.

Según el mito de la Enéada, el conjunto de las nueve divinidades principales de la cosmogonía de Heliópolis, Atum-Ra nació de una pequeña colina surgida del Nun. Atum-Ra escupió y dio vida a Shu (el aire) y Tefnut (la humedad), que a su vez generaron a Geb (la tierra) y Nut (el cielo). El relato mitológico narra que Geb y Nut estaban siempre unidos, de modo que impedían germinar a la vida, así que Atum ordenó a su padre, Shu, que los dividiera. Con las manos, Shu empujó a Nut hacia lo alto, formando la cúpula celeste, y con los pies pisó a Geb, manteniéndolo en el suelo. De esta forma, el aire separó al cielo de la tierra. Geb y Nut, a su vez, tuvieron cuatro hijos: los dioses Osiris, Isis, Neftis y Seth, con los que se completa la Enéada.

La creación del mundo según los egipcios

La creación del mundo según los egipcios. Con el cuerpo arqueado a modo de bóveda celeste se encuentra la diosa Nut (el cielo), sobre su marido el dios Geb (la Tierra). El padre de ambos, Shu (el aire atmosférico), los mantiene separados con ayuda de Khnum.

Referencia:
Emse Edapp, S.L. (2016). El Antiguo Egipto y las Primeras Civilizaciones. Bonalletra Alcompás.

Edad Antigua