Fray Pedro Aguado
Religioso franciscano nacido en Valdemoro (España), cerca de Madrid. La fecha de su nacimiento continúa en discusión: según partida de bautizo presentada por el historiador Caracciolo Parra León en 1936, fray Pedro era hijo de Juan Aguado Nabero y su esposa Francisca, y fue bautizado en Valdemoro el 16 de febrero de 1538; por otra parte, el historiador Juan Friede presentó en 1955 una partida de «Pedro, hijo de Alonso Sánchez Aguado», bautizado también en Valdemoro el 26 de enero de 1513. De la misma manera, se desconocen el lugar y fecha exactos de su muerte, calculada por algunos alrededor de 1609.
Fray Pedro Aguado
Es el autor de la célebre Recopilación historial resolutoria de Santa Marta y Nuevo Reino de Granada, sobre la conquista y colonización de Tierra Firme del Nuevo Reino de Granada y Venezuela. Esta importante obra, escrita hacia 1568, y en todo caso antes de 1575, sufrió los rigores de la censura oficial, y sobre todo debió esperar más de tres siglos para su publicación, lo cual despertó un gran interés sobre el autor, que pasó a ser considerado como uno de los primeros y más importantes cronistas de Indias, tanto por la cercanía a los hechos que narra, como por la credibilidad que les confiere, y por ser pionero en la transmisión de noticias hasta entonces desconocidas sobre el mundo colombo-venezolano en la dramática etapa de sus orígenes hispanos. Fray Pedro pertenecía a la provincia de Castilla, una de las circunscripciones geográficas en que estaba dividida la Orden Franciscana en España. Cuando se embarcó para venir al Nuevo Reino de Granada, a finales de 1561, ya era sacerdote. Nada se sabe de su vida y actividades en su patria antes de esa fecha, aunque según testimonio de fray Pedro Simón, era teólogo, matemático e historiador. La primera vez que se registra su nombre, está relacionado en la expedición que se alistaba el 4 de febrero de 1561 ante la Casa de Contratación de Sevilla. Pedro hacía parte del grupo de cincuenta religiosos que conducía el comisario fray Luis Zapata de Cárdenas (futuro arzobispo de Santafé de Bogotá), al Perú, de los cuales seis se quedaron en Cartagena para de allí subir el Magdalena hacia el Nuevo Reino. En junio de 1562, Fray Pedro ya se encontraba en la capital.
Desde su llegada al Nuevo Reino entro a participar activamente en el gobierno de la organización franciscana, conocida entonces como la Custodia de San Juan Bautista, en calidad de definidor; y en los años sucesivos se desempeñó como cura doctrinero en los pueblos de Cogua, Nemeza, Peza, Zipaquirá, Pacho, Chocontá y Bosa, revelándose como celoso observante de la pobreza, al punto de no aceptar otro estipendio que el estrictamente necesario para su sustento, y de rechazar cualquier ofrecimiento de oro. En dos oportunidades fue elegido Guardián del convento franciscano de Santafé, cuya casa e iglesia contribuyó a construir. Aguado se preciaba especialmente de la actividad evangelizadora que había desplegado en la doctrina de Cogua, cuyos indios habían dejado su antigua gentilidad y entrado al uso de las buenas costumbres y de la «pulicía». Allí levantó dos iglesias de piedra, adornadas con mucha imaginería y buenos ornamentos, lo que las habilitaba para celebrar los divinos oficios con gran solemnidad. Debido a esto y al hecho de haber sido Cogua el primer conglomerado indígena que se convirtió a la fe cristiana, hecho que el mismo Aguado atribuía, después de la gracia de Dios, al buen trato y ejemplo dado por él a los naturales, sus indios se habían ganado el privilegio de encabezar las procesiones.
