
Cultura musical en Colombia: Periodo Conquista
La información etnográfica proporcionada por algunos cronistas de las primeras décadas de la conquista española, es una fuente que permite contextualizar aquella obtenida a través de los hallazgos arqueológicos para determinar la cultura musical de los pueblos que habitaban el territorio que hoy es Colombia. Estos cronistas se refieren a la existencia de bailes comunales, algunos cantados, generalmente en círculo, con interpretación de estilo responsorial, es decir, bailes en los que los participantes responden en coro a la iniciativa del cantor principal o líder de la danza.
Estos bailes se llevaban a cabo como diversión o en ceremonias y rituales que antecedían a las batallas o eventos importantes de la comunidad, relacionados con el ciclo agrícola o el calendario religioso, como ritos de pasaje, fiestas de intercambio y reciprocidad, etc. Los cronistas también mencionan el uso de instrumentos tales como trompetas de madera, hueso o caracol, instrumentos bélicos o rituales, lo mismo que flautas de diferentes materiales. Entre los objetos sonoros más importantes están los troncos de percusión, maderos huecos de grandes dimensiones similares a los que aún hoy en día se usan en la Amazonia como instrumentos rituales de gran importancia.
El manguaré es un instrumento de percusión de las comunidades indígenas amazónicas para anunciar mensajes, ceremonias, declaraciones de guerra y hasta de amor. Se compone de dos troncos, uno más delgado que el otro, y se golpea con dos mazos de madera.
Los cronistas hablan de cantos y ensalmos que, de acuerdo con el lenguaje de la época, se refieren a la recitación de los mitos y cantos especializados en ceremonias de curación y de preparación bélica. Américo Vespucio describe cómo en uno de los viajes de Alonso de Ojeda, a finales del siglo XV, los indígenas de la costa norte «bailaban con cantos que a la vez incluían lamentos, hilaridad y alegría».
Juan de Castellanos, quien estuvo en directo contacto con grupos indígenas de la costa y el interior, hace una comparación de los cantos indígenas con el villancico, estructura dominante en la música española del momento. Esta forma musical tenía un estribillo que se combinaba con estrofas de versos octosílabos. Tales cantares, que para Castellanos tenían una estructura bien definida (medidas y consonancias), se combinaban en su interpretación con el baile (con su correspondiente coreografía) y se referían al canto de mitos o de episodios históricos. Su carácter era variado: unos de índole ligera y jocosa y otros serios y posiblemente de alto contenido ritual; estos últimos usaban ritmos binarios y lentos, mientras que los primeros utilizaban metros ternarios y rápidos.
Baile de los indios Mapuyes grabado de El Orinoco ilustrado, de Joseph Gumilla (Madrid, Manuel Fernández, 1741). Biblioteca Nacional, Bogotá.
Los hallazgos de instrumentos musicales de este período son más frecuentes; por ejemplo, las flautas de pan con un número variable de tubos de oro o tumbaga del período piartal (Nariño, 1400 d.C.), las trompetas de caracol con decoración pintada de la zona muisca o las flautas de hueso con decoración incisa de la zona tairona.
Otros instrumentos son trompetas cerámicas en forma de caracol, de la región de Nariño, o flautas globulares con la misma forma. Por su parte, la iconografía también se hace más frecuente, y en la zona de Nariño aparecen platos cerámicos con decoración pintada que incluye representaciones de bailes con bastones percutores, similares a los que hoy en día existen entre los grupos indígenas de la Amazonia, los Llanos Orientales y el Vaupés.
Contacto cultural y establecimiento del orden colonial
A la llegada de los españoles a América se encontraba de moda, en ese país peninsular, el laúd, un instrumento de cuerda pulsada, cuyo origen se remonta a la Edad Media.
En las primeras décadas de la Conquista y colonización, la música europea se presentó a los grupos nativos en los siguientes campos: 1) el militar, 2) el civil ceremonial y doméstico; y 3) el eclesiástico educativo. Al cabo de unas cuantas décadas, estos diferentes tipos de música se convirtieron en un importante vehículo de aculturación, que se desarrolló especialmente durante los siglos XVII y XVIII.
La confrontación bélica fue uno de los contextos más frecuentes de contacto, y ambas tradiciones (la indígena y la europea) contaban con instrumentos musicales de tipo guerrero. Los instrumentos más usados entre las huestes conquistadoras, de acuerdo con la tradición militar europea, fueron la trompeta y el tambor. Se trataba de una trompeta natural sin válvulas y de un tambor cilíndrico de dos parches, que es el prototipo de los bombos actuales.
