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El ascenso del Partido Nazi al poder

Al comenzar la década de 1930, los problemas de Alemania se agravaron a causa de la crisis económica originada en Estados Unidos, que la afectó más rápidamente y en forma mucho más grave que a otras naciones europeas. La producción industrial alemana disminuyó notablemente y sólo sobrevivieron los grandes consorcios, los cuales absorbieron algunas de las pequeñas empresas en quiebra. En consecuencia, se produjo un gran aumento de la desocupación en el sector industrial que perjudicó también a los sectores comercial y agrícola. El gobierno, conformado por tres facciones ideológicas distintas, fue incapaz de resolver la grave crisis económica y esto hizo que aumentara el descontento, que fue aprovechado por el Partido Nazi para atraerse la simpatía de los obreros al prometerles un “verdadero socialismo” que acabaría con el desempleo y proporcionaría el bienestar a los trabajadores. Fue entonces cuando el Partido Nazi empezó a ser considerado como una opción posible para solucionar los problemas económicos y sociales de Alemania.

Apoyado en la ignorancia de las masas y en el odio que las clases capitalistas sentían por el socialismo, el Partido Nazi fue consiguiendo el apoyo de éstas al igual que el de la clase media. Su objetivo era reprimir el movimiento obrero y luchar en contra del gobierno republicano, que había provocado el descontento de esos grupos sociales al no haber sido capaz de acabar con el desorden desatado en el país. Las calles alemanas se convirtieron en sangrientos campos de batalla entre los comunistas y los camisas pardas, quienes resultaron beneficiados ante la opinión pública como los únicos capaces de enfrentarse con éxito al terror rojo.

En esos enfrentamientos, tuvieron especial participación las SS, siglas de Schutz-Staffel (escuadrones de defensa), organización creada en 1925 como guardia personal de Adolf Hitler, y encargada además del servicio de seguridad del nacionalsocialismo.

El miedo al comunismo llevó al Partido Nazi al poder. Si en 1928 consiguió sólo el 2.8% de los votos y doce escaños en el Parlamento, en las elecciones de 1930 se consolidó como la segunda fuerza política con 107 escaños por encima de los comunistas, que sólo alcanzaron 77. Para las elecciones presidenciales de 1932, Hitler presentó su candidatura frente al presidente Paul von Hindenburg, quien logró ganar apoyado por el Zentrum (Partido Católico) y por los socialistas que tratan de evitar el triunfo de Hitler, quien obtuvo el voto de todas las fuerzas nacionalistas y de derecha.

Resultados nazi en las elecciones legislativas

Pero, como en esta ocasión, por primera vez, los comunistas llegaban a tener cien escaños en el Parlamento, los líderes de la derecha presionaron a Hindenburg para que formara un gabinete de coalición presidido por Hitler, lo que sucedió el 30 de enero de 1933. Así, aunque no pudo llegar al poder por un triunfo constitucional, el líder del Partido Nazi obtenía el cargo de canciller (primer ministro) y daba el primer paso hacia el control total de Alemania. Con este suceso la toma del poder del nacionalsocialismo era ya un hecho, pues el nuevo gobierno reunía a los más cercanos colaboradores de Hitler, entre ellos a Franz von Papen como vicecanciller, y a los más destacados miembros de las clases conservadoras favorables al nazismo.

Adolf Hitler y Paul von Hindenburg
El canciller Adolf Hitler y el presidente Paul von Hindenburg. Potsdam, Alemania, 21 de marzo de 1933. Hitler, hombre del nuevo orden, en compañía de Hindenburg, símbolo del viejo régimen, cuya reputación aprovechó deliberadamente y en cuya muerte prematura confió para hacerse con el poder absoluto.

Gobierno de Hitler

Una vez en el gobierno, Hitler empezó a tomar una serie de medidas destinadas a controlar el poder y obtuvo el control absoluto de los medios de comunicación: en 1933 se creó la Gestapo (Geheime Staatspolizei), policía secreta destinada a identificar y perseguir a los oponentes políticos del nacionalsocialismo.

