La radio en Colombia: Segunda mitad del siglo XX
Un evento deportivo obligó a la radio colombiana a tecnificarse; en desarrollo de ese proceso, llegaría a ser la más moderna de América Latina. En 1951, El Tiempo organizó la primera Vuelta a Colombia en bicicleta, realizada entre el 5 y el 17 de enero. Enrique Ramírez Gaviria, con sólo tres transmóviles reforzados por servicio telefónico, transmitió durante quince días, minuto a minuto, esta gesta, en la cual los ciclistas, sin ninguna preparación física ni logística, treparon como escarabajos las agrestes cordilleras del país.
Sin embargo, la precariedad de los sistemas transmisores de enlace hizo palpable la necesidad de organizar una red para interconectar con equipos de frecuencia modulada a las principales ciudades colombianas; a tal fin se instaló la primera repetidora en el cerro de Monserrate en Bogotá, que enviaba señales radiales a Medellín y Manizales.
Radio Caracol, fundada en 1948 en Medellín (primera emisión el 2 de septiembre de 1948), le respondió a RCN con la radionovela cubana “El derecho de nacer”, original de Félix Caignet, que marcó altísimos niveles de audiencia. Este género, conocido en Estados Unidos como soap opera «ópera de jabón», se había utilizado ya en Colombia en “Chan Li-po”, un genial detective chino; y en las series de aventuras en La Guajira, escritas por Luis Serrano Reyes “Tanané, Tangaré el hijo de Tanané y Mapaná”, que tuvieron gran acogida en la Emisora Nueva Granada.
Los eventos deportivos que tenían una duración diaria superior a la de cualquier radionovela, como la Vuelta a Colombia o el campeonato profesional de fútbol, iniciado en 1948, crearon la necesidad comercial de ofrecer mejores transmisiones.
Desarrollo de las emisoras comerciales
William Gil Sánchez, odontólogo y empresario antioqueño vinculado a la radio desde 1946, se hizo socio de la Emisora Siglo XX de Medellín, y adquirió al poco tiempo La Voz de Antioquia, conformando el núcleo de la Cadena Radial Colombiana Caracol. Gil interesó a las directivas de Coltejer para que compraran la mitad de sus emisoras. Unos empresarios bogotanos vinculados al periódico El Liberal, que promovieron la Radiodifusión interamericana, cuyos transmisores pusieron a disposición del gobierno después del 9 de abril de 1948, cambiando su nombre por Emisoras Nuevo Mundo, se interesaron también en la propuesta que les hizo Gil a través de la Compañía Colombiana de Radiodifusión de Medellín y le vendieron el 50 por ciento de la empresa capitalina.
Emisoras Nuevo Mundo inició su programación comercial el 1° de septiembre de 1948, con la actuación especial del tenor mexicano Néstor Mesta Chayres; así se inició la estrecha colaboración de La Voz de Antioquia con Emisoras Nuevo Mundo. Debido a la exclusividad que le había otorgado La Voz de Antioquia a Coltejer, accionista de la misma, la empresa competidora, Fabricato, tuvo que recurrir a la por entonces pequeña Voz de Medellín para poder culminar la campaña de propaganda radial conmemorativa de sus bodas de plata. Dicha estación logró cubrimiento nacional al encadenarse con la Emisora Nueva Granada de Bogotá, lo que llevaría a la consolidación definitiva de Radio Cadena Nacional, RCN.
La Voz de Colombia, que había sido destruida en el “Bogotazo”, fue reconstruida con la colaboración de Jesús Álvarez Botero, radiodifusor que en 1955 ingresaría a RCN.
