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Europa siglo XVIII: Victoria de la Casa Borbón

El ascenso de la dinastía borbónica al trono español tras la Guerra de Sucesión (1701-1715) marcó una nueva etapa en la política nacional. Para alcanzar el trono, Felipe V (1683-1746) se vio obligado a renunciar a sus derechos dinásticos sobre la corona francesa (nada era más temido por ingleses y austríacos que la posibilidad de que Francia y España quedaran unidas bajo un solo monarca), pero la influencia del modelo francés en el tipo de gobierno se hizo evidente casi desde el primer momento, con la concentración de poder en el rey, a imitación de la monarquía absoluta gala, y el centralismo y la insistencia en la unidad de España ante las tendencias separatistas del siglo anterior.

Felipe V de España
Felipe V de España

Los Decretos de Nueva Planta son el ejemplo más representativo de esta propensión. Se trata de un conjunto de medidas promulgadas entre 1707 y 1715, a medida que iban cayendo los territorios de la antigua corona de Aragón opuestos a Felipe V en la Guerra de Sucesión. Los decretos suponían la desaparición de las entidades políticas de los territorios rebeldes y ponían fin a los fueros y privilegios de la corona de Aragón, con el fin de uniformizarlos con las leyes castellanas. El monarca Barbón, sin embargo, respetó los fueros de Navarra y el País Vasco, territorios que se mantuvieron fieles a su bando en la guerra.

Se emprendieron muchas más reformas durante su reinado, todas ellas encaminadas a fortalecer y concentrar el poder en la corona: se suprimieron los Consejos a excepción del Consejo de Castilla; se crearon las secretarías de despacho, equivalentes a los ministerios; se limitó el poder de la Iglesia frente al Estado, que asumió competencias en educación y obtuvo un mayor control sobre la Inquisición; se organizó administrativamente el territorio en intendencias, siguiendo una vez más el modelo francés; se realizó una reforma fiscal y de la hacienda y, por último, se llevó a cabo la unión monetaria.

Palacio Real de La Granja de San IIdefonso
Felipe V mandó construir el Palacio Real de La Granja de San IIdefonso, siguiendo el modelo de los palacios franceses.

En el ámbito europeo, España y Austria sorprendieron al resto de potencias con su Tratado de Viena de 1725. Las dos coronas, que habían rivalizado por el trono español a principios de siglo, zanjaron definitivamente la disputa con ese acuerdo y rompieron el equilibrio de bloques (Francia y España por un lado, Austria y Gran Bretaña por otro) imperante hasta el momento. Gran Bretaña se convirtió en el principal enemigo de España durante este período, y ambos libraron una encarnizada lucha por la supremacía naval que se reflejó, en los conflictos de Portobelo y Gibraltar (1727) y en la Guerra del Asiento en el área del Caribe (1739-1748). Cuando el monarca falleció, el 9 de julio de 1746, le sucedió en el trono Fernando VI, cuyo gobierno profundizó las reformas emprendidas por su padre.

LA GUERRA ANGLO-ESPAÑOLA (1727-1729)

La estabilidad entre las potencias europeas lograda con el Tratado de Utrecht (1715) fue puesta a prueba en 1725 con la firma del Tratado de Viena entre España y Austria. Los dos estados, grandes rivales en Ia Guerra de Sucesión española, dieron por finalizadas sus disputas mediante este acuerdo, por el que Carlos VI de Austria renunciaba a sus derechos sobre el trono español y Felipe V de España renunciaba a los suyos sobre los antiguos territorios hispanos en Italia y los Países Bajos. Este acuerdo entre dos de los grandes antagonistas de la política europea provocó reticencias entre otras potencias (Gran Bretaña, Francia y Rusia).

Mapa El Tratado de Utrecht
El Tratado de Utrecht busca establecer las condiciones en las que se basará la paz entre dos potencias europeas, Gran Bretaña y España, tras el final de la Guerra de Sucesión española existente entre 1701 y 1713.

Uno de los puntos del Tratado de Utrecht que más habían contrariado a Felipe V era la cesión a Gran Bretaña de Gibraltar y Menorca. La recuperación de estos dos enclaves se convirtió en una obsesión del monarca, quien consiguió en los acuerdos de Viena el compromiso de Carlos VI de ayudarle a presionar a Gran Bretaña para recuperarlos. Los ingleses, preocupados por las aspiraciones revisionistas de Felipe V y por el rearme de la flota española, reaccionaron desplegando su flota por el Atlántico y el Mediterráneo. Se sucedieron capturas de navíos españoles por parte de los ingleses y viceversa, bajo mutuas acusaciones de piratería y de incumplimiento de los acuerdos comerciales previos.

El peñón de Gibraltar
El peñón de Gibraltar, motivo de conflictos entre España e Inglaterra desde el siglo XVIII.

En 1726, Gran Bretaña mandó una flota de veinte barcos a América con el objetivo de bloquear el puerto español de Portobelo (actual Panamá) y con ello debilitar la economía española. Los ingleses perdieron a unos 4.000 hombres debido a enfermedades tropicales y el intento de bloqueo fracasó.

En enero de 1727 España consideró anulado el punto del Tratado de Utrecht por el que Gibraltar quedaba bajo dominio británico, con el argumento del incumplimiento de las obligaciones de los ingleses respecto al peñón. Un mes más tarde se iniciaba el asedio, en el que participaron entre 12.000 y 20.000 soldados españoles y entre 1.500 y 5.000 soldados ingleses. A pesar de este desequilibrio, el dominio naval británico resultó decisivo, ya que permitió abastecer a la colonia por mar. Las tropas españolas se retiraron tras cuatro meses de sitio. La paz entre ambos países no llegó hasta el Tratado de Sevilla, y aun así habría nuevos conflictos, como la Guerra del Asiento, apenas diez años después.

Referencia:
Emse Edapp, S.L. (2016). Edad Moderna II. Siglos XVIII y XIX. Bonalletra Alcompás.

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