La ofensiva contra esos oponentes y también contra todas aquellas personas a quienes los nazis consideraban sus enemigos, se realizó, una vez que Hitler llegó al poder, mediante tres acciones de terror ejecutadas en igual número de noches históricas: el incendio del edificio del Reichstag (27 a 28 de febrero de 1933), del que se responsabilizó a los comunistas y se les declaró fuera de la ley; la Noche de los Cuchillos Largos (30 de junio de 1934), cuando fueron eliminados los miembros de las SA que se oponían a las SS; y la Noche de los Cristales Rotos (9 al 10 de noviembre de 1938) en contra de la comunidad judía, cuando se destruyeron 270 sinagogas y tiendas comerciales, se procedió al arresto y deportación de 20 mil personas de ese grupo étnico, y se causa la muerte de dos mil de ellas. Este hecho marcó el inicio de una persecución sistemática contra ellos, que durante la Segunda Guerra Mundial dio lugar al llamado holocausto judío.

Los nazis boicotean una tienda judía de Berlín, en 1933
Los nazis boicotean una tienda judía de Berlín, en abril de 1933. Los letreros acusan al propietario judío de lesionar el comercio alemán y explotar a los obreros alemanes. Los judíos quedaron gradualmente excluidos de la vida alemana.

El incendio del Reichstag y la posterior acusación contra los comunistas como supuestos autores del siniestro permitió al Partido Nazi triunfar en las elecciones de marzo de 1933 y alcanzar la mayoría parlamentaria que daría a Hitler plenos poderes. A los pocos días se aprobó una ley que permitía al líder nazi gobernar por decreto durante cuatro años, cambiar la bandera alemana por la de la esvástica, y eliminar los partidos que se opusieran. Aunque lo facultaba también a cambiar la Constitución, Hitler no creyó necesaria esa medida y mantuvo teóricamente la Constitución de Weimar.

un joven holandés, Marinus van der Lubber, incendió el Reichstag el 27 de febrero de 1933
El ascenso de Hitler a la Cancillería no fue más que una etapa en su camino hacia el poder. Esperó la ocasión de introducir medidas de excepción y afianzar así su posición. Aquella que se le presentó cuando un joven holandés, Marinus van der Lubber, incendió el Reichstag el 27 de febrero de 1933. Se sospechaba que los nazis provocaron el incendio; en cualquier caso, aprovecharon al máximo la situación para imponer leyes de excepción que les permitieron prohibir todos los partidos políticos y sindicatos rivales, iniciar la persecución de los judíos e investir a Hitler con plenos poderes.

El 2 de agosto de 1934 murió el presidente Hindenburg, y Hitler, sin dejar la cancillería, se proclamó presidente del Reich, llamándose a sí mismo Reichspräsident, es decir, concentraba en su persona la jefatura del Estado y la del gobierno. Esta acción fue respaldada luego por un plebiscito que aprobó el autonombramiento con 88% de los votos ciudadanos.

El Tercer Reich, Estado totalitario

A partir de que el Parlamento otorgó plenos poderes a Hitler, Alemania se fue encaminando hacia el Estado totalitario. De manera sucesiva, se disolvieron las instituciones democráticas y el 14 de julio de 1933 se estableció el sistema de partido único, el NSDAP, después de haber absorbido a los nacionalistas y suprimido a los socialistas y al Zentrum católico, así como a las organizaciones sindicales. El 30 de agosto siguiente fue proclamado en la ciudad de Nuremberg el Tercer Reich (Tercer Imperio), el imperio que según Hitler llegaría a durar mil años. A partir de ese momento, Hitler gobernaría como dictador con la ayuda de la élite nazi y el apoyo de las familias aristocráticas, ejerciendo el poder supremo de un Estado totalitario que se imponía en forma absoluta sobre los individuos y en el que supuestamente no debería existir más que una manera de actuar y una manera de pensar, la del Führer.

Gracias al enorme poder adquirido, Hitler continuó con la realización de las metas expresadas en Mein Kampf, libro convertido en la biblia del nazismo, y dio comienzo una terrible persecución. Los militantes de izquierda fueron apresados, asesinados u obligados a pasar a la clandestinidad; otras personas fueron discriminadas por su herencia racial o sus costumbres personales: judíos, homosexuales y gitanos recibieron un tratamiento especialmente duro, al tiempo que se denigraba a los pueblos eslavos. La obsesiva persecución contra los judíos alcanzó terribles proporciones y constituyó un hecho tan abominable que dejó una profunda huella de horror en la historia de la humanidad.