El desarrollo de las emisoras culturales
El primer intento de incorporar la cultura a la radio colombiana, fue llevado a cabo por la emisora HJN. En 1933 la Universidad de Antioquia inició su propio servicio radiofónico, operando una estación experimental que mezclaba programas de enseñanza de idiomas, espacios musicales e intercambios con radioaficionados en Colombia y el exterior. Ponían altoparlantes en las ventanas del claustro académico para que los estudiantes pudieran escuchar y participar en las conversaciones que se sostenían al aire. Luego vino la Radiodifusora Nacional de Colombia, seguida en 1948 por la Emisora de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín.
Tales ejemplos interesaron a un grupo de jóvenes intelectuales, entre los cuales destacan Eduardo Caballero Calderón, Gonzalo Rueda Caro, Álvaro Castaño Castillo y Santiago Salazar, quienes fundaron la emisora HJCK, el 15 de septiembre de 1950. Esta emisora tiene la particularidad de ser conocida por sus letras identificativas, como lo había sido la HJN. La HJCK recibió el calificativo de «la emisora de los intelectuales» y su lema promocional desde su inauguración, fue: «Una emisora para la inmensa minoría». Comenzó a trabajar con los equipos que el compositor Jorge Añez había utilizado en 1940 en su estación Ecos del Tequendama, y pese a los vaticinios negativos que se hicieron sobre sus resultados económicos, la HJCK llegó a consolidarse como una magnífica empresa cultural cuya labor ha sido ampliamente reconocida hasta hoy día.
En la HJCK se dio a conocer Gloria Valencia, esposa de Álvaro Castaño, quien posteriormente pasaría a convertirse en ícono de la televisión colombiana en la segunda mitad del siglo XX.
La HJCK desarrolló un plan de modernización de sus equipos técnicos, que culminó en 1981 con el cambio al sistema de transmisión de frecuencia modulada F.M. estéreo, abandonando en forma definitiva la banda de amplitud modulada A.M. Además de su labor divulgativa, que incluía la publicación de un boletín quincenal de programación, esta emisora produjo una colección discográfica con textos leídos por escritores y críticos. También formó un archivo de la palabra, para conservar las voces de los más eminentes colombianos relacionados con la literatura y el arte, el cual sirvió de base a la colección de la Casa de Poesía Silva. Actualmente (2020), esta emisora se transmite solo por Internet.
Consolidación de la radio en Colombia
Radio Santa Fe, fundada desde el 1 de abril 1938, cuyo lema es «Aquí y en todas partes», se interesó desde sus inicios por difundir la música popular del interior del país, tarea que antes había emprendido Jorge Añez en Ondas del Tequendama. Santa Fe dio a conocer las obras de Emilio Sierra y de numerosos conjuntos de cuerdas; en la memoria de los bogotanos quedó la famosa Hora de los novios, animada por Jorge Reyes Corzo. Durante muchos años el pianista Oriol Rangel, los hermanos Martínez, Jaime Llano y el conjunto del maestro Hernando Rico Velandia, entre otros, llevaron a través de sus ondas el mensaje sonoro nacional al centro de Colombia.
Desde 1947 el radiodifusor costeño Enrique Ariza popularizó en el interior del país, la música popular del litoral Atlántico, a través de su escuchada Hora costeña, que se emitía en Bogotá. Ariza sería más tarde uno de los propietarios de la Emisora Mil Veinte, junto con Gustavo Uribe Torschmidt y Rafael Moreno. Al retirarse de esa empresa fundó Radio Kalamary en Barranquilla. En la Mil Veinte se dio a conocer el comunicador Carlos Pinzón, quien empezó a emitir dos temas musicales con el sistema que llamó de «los dos pegaditos».
Carlos Pinzón Moncaleano fue impulsor del rock and roll, traído de los Estados Unidos en los años 50. En la década de 1960 creó grandes programas musicales radiales dedicados a la juventud.
