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Incas: Organización política

Inca
Inca, soberano absoluto del Imperio Incaico. Ilustración.

El gobierno imperial incaico era de tipo monárquico teocrático, siendo la máxi­ma autoridad el emperador, coronado co­mo “apu inca” (divino inca) o “sapa inca” (único inca). Considerado sagrado en virtud de su origen divino, hijo del Sol, el Inca presidía la elite cuzqueña que se ocupa­ba de los asuntos del imperio. Las diver­sas tradiciones orales señalan al Inca como un impecable organizador del Estado y la sociedad, al grado de poder conver­tir las montañas en campos de cultivo y distribuir los productos para la vida comunitaria.

La devoción hacia su persona se manifestaba de diversas maneras, des­de su consideración como un modelo de virtudes hasta limpiando los caminos por los que se trasladaba sobre un asiento por­tado en andas por sirvientes. El Inca no podía ser soltero y su esposa era tam­bién considerada un ser sagrado, a la que se veneraba como hija del Sol y de la Luna. El sucesor no era necesa­riamente el primo­génito, sino cual­quiera de los descendientes que hubieran probado virtudes de conduc­ción y organización, una muestra más de la elevada racionalidad política de la cultura incaica.

Secundaba al Inca un consejo imperial, integrado por los panacas, parientes directos del Inca reinante, los gobernado­res de los suyus “Suyuyuc-Apu”; el príncipe heredero “Auqui”; el sumo sacerdote; un amauta (sabio, maestro), y el general del ejército imperial. Junto a la nobleza de sangre, también asistía al Inca un elen­co de nobles de privilegio, en general individuos premiados por el Inca que en conjunto conformaban una nobleza de menor categoría e influencia. Miembros de la organización cuzqueña, destacaron los camáyoc, quienes constituían el nutrido grupo de funcionarios y burócratas. Sus actividades giraban en tor­no del control de la información demo­gráfica y del pago de los tributos, como así también de la administración de los excedentes agrícolas depositados en los almacenes estatales.

Organización político-administrativa del Imperio incaico
Organización político-administrativa del Imperio incaico.

En la base de la sociedad se hallaba el pueblo, estratificado en campesinos, colonizadores de las regiones incorporadas al imperio, artesanos y los servidores del In­ca, un sector que por sus ocupaciones y retribuciones lindaba con la esclavitud.

El Inca

Soberano absoluto, hijo del Sol y mediador entre las divinidades y el pueblo, según la tradición instaurada por Manco Cápac, el Inca o Sapa Inca era la autoridad suprema del imperio. Siempre asesorado por un consejo real y una elite gobernante, su voluntad era vista como la ley suprema. Aunque lo rodeaba un importante séquito de sirvientes y consejeros reales, sólo sus esposas y hermanas eran dignas de prestarle servicio. El Inca era el único que se beneficiaba con la práctica de la poligamia, siendo valorada la primera esposa, mientras que las restantes tenían carácter de concubinas. Incluso era costumbre que se casara con una de sus hermanas, de manera que su sangre no se mezclara con otra que no tuviera su privilegiado origen divino.

Líder de una sociedad centralizada y altamente jerarquizada, el Inca era secundado por un cortejo imperial que constituía la nobleza. La familia directa del Inca era la llamada “nobleza de sangre” que, junto a una “nobleza de privilegio” formada por los elegidos del emperador fuera de su parentela, se encargaba de todas las tareas de la dirección y administración imperial. La guerra, el culto y la producción agrícola y artesanal eran sus principales tareas.

Tupac Inca Yupanqui navegando en el Océano Pacífico
Emperador Tupac Inca Yupanqui navegando en el Océano Pacífico. Obra de Amilcar Salomón Zorrilla.

Entre los privilegios del Inca se contaba el ser secundado por un elevado número de sirvientes que sostenían su manto y llevaban algunos de sus variados atributos reales. También limpiaban los caminos que debía transitar y a menudo lo transportaban en un asiento que sostenían con fuerza y pericia. Figura divinizada para los súbditos, frente a él sólo se podía mostrar una actitud reverencial y de absoluta sumisión.