Los campos de concentración

El primer campo de concentración para prisioneros políticos se abrió el 20 de marzo de 1933, antes de transcurridos dos meses de la llegada de Hitler al poder. Las SS, que a partir de 1934 se hicieron cargo de todas las organizaciones policiales alemanas incluyendo la Gestapo, fueron comisionadas para llevar a cabo las aprehensiones de los judíos y demás personas perseguidas por el régimen nazi, que fueron confinados en los más de 20 campos de concentración creados por los nazis. El poder de las SS, la guardia personal militarizada del Führer, y de la Gestapo –unos 238.000 hombres en 1938–, cuerpos policiales dirigidos por Heinrich Himmler, que controlaban también los campos de concentración y los servicios de espionaje, fue inmenso, un Estado dentro del Estado.

Prisioneros frente a las puertas del campo de concentración de Dachau
Prisioneros frente a las puertas del campo de concentración de Dachau, 27 de mayo de 1933.

Estos campos, verdaderos centros de exterminio masivo, tenían tres principales objetivos: 1. Terror indiscriminado, al hacer desaparecer a los enemigos políticos lograban el sometimiento del conjunto de los ciudadanos (los primeros detenidos que fueron trasladados al campo de Dachau, no eran judíos sino opositores políticos). 2. Exterminio de los judíos así como de todas las personas con defectos físicos o pertenecientes a grupos considerados inferiores. 3. Experimentos médicos, que alcanzaron una crueldad hasta entonces desconocida, como los practicados en Auschwitz.

Cuando ocurrió la caída definitiva del régimen nazi, más de cuatro millones de personas, en su mayoría judíos, habían muerto en los campos nazis y otros dos millones más murieron en guetos por inanición y enfermedad o por fusilamiento a cargo de los grupos de asalto.

Educación de la juventud alemana

La “purificación” de la raza y de la cultura alemanas implicaba el adoctrinamiento, dirigido especialmente a la juventud por medio de una eficaz propaganda, y el control absoluto de los medios educativos y de comunicación.

Los nazis practicaron diversos métodos para lograr la completa alienación de los jóvenes. El sistema educativo se convirtió en instrumento del nacionalsocialismo. El Ministerio de Educación Popular y Propaganda, creado en marzo de 1933 y dirigido por Josef Goebbels, se dedicaba a producir material para la radio no sólo con el propósito de divertir y entretener a la juventud, sino también como adoctrinamiento político. La quema de libros de autores de izquierda, judíos y demás “no alemanes”, llevada a cabo en mayo de 1933 y dirigida por Goebbels, constituyó uno de los métodos utilizados para limpiar la mente de los jóvenes alemanes de todos los puntos de vista ajenos al nazismo.

Miles de libros arden en una hoguera nazi, 1933.
Miles de libros arden en una hoguera nazi, 1933. La quema fue realizada por la Asociación Alemana de Estudiantes de la Alemania nazi.

Con objeto de incorporar los diferentes sectores de la sociedad a la nueva “comunidad del pueblo alemán”, se crearon varias organizaciones como las Juventudes Hitlerianas y la Liga de Muchachas Alemanas, así como asociaciones nacionales de mujeres nazis. Además, para difundir el concepto de una comunidad nacional regenerada bajo el liderazgo de la figura salvadora de Adolf Hitler, se utilizaron exhibiciones simbólicas de poder y unidad mediante rituales de masas, desfiles e imágenes de multitudes extasiadas que levantaban sus brazos en el saludo de ¡Heil! al paso del Führer.

Manifestación de la Juventud Hitleriana.
Manifestación de la Juventud Hitleriana. Los nazis pretendían inculcar en los niños las creencias nazis: nazificaron las escuelas y prohibieron todas las organizaciones juveniles independientes (incluidas las religiosas). A partir de los diez años, todos los niños alemanes debían afiliarse a la Juventud Hitleriana.