La Emisora Suramérica de Bogotá, con la voz y los libretos de Miguel Ángel Díaz, ofreció durante muchos años el programa dominical Pastas Gallo y la ópera, que enseñó a toda una generación a disfrutar de este género musical. Por La Voz de Medellín, orientada por Roberto Ramírez Gaviria, pasaron, entre otros, «Montecristo», la familia Ughetti, Juan Eugenio Cañavera, el maestro Pietro Mascheroni, Berenice Chávez, Alberto Granados, Luis Dueñas Perilla y Luis Lalinde Botero. Fabricato y un grupo empresarial antioqueño ingresaron luego como socios, con lo cual los más importantes industriales de Medellín entraron de lleno en la actividad radial, unos asociados con Caracol y otros con RCN.
Para resistir el embate de las dos principales cadenas radiales en Colombia, las emisoras medianas y pequeñas comenzaron a agruparse, formando otras cadenas, algunas de las cuales aún operan; se recuerdan, entre otras: Cran (Cadena Radial Andina), Melodía, Sonar, Unión Radio, Radio Cadena Independiente, Coral, Super y Todelar, circuito fundado en 1953 por Bernardo Tobón de la Roche, caldense que bautizó su cadena con el acrónimo formado por las primeras sílabas de sus apellidos.
En cuanto a la radiodifusión educativa, a raíz de los positivos logros de las emisoras universitarias de Medellín, monseñor José Joaquín Salcedo, radioaficionado desde 1947 y vicario cooperador del pueblo de Sutatenza, fue autorizado en 1948 por el gobierno para hacer funcionar una estación rural radiofónica de carácter cultural. Al año siguiente le fue permitido elevar la potencia del transmisor a un kilovatio, y así organizó las Escuelas Radiofónicas de Radio Sutatenza y la Acción Cultural Popular.
Radio Sutatenza tenía en su parrilla de programación espacios de salud, alfabeto, números, trabajo, producción agropecuaria y espiritualidad.
Con la ayuda de la Unesco, monseñor Salcedo, consolidó sus emisoras, que operaron el grupo de transmisores de carácter privado más potente de la época. Creó dos redes: la básica, dedicada a las escuelas radiofónicas, y otra de carácter competitivo, pero cuando su programación dejó de ser eminentemente cultural y adquirió un carácter popular y comercial, perdió los auxilios gubernamentales, por lo que debió clausurarlas. Sus equipos técnicos fueron adquiridos en 1989 por Caracol, que los empleó para transmitir en onda corta y llevar su programación a los compatriotas residentes en el exterior.
Los grandes cambios en las costumbres y la cultura que experimentó el país a partir de la década de los setenta se reflejaron en la radio. El adelanto tecnológico fue prodigioso; naturalmente la programación varió y en muchos casos, por desgracia, desmejoró en calidad, debido a la influencia creciente de la televisión. La variada programación que se desarrollaba en vivo en los radioteatros prácticamente desapareció. Se acabaron programas de humor que se originaban frente al público y habían sido muy populares; los espacios humorísticos, como los de «Montecristo» y el Manicomio de Vargasvil, ahora tenían risas y aplausos grabados.
Los programas de música en vivo también dejaron de ser originados en los radioteatros. Los equipos móviles comenzaron a desplazarse, para transmitir eventos como el Festival del Mono Núñez en Ginebra (Valle) y el Festival Vallenato en Valledupar.
La programación deportiva siguió concentrando en buena medida la atención de la audiencia, con las transmisiones del campeonato local de fútbol y la Copa Mundial, así como los Olímpicos y numerosos torneos nacionales y regionales. También alcanzaron a tener gran acogida las transmisiones de las temporadas taurinas y, en la costa Atlántica, de dos deportes muy populares: el béisbol y el boxeo.
Las radionovelas pasaron de moda y los espacios culturales se redujeron a lo mínimo, quedando confinados en los horarios de menor audiencia. La Radiodifusora Nacional, en asocio con el Ministerio de Educación, puso gran empeño en desarrollar la enseñanza a distancia con los cursos de primaria y bachillerato por radio, que tuvieron inmensa acogida y se transmitieron en numerosas emisoras de provincia.