Con base en la correspondencia que conocemos de fray Pedro Aguado puede establecerse el marcado antagonismo que existía entre los encomenderos y doctrineros del Nuevo Reino, originado en la negligencia de los primeros para cumplir con la obligación de prestar el apoyo necesario a la catequesis de sus indios, y en el hecho de que quitaban y ponían a su arbitrio a los doctrineros, no construyendo capilla ni morada para ellos, ni permitiendo a sus indios concurrir a la doctrina. De esta situación generalizada de inestabilidad y onerosa dependencia se derivaba, a su vez, la penuria económica que tanto afectaba a los conventos y a sus religiosos, dado que la única fuente de subsistencia para estos provenía del estipendio pagado por los encomenderos, bajo el supuesto de que el doctrinero no ganaba únicamente para su mantenimiento sino para el de su comunidad. Con el fin de que tratara personalmente estos asuntos, y para que saliera en defensa de la honra y fama de los frailes que, según la noticia que se tenía, andaba por el suelo en el Consejo de Indias, el definitorio provincial acordó en febrero de 1575 que el padre Aguado viajara a España y se presentara ante el Consejo como procurador de la Provincia. Además de este cargo, iba investido con la autoridad de Ministro Provincial, oficio para el que había sido elegido desde el 29 de junio de 1573, en el capítulo que presidió el recién llegado arzobispo fray Luis Zapata de Cárdenas.
Anónimo. (s. f.). Fray Luis Zapata de Cárdenas. En: Galería de notabilidades colombianas. Bogotá: Biblioteca Luis Ángel Arango. Fi 203.
Sobre las condiciones del nuevo provincial, el arzobispo avisó al rey que era «lo mejor que según Dios yo pude entender». Aguado era superior del convento máximo de Bogotá cuando se produjo su elección para el oficio. Hacia el mes de febrero de 1575 emprendió su viaje a España, en compañía del prior provincial de los dominicos, quien iba a apelar por la solución de problemas semejantes. En septiembre de 1575 ya habían llegado a Madrid y fray Pedro ya había hecho su presentación ante el Consejo de Indias. De su gestión ante este organismo se conserva el extenso memorial que presentó sobre los diez puntos que convenía mandar con toda prontitud, sin los cuales consideraba que «la conversión de aquel reino de otra manera jamás podrá llegar a su fin». Además de ocuparse de los asuntos relacionados con la evangelización del Nuevo Reino y los problemas que la obstaculizaban, Aguado aprovechó para presentar ante el Consejo los manuscritos de su referida obra. En efecto, según palabras del propio Aguado en el memorial sin fecha que presentó ante el Consejo de Indias, que parece ser de 1576, se trata de «un libro que en el tiempo ocioso he hecho con que entiendo Vuestra Alteza ha sido servido». En realidad lo que parece haber presentado en esa fecha es el primer borrador de la primera parte de la Recopilación, o sea la que trata del descubrimiento de Santa Marta y Nuevo Reino de Granada. De todas maneras, sólo hasta 1579 el manuscrito ya concluido estuvo en manos del cosmógrafo Juan López de Velasco para que emitiera su parecer.
El 3 de septiembre de 1581 el rey Felipe II expidió en Lisboa una cédula real con la licencia para su publicación. Sin embargo, nada se adelantó porque antes de que pudiera ponerse en contacto con los impresores, las normas sobre la publicación de libros fueron modificadas, por lo cual la licencia real quedó sin valor alguno. El manuscrito volvió al Consejo de Indias, donde se pidió el parecer de una nueva autoridad en los asuntos de Indias, en este caso el cosmógrafo Juan Bautista Gesio, quien, efectivamente y aún más rápido de lo que se esperaba, dio su concepto positivo en noviembre de 1581.
Para esta fecha, Aguado había gastado «más de dos mil ducados» en tener preparado su manuscrito. El 6 de julio de 1582 el rey expidió en Lisboa la cédula definitiva con la cual daba permiso a Aguado para imprimir y vender sus libros por diez años. En este estado de cosas el manuscrito de la Recopilación quedó en España, pues Aguado finalmente obtuvo la licencia para regresar al Nuevo Reino de Granada, posiblemente por el año de 1583. Sabemos con certeza que se encontraba aquí en 1585, cuando su compañero fray Esteban de Asensio escribió:
y el dicho fray Pedro Aguado después de haber estado en España en su Provincia de Castilla más de ocho años ocupado con oficios honrosos, volvió a la Provincia del Nuevo Reino, por algunos fines de más servir a Dios, donde está el morador del convento de Santa Fe.
Aguado vivía todavía en 1589, en el convento de Loreto en Cartagena, pero este es el último dato acerca de su vida. Tras muchas vicisitudes, la Recopilación fue publicada fragmentariamente (la primera parte, Historia de Santa Marta y Nuevo Reino de Granada) en Madrid en 1917, por don Jerónimo Becker. En 1918-1919, la Real Academia de la Historia publicó en Madrid la segunda parte de la Recopilación, Historia de Venezuela. La obra completa fue publicada en Bogotá entre 1956-1957.
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