El 1 de abril de 1933 se decretó el boicot a los comercios judíos. Seis meses después, una ley excluyo a los judíos de toda función pública. El 15 de septiembre de 1935, el Congreso del partido decretó las Leyes de Nuremberg, leyes racistas que privaban a los judíos de la nacionalidad alemana, destinadas a “la protección de la sangre y el honor alemanes”, que prohibían los matrimonios mixtos y marginaban a los judíos. Los intelectuales que no aceptaron someterse a la ideología nazi —Thomas Mann, Erich María Remarque, Emil Ludwig, Vicki Baum, Stefan Zweig, Bertolt Brecht— fueron obligados a abandonar Alemania; se prohibieron sus libros y sus cargos fueron ocupados por escritores dóciles.

Asimismo, los científicos, con Albert Einstein como figura relevante, tuvieron que someterse al exilio forzoso. Tampoco el arte fue una actividad libre en la Alemania nazi, pues estaba sometido a las directrices de una sola ideología que controlaba incluso a los críticos de arte; de acuerdo con Goebbels, “la información sobre arte no debe ocuparse de valores, sino limitarse a la descripción”.

Política económica

La política económica de Hitler presentó dos fases. La primera (1933-1936) se centró en la lucha contra la crisis en un intento por reactivar la economía y abatir el desempleo. Para ello se comisionó al doctor Hjalmar Schacht, economista liberal que aplicó medidas proteccionistas y otorgó concesiones a los empresarios industriales a cambio de que aceptaran colaborar con el Estado admitiendo mano de obra adicional. El propio gobierno aumentó considerablemente el empleo de trabajadores en la industria de armamentos y en la construcción de obras públicas (ferrocarriles, puertos, aeropuertos, autopistas). Alemania había emprendido un programa de obras públicas antes de que Hitler asumiera el poder: los nazis lo prosiguieron y lo profundizaron de tal modo que en un año las cifras de desempleo se redujeron en un 40%, pero la recuperación económica había alcanzado su punto culminante en 1936 y a partir de entonces los salarios reales no crecieron. La inflación disminuyó con la utilización de bonos garantizados por el banco central en calidad de moneda de intercambio. Tales medidas lograron su objetivo y para 1936 se había alcanzado el pleno empleo y moderado la inflación.

Hitler inaugura la Autobahn, o autopista en las inmediaciones de Darmstadt.
Hitler inaugura la Autobahn, o autopista en las inmediaciones de Darmstadt. La construcción de carreteras emprendida en 1934, formaba parte del programa nazi de obras públicas llamado “Batalla por el trabajo”.
La segunda fase (1936-1939) coincidió con la política dictatorial, cuando se abandonó el Plan Schacht y los nazis se hicieron cargo directamente de la gestión económica. Se aplicó un plan a cumplirse en cuatro años, administrado por Hermann Göring, que pretendía abastecer a la población mediante el aprovechamiento máximo de todos los recursos nacionales para garantizar la total independencia de la economía alemana con respecto a las potencias extranjeras. Se congelaron los salarios, se limitó el consumo, se restringieron los beneficios empresariales y se sujetaron al racionamiento la pasta de papel, la carne y las grasas. A este periodo corresponde la reactivación de la industria de armamentos en coincidencia con la política de rearme del Estado nazi.
Póster de propaganda de 1939
Póster de propaganda de 1939 que ensalza los beneficios de la compra de productos alemanes; trabajo alemán, productos alemanes, producción alemana.

Sin embargo, en 1938 la economía alemana volvió a entrar en dificultades al desatarse la inflación a causa del aumento en los gastos destinados al rearme y a una crisis mundial ocurrida en el año anterior. Ante esa nueva situación peligrosa para Alemania, puesto que no era autosuficiente en alimentos y materias primas, el gobierno nazi tenía dos opciones: la primera consistía en reducir el gasto destinado al rearme, a lo cual Hitler se resistía porque lo obligaba a posponer sus metas expansionistas; la otra opción, más de acuerdo con la política del Führer, era provocar una guerra que diera a Alemania un triunfo rápido, ya que las conquistas militares le asegurarían el dominio sobre Europa, se dispondría de materias primas, alimentos y mano de obra, además de que podría proporcionarle una justificación ante el pueblo alemán para introducir una economía de guerra si fuera necesario. A principios de 1939, Hitler consideraba que las presiones económicas le estaban empujando hacia un conflicto armado internacional.