El Inca era el soberano del Tahuantinsuyo que reunía en su persona tanto el poder político como religioso. Su poder era absoluto, sus disposiciones se realizaban con la mayor prisa sin que nadie las discutiese, pese a esto gobernó para beneficio popular, sin llegar al despotismo que fue la característica de las grandes monarquías absolutistas de la antigüedad. Residió en el Cuzco donde cada Inca construyó un magnífico palacio; el Cuzco se convirtió, así, en la Ciudad Capital de este Imperio poderoso y, desde allí, se ejerció la labor gubernamental que a lo largo del extenso territorio debieron cumplir los funcionarios al servicio del estado.

El Consejo Imperial

Consejo Imperial

Era la entidad asesora del Inca formada por los jefes de cada uno de los Suyos, los cuatro Suyuyuc-Apu, el príncipe heredero (Auqui), el sumo sacerdote (Willaq Uma), un amauta (Hamawt'a) y el general del ejército imperial (Apuskipay). Se congregaban bajo la dirección del Inca a quien daban cuenta de su labor desarrollada en sus respectivas regiones. Asesoraban y aconsejaban al monarca sobre cuestiones de mayor trascendencia para agilizar y perfeccionar el proceso administrativo-político del Imperio.

El Auqui

Era el príncipe heredero que, por lo general era el hijo mayor, aunque se dieron casos que este auqui era nombrado entre los hermanos menores habidos en la Coya y, aún entre los bastardos habidos en otras concubinas del Inca, para lo cual se tenía que legitimarlos. Esta legitimación consistía en que la Coya reconocía al hijo bastardo como suyo sentándolo en sus rodillas y acariciándole el pelo. Lo que se buscaba, fundamentalmente, eran las condiciones que, como príncipe heredero, debería reunir el futuro gobernante del Estado Imperial Inca. Muchas veces el auqui participó en las funciones de la administración pública tomando decisiones propias, es decir, pusieron en práctica el sistema del correinado que los capacitó para cuando asumieran el poder.

auqui
Una vez designado el auqui, entonces, podía usar una Mascapaicha de color amarillo, era asistido, aconsejado y educado para las labores del gobierno y tomaba asiento junto al lado de su padre el Inca.

El Apunchic

Así se denominaba a los gobernadores de las provincias, delegados éstos, de mantener el orden en el interior del territorio, por eso era nombrado de entre los guerreros más valerosos y distinguidos, ya que tenía tanto atribuciones políticas como militares. Habitaba, generalmente, en una fortaleza y viajaba al Cuzco para las festividades del Inti Raymi y rendían cuenta de su labor sólo al Inca y al Consejo Imperial.

Los Tucuy-ricuj

Estos funcionarios estatales viajaban de incógnitos por las diferentes regiones del Imperio, prestando atención a la forma como se aplicaban las leyes. Tucuy-Ricuj significa “el que todo lo ve”. En el momento preciso se identificaban ante los habitantes por medio de unos hilos de la Mascapaicha del Inca, luego de lo cual empezaban su labor de administración de justicia, observancia de las autoridades locales en relación al cumplimiento de sus funciones, etc. Tenían amplios poderes para imponer tributos y aplicar sanciones. Su persona era respetada por cuanto representaba al mismo Inca. Tenían relación directa sólo con el Inca y únicamente de él recibían las órdenes y sólo a él le daban cuenta de lo observado.

El Curaca

Las autoridades locales eran los curacas, y su presencia en la sociedad inca es anterior al establecimiento de la centralizada dirección cuzqueña. Debido a su eficacia como dirigentes, el poder de los curacas se instituciona­lizó durante el incariato y se mantuvo inalterado aun en el período de expan­sión imperial, siendo siempre elegidos por los pobladores de cada ayllu. La importancia de estos jefes locales era muy grande, por otra parte, por la falta de dirigentes aptos en una etapa de franca expansión. Su incorporación a la elite gobernante, resultó necesaria. De hecho, como prueba de reconocimiento, el Inca al iniciar su reinado contraía matrimonio con la hija o her­mana de cada uno de ellos, asegurán­dose una coordinación y entendimiento entre la cabeza del imperio y cada una de sus partes.