Por su parte, la mayoría de los grupos indígenas usaba trompetas de caracol o de madera (llamadas genéricamente botutos, fotutos o pututos), al igual que flautas y posiblemente tambores, aunque es probable que en realidad se refieran a los troncos de percusión de grandes dimensiones. En algunos casos también se usó el pífano (flauta traversa) con el tambor en el contexto militar, o con los atabales (timbales) en el caso de músicos a caballo.
El pututu es un instrumento de viento andino que originariamente se fabricaba con una caracola marina de tamaño grande. Con la introducción del ganado vacuno después de la conquista española, se comenzaron a diversificar haciéndolos también, con los cuernos de estos animales.
Otro elemento sonoro de importancia, especialmente por el impacto que causó entre los indígenas, es el cascabel que adornaba, con frecuencia, los aperos de los soldados a caballo. Algo similar sucedía con los guerreros indígenas, pues la iconografía permite visualizar tocados, petos, corazas, brazaletes y otros atavíos de guerra adornados con láminas, discos y sonajas de metal, posiblemente algunos de oro, que producían sonidos semejantes a los de los españoles.
Los administradores coloniales (presidentes, oidores, alcaldes, regidores), continuaron la antigua práctica de usar instrumentos musicales para los eventos públicos (juras, posesiones, actos, bandos), como parte del ceremonial de las ciudades europeas. Los instrumentos más usados en este contexto eran las trompetas, junto con chirimías y sacabuches. Las chirimías eran instrumentos de doble lengüeta, con un sonido similar al de los oboes, mientras que los sacabuches eran los directos antecesores de los trombones modernos, acompañados también, en muchos casos, de los tambores o atabales.
En los primeros años del siglo XVI, las menciones de instrumentos musicales europeos de uso doméstico en los territorios americanos se limitan a la vihuela y el arpa y a su uso para música de cámara.
Se sabe que en esta época existían juegos, espectáculos y diversiones populares que incluían instrumentos musicales de uso al aire libre, como las chirimías, sacabuches, bajones y trompetas. Hay menciones tempranas a juegos, como el juego de cañas o el de la sortija, que eran juegos a caballo muy arraigados en España desde la época medieval y muy importantes en la mentalidad caballeresca y feudal de la mayoría de los conquistadores.
En las crónicas se mencionan algunos eclesiásticos llegados al territorio en los primeros años del Descubrimiento y la Conquista, de quienes se dice que eran diestros en la música. En Cartagena, en 1537, se menciona a Granadales, «de muy buena voz», y a Juan Pérez Materano, canónigo de «gran habilidad para el coro, de cantor», y a quien Juan de Castellanos compara con el compositor flamenco Joaquín Des Prés (1474-1521).
En la primera mitad del siglo XVI se fundaron muchas ciudades y algunas de ellas, como Santafé, Popayán, Cartagena o Santa Marta, alcanzaron el rango de obispados; en el proceso de la formación de dichas instituciones se procedió de acuerdo con los cánones españoles, especialmente siguiendo el uso de las catedrales de Toledo y Sevilla.
En su primera época, la actividad musical de esas iglesias estaba a cargo de personas que se incluían dentro de la jerarquía de gobierno de las mismas.
En el caso de Popayán, en 1547, el obispo Juan del Valle, otorgó los siguientes cargos eclesiástico-musicales: el de chantre, cuyo oficio era el de «cantar en el facistol, enseñar el canto y organizar el coro de la iglesia. Debía ser docto y perito en música a lo menos en canto llano»; y el de organista, quien debía «cuidar y tocar el órgano». Esta estructura se mantuvo durante los primeros años, pero debido a la precariedad que caracterizó el desempeño de la actividad eclesiástica hasta ya entrado el siglo, es muy factible que estas plazas no se hubieran llenado.
El establecimiento en 1550 de la Real Audiencia de Santafé trae consigo una sistematización de las actividades de conquista, colonización y aculturación que se habían iniciado décadas antes. En lo que se refiere a la actividad musical, con la creación de numerosas instituciones eclesiásticas, aumenta el número de clérigos que tuvieron que encargarse de la solemnización de la liturgia, en la cual la música (el canto y el órgano) era uno de los elementos más importantes.
Los órganos se instalan en iglesias, sinagogas, salas de conciertos, escuelas y auditorios. Se utilizan en la interpretación de música clásica, música sagrada y música secular.
Un punto importante en este periodo es el aumento de la población española, el descenso de la indígena y el lento surgimiento del sector de los mestizos, aspecto que contribuiría al rápido afianzamiento de los elementos culturales españoles -entre ellos la música- en la sociedad que se conformó durante la Conquista.

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