Política exterior

En la política exterior de Hitler pueden distinguirse tres fases diferentes en el cumplimiento de sus principales objetivos: rearmar a Alemania, reunir a todas las personas de habla alemana en una sola nación, y conquistar el espacio vital para llevar a cabo el proyecto de la Gran Alemania.

La primera fase (1933-1934) correspondió a los movimientos iniciales del gobierno de Hitler, que al principio fueron cautelosos; en 1933 firmó un tratado comercial con Gran Bretaña y un Concordato con el Vaticano. Este mismo año Alemania cambió de actitud y el 14 de octubre de 1933, Alemania abandonó la Sociedad de Naciones excluyéndose así de los foros internacionales, lo que equivalía a ignorarlos. En enero de 1934 firmó con Polonia un pacto de no agresión por diez años. Este mismo año, Hitler suspendió de manera unilateral el pago de las reparaciones de guerra al declararlas saldadas. Pero la acción más grave fue el primer intento por lograr el Anschluss, es decir, la unificación de Alemania y Austria.

La unión de estos dos países, vuelta a plantear desde la desintegración del Imperio Austro-Húngaro, estaba enfocada a fortalecer a Alemania al mismo tiempo que pretendía dejar a Francia nuevamente aislada. El primer intento por alcanzar este objetivo fue realizado en julio de 1934, cuando un pequeño grupo nazi pretendió dar un golpe de Estado a la sede del gobierno ubicada en Viena, aparentando actuar por su cuenta. Sin embargo, la acción fracasó porque los rebeldes asesinaron a Engelbert Dollfus, el canciller austriaco, y Hitler tuvo que fingir no estar enterado de los planes subversivos de los nazis contra el gobierno de Viena y reprobar el golpe de Estado, sin conseguir la anexión de Austria. Además, la acción de los rebeldes nazis provocó una movilización de tropas italianas hacia la frontera con Austria para evitar una posible agresión alemana, porque en aquella época Mussolini se oponía a la política del Anschluss ya que él mismo estaba interesado en anexar Austria a Italia.

Representación del puente que se está construyendo entre Alemania y Austria
Representación del puente que se está construyendo entre Alemania y Austria, está casi terminado: un heroico tiroliano coloca la piedra angular, con la inscripción "Anschluss", mientras la bandera alemana "Michel" ondeando da la bienvenida a los jubilosos austriacos. Ese puente se cruzó el 13 de marzo de 1938.

La segunda fase de la política exterior nazi (1935-1936) empezó con un acontecimiento favorable para Alemania, que a comienzos de 1935 logró reincorporar el territorio del Sarre. Según el Tratado de Versalles, las minas de carbón de esta región pasaban a ser propiedad exclusiva de Francia durante un periodo de quince años, en compensación por la destrucción de las minas francesas durante la Primera Guerra Mundial. Pero el tratado también disponía que al final de ese periodo se celebrara un plebiscito para determinar el futuro del territorio; al realizarse tal plebiscito, más del 90% del electorado votó a favor de la incorporación a Alemania.

En esta segunda fase, la política exterior alemana aceleró el rearme. Hitler anunció la creación de una poderosa Luftwaffe (Fuerza Aérea) —que el Tratado de Versalles prohibía expresamente—, así como el restablecimiento del servicio militar obligatorio y el lanzamiento del plan cuatrienal, con el cual Alemania quedaría preparada para emprender la guerra en cuatro años. Junto con el anuncio de estas acciones, Hitler repudió formalmente el Tratado de Versalles.

Los avances expansionistas de la Alemania nazi y su política de rearme pusieron en alerta al resto de las potencias europeas, temerosas de que Hitler violara el Tratado de Versalles. En abril de 1935 se reunieron en Stresa, Italia, representantes de Francia, Gran Bretaña e Italia, y crearon el Frente Común de Stresa que concluyó un acuerdo por el cual se garantizaba la integridad del territorio austriaco. En mayo del mismo año, Francia firmó otro pacto con la Unión Soviética y este país con Checoslovaquia, buscando prestarse ayuda mutua en caso de agresión. Pero Hitler logró establecer con Gran Bretaña, en junio de 1935, un acuerdo naval por el que Alemania podría aumentar su flota, pero sólo hasta un tercio de la capacidad de la británica.