Curaca de Taulichusco
Curaca de Taulichusco. María Rostworowsky. Señorios Indígenas de Lima y Canta.

Personas sagradas para los integrantes del ayllu, los curacas compartían algu­nos privilegios del Inca reinante, como ser trasladados en andas por sus servi­dores. También se beneficiaron con la excepción del pago de tributos, una suerte de premio por los servicios prestados que sólo compartían con el conjunto de la nobleza.

Los curacas eran los antiguos jefes de tribus sometidas a quienes se les conservaba su poder por haberse sometido al vasallaje y sumisión al Inca. Desempeñaban las funciones de Jefes de ayllu, encargados de recoger los tributos y entregárselos al tucuy-ricuj para su conducción al Cuzco. Era el personaje que estaba en contacto directo con la comunidad y, en consecuencia, era de su obligación velar por el orden, el trabajo, la producción, el personal para el servicio militar, la construcción de obras públicas, etc. A cambio de ello, habitaba en un pequeño palacete, disponía de una mayor parcela para su cultivo el que era efectuado por los vasallos, podía visitar al Inca y ser recompensado permitiéndoseles tener como esposa a una Aclla. Los malos curacas eran destituidos de sus puestos y enviados a sitios desolados en las punas a prestar servicios como pastores.

El Ayllu

De origen quechua, el término ayllu re­fiere al sentido de comunidad y paren­tesco. Se lo define como un conjunto de individuos unidos por lazos de consan­guinidad y por la creencia de descender de un mismo antepasado mítico que po­día ser una persona, un animal o un ob­jeto de la naturaleza, al que se le rendía culto en forma de huaca. El ayllu era un amplio territorio que se di­vidía en parcelas para ser trabajadas por cada uno de los hombres casados, según las necesidades de su familia, correspondiéndoles las de mayor exten­sión a las más numerosas. Cada año se redistribuían los lotes, de manera que cada jefe de familia tuviera las mismas posibilidades.

Ayllu
Los miembros del ayllu además de trabajar su tierra, tenían la obligación de trabajar la tierra del estado, para que el estado pudiera alimentar a los gobernantes, a la nobleza, a los militares, a los ancianos y a los enfermos.

El estado (representado totalmente en el Inca) almacenaba comestibles para brindar en caso que un ayllu entrara en época de escases alimenticia. Los integrantes de cada ayllu debían también, trabajar la tierra que se apartaba para los “dioses”, del cual sólo sacaban beneficios los líderes religiosos. A cada ayllu le correspondía facilitar hombres para la realización de obras públicas como caminos, puentes y edificios. A esta forma de organización de trabajo se le llamó la mita, entidad económica absorbida por los españoles durante la colonia.

Los parentescos que defendían la unidad del ayllu eran:
a) Religioso: representado por el culto al antepasado común o huaca.
b) Sanguíneo: todos los miembros del ayllu pertenecían a una misma familia.
c) Económico: el trabajo comunitario y la retribución de la “pacha mama” con sus frutos que les satisfacían sus necesidades más básicas.

Ayllu

Esta forma de organización territorial y tributaria del Estado Incaico permitió el abastecimiento y satisfacción de la población en su dieta alimenticia. No se tiene noticia que en esta civilización andina acaeció una escasez de alimentos. Por lo tanto, se puede mencionar que la inca, ha sido sin duda una de las organizaciones administrativas mejor estructuradas de las civilizaciones precolombinas.

Referencias:
GIMENO, D. (2008). Grandes Civilizaciones de la Historia. Incas y culturas andinas. Editorial Sol 90.
MONTENEGRO GONZÁLES, A. (1994). Civilización 6. Editorial Norma S.A.

Edad Antigua