La frecuencia modulada
Este sistema de transmisión ofrece una excelente calidad sonora, pero tiene la desventaja de que sus ondas sólo llegan hasta donde lo permite una línea visual, lo cual limita bastante su cubrimiento. Inicialmente, los equipos de F.M. servían para emitir desde los estudios hasta los transmisores, ya que proporcionaban mayor fidelidad que las líneas telefónicas. Cuando se implementó el servicio de enlaces entre ciudades, los equipos de microondas F.M. se emplearon para ejecutar la intercomunicación.
El crecimiento de la F.M. fue vertiginoso en la década de los ochenta.
En 1974 sólo existían en Colombia cinco emisoras de frecuencia modulada, cuatro en Bogotá y una en Cali. En julio de 1990 existían 100 aprobadas y controladas por el Ministerio de Comunicaciones, 20 de ellas en Bogotá, y la Radiodifusora Nacional disponía de una red de emisoras en F.M. con cubrimiento nacional. La de la ciudad de Leticia era autónoma y mantenía una programación independiente, y la de San Andrés Isla estaba interconectada con la red nacional vía satélite. En Bogotá, la F.M. concentraba las emisoras netamente culturales: sistema de F.M. de la Radiodifusora Nacional de Colombia, Musicar Stereo, Emisora de la Universidad Jorge Tadeo Lozano HJUT, Emisora HJCK, Emisora de la Universidad Nacional de Colombia y Emisora javeriana. Para la misma fecha había, según los registros del Ministerio de Comunicaciones, 410 emisoras de amplitud modulada (A.M.) en todo el país. El cuadrante de Bogotá se encontraba totalmente saturado con 32 emisoras.
El radioperiodismo
El radioperiodismo en Colombia sufrió un vuelco total en los últimos 50 años del siglo XX. Los tradicionales noticieros de media hora de duración, que se difundían tres veces diarias, como el inolvidable Repórter Esso que popularizó la voz de Marcos Pérez, dejaron de presentarse en dicha forma.
En 1962 Fernando Gómez Agudelo trató de sostener una estación que emitiese noticias durante las 24 horas, pero su emisora El Dorado, cuyos estudios estaban en el aeropuerto de Bogotá, no tuvo éxito. Caracol, Todelar y RCN optaron por darle mayor importancia a los servicios noticiosos, desarrollando espacios informativos de tres horas continuas que salían al aire tres veces al día. Juan Gossaín y Yamid Amat fueron los iniciadores de dicha modalidad.
Un elemento definitivo en la consolidación de esta nueva forma de periodismo radial fue el satélite, que permite a las cadenas tener corresponsales en cualquier lugar del mundo.
Apostolado radial
En 1949 se emitió por la radio, desde Cali, el mensaje que el papa Pío XII preparó para el pueblo colombiano con motivo del Congreso Eucarístico. En 1960, Juan XXIII se dirigió a los colombianos por este medio, cuando monseñor Salcedo, de Radio Sutatenza, inauguró su primer transmisor de 50 kilovatios; y el papa Pablo VI, que visitó nuestro país con motivo del Congreso Eucarístico Internacional de 1968, inauguró las nuevas instalaciones de esta emisora.
En 1950 se fundaron en Bogotá dos emisoras católicas, La Voz de María y Emisora Mariana. Luego aparecieron en otros rincones de Colombia varias estaciones con la misma orientación, dependientes de las diócesis y parroquias.
En la Radiodifusora Nacional el padre Rafael García Herreros presentaba su programa El minuto de Dios, que pasaría a la televisión en 1955, y José Joaquín García Ordóñez ofrecía cada domingo su Crónica religiosa. En Sutatenza, el presbítero Roberto Mora Mora emitía al mediodía sus Charlas con la familia.
El minuto de Dios comenzó como un programa radial en 1946, donde el padre García Herreros utilizaba un minuto para hacer una reflexión espiritual.
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