En 1936 ocurrió un cambio en las relaciones entre Italia y Alemania. Hitler, que admiraba a Mussolini y deseaba establecer una alianza con su gobierno, apoyó la invasión italiana a Etiopía y rompió el boicot internacional contra Italia. La Guerra Civil que estalló en España ese año permitió un mayor acercamiento entre los dos líderes, que juntos decidieron apoyar al general Francisco Franco contra las fuerzas democráticas de la República Española. Con la alianza entre Hitler y Mussolini nacía el Eje Berlín-Roma que se concretó con el Pacto de Acero firmado por Italia y Alemania en mayo de 1939. Con este pacto se comprometían a ayudarse mutuamente en caso de guerra y a colaborar para conseguir el espacio vital que buscaban ambas naciones, rompiéndose así el Frente Común de Stresa.

El 22 de mayo de 1939 se firmó el Pacto de Acero entre la Alemania nazi de Hitler y la Italia fascista de Mussolini.
El 22 de mayo de 1939 se firmó el Pacto de Acero entre la Alemania nazi de Hitler y la Italia fascista de Mussolini. Esta alianza militar y política, conocida también como el Pacto de Amistad y Alianza, fue rubricada por los ministros Galeazzo Ciano y Joachim von Ribbentrop.

La tercera fase (1937-1939) de la política exterior de Hitler se caracterizó por las estrategias de expansión encaminadas a lograr su proyecto de la Gran Alemania, así como por la intensificación del rearme.

El logro del Anschluss

El primer paso en los planes de expansión fue realizar un segundo intento por la unificación de Alemania y Austria. Al inicio de 1937 el canciller austriaco, Kurt Schuschnigg, sucesor de Dollfus, declaraba que su país solamente podría mantener su independencia frente a las amenazas de Mussolini si era reconocido por Alemania, nación con la que estaba más identificado por razones raciales y culturales. Después que Alemania reconoció la plena soberanía de Austria, y ésta se declaró Estado alemán en contra de lo estipulado por el Tratado de Versalles, el gobierno de Hitler exigió al canciller austriaco que el jefe del nazismo, Arthur Seyss-Inquart, fuera nombrado ministro del interior. Más tarde Schuschnigg se retractó tratando de evitar la anexión y convocó a un plebiscito esperando que el pueblo reforzara esta posición. Los nazis protestaron y Hitler decidió utilizar la fuerza para evitar el plebiscito imponiendo a Seyss-Inquart como canciller, quien proclama el Anschluss y llama a las tropas alemanas a introducirse en territorio austriaco. El 13 de marzo de 1938, las fuerzas militares nazis cruzaron la frontera con Austria y fueron recibidas con entusiasmo por gran parte de la población, que en un nuevo plebiscito había aceptado la anexión. El Anschluss se había realizado sin resistencia armada. Ante este hecho, que violaba los tratados de paz, Gran Bretaña y Francia se limitaron a enviar una nota de protesta al gobierno alemán a la cual Hitler ni siquiera contestó.

Adolf Hitler entra en Viena con Arthur Seyss-Inquart
Adolf Hitler entra en Viena con Arthur Seyss-Inquart en el asiento trasero. La entrada de Hitler en Viena a la cabeza de las tropas alemanas simboliza el dominio de Europa por los dictadores.

Los Sudetes

Tras el éxito obtenido en Austria, era de esperarse que el expansionismo nazi se fijara como objetivo inmediato la anexión de los Sudetes, territorio de Checoslovaquia donde vivían unos 3 millones de alemanes. El gobierno británico, siguiendo con su actitud conciliadora y de “apaciguamiento” hacia Hitler, propuso realizar una conferencia de todos los Estados europeos, Alemania incluida, a fin de que se resolviera de forma pacífica el asunto de Checoslovaquia.

Se trataba de evitar una nueva guerra puesto que la opinión pública, tanto en Inglaterra como en Francia, era favorable a mantener la paz a toda costa, aunque fuera necesario convencer a los checoslovacos de ceder a Alemania el territorio de los Sudetes. Además, la política de Arthur Neville Chamberlain, primer ministro inglés, se basaba en la creencia de que al satisfacer las demandas de Hitler con respecto de unir los territorios habitados por alemanes, se evitaría que extendiera sus ambiciones expansionistas al resto de Europa.

La postal de propaganda de los Sudetes.
La postal de propaganda de los Sudetes.

Pero Hitler estaba dispuesto a atacar Checoslovaquia con el propósito de apoderarse de un territorio más extenso, y presionó al gobierno checo mediante demandas exageradas que sabía no iban a ser aceptadas. Buscaba un pretexto para invadir Checoslovaquia y esperaba que Inglaterra y Francia se mantuvieran al margen. Ante esta situación, los gobiernos de estos países decidieron actuar y empezaron a movilizar sus ejércitos; la guerra parecía inminente. Hitler dio entonces marcha atrás a sus planes invasores y propuso una conferencia de cuatro potencias —Gran Bretaña, Francia, Italia y Alemania— en la ciudad de Múnich.

La reunión de los cuatro grandes (Chamberlain, primer ministro británico, Hitler, Mussolini y Daladier, el primer ministro francés), que pasaría a la historia con el nombre de Pacto de Múnich, se realizó el 29 de septiembre de 1938 sin que fuera invitada Checoslovaquia ni consultada la Unión Soviética, no obstante el acuerdo que Stalin tenía con Francia para proteger al país en cuestión. Mediante el Pacto de Múnich se estableció que Checoslovaquia debía ceder a Alemania las zonas habitadas por personas de habla alemana, y se formó una comisión encargada de fijar las fronteras definitivas. De regreso a Inglaterra, Chamberlain expresó con satisfacción que traía a su país: “la paz en nuestra época”. En noviembre de 1938, la citada comisión concedió a Hitler prácticamente todo cuanto éste había venido exigiendo, lo que causó a Checoslovaquia cuantiosas pérdidas en recursos humanos y naturales.

La reunión de los cuatro grandes (Chamberlain, primer ministro británico, Hitler, Mussolini y Daladier, el primer ministro francés), que pasaría a la historia con el nombre de Pacto de Múnich
Firmados del 29 al 30 de septiembre de 1938, la conferencia de Múnich representa un antes y un después en la historia checa. Conocida como la traición de Múnich, los checoslovacos serán obligados a ceder sus territorios fronterizos, los llamados "Sudetes alemanes", a Alemania. En aquella reunión, se encontrarán los representantes de Italia con Benito Mussolini, Alemania con Adolf Hitler y su traductor Paul-Otto Schmidt, Francia con Édouard Daladier y Gran Bretaña con Neville Chamberlain.

El 15 de marzo de 1939, las tropas de Hitler entraron en Bohemia-Moravia, región de Checoslovaquia habitada por personas de origen checo, y aprovechó un movimiento independentista de los eslovacos para ocupar todo el territorio. No obstante haber prometido que sólo tomaría la parte alemana del país, Hitler rompió su palabra y Checoslovaquia desapareció completamente del mapa. En abril de 1939, Mussolini se apoderó de Albania.

Las potencias occidentales empezaron a darse cuenta de que la palabra de Hitler carecía de valor y que sus propósitos no se limitaban a reunir a los alemanes, sino que ambicionaba anexarse toda la Europa oriental, situación que hacía temer la integridad de Polonia, Rumania y los Países Bálticos. El gobierno británico trató de formar una alianza antialemana con la URSS para garantizar la defensa de esos países, pero Polonia y los Países Bálticos no estaban dispuestos a permitir ejércitos soviéticos dentro de sus fronteras, ni siquiera como defensa contra los alemanes.

En cambio, Hitler firmó con la Unión Soviética un pacto de no agresión el 23 de agosto de 1939. En las cláusulas secretas de este pacto se acordaba que, dado cualquier futuro reajuste territorial, la Unión Soviética disfrutaría de una influencia predominante en los Estados bálticos y se le reconocía su derecho a la región de Besarabia que había pasado a Rumania en 1918. A cambio de ello, los soviéticos se comprometían a no intervenir en guerra alguna entre Alemania y Polonia, ni entre Alemania y las democracias occidentales.

Una caricatura de la época en la que Hitler y Stalin contraen matrimonio después de la firma del Pacto Germano-Soviético.
Una caricatura de la época en la que Hitler y Stalin contraen matrimonio después de la firma del Pacto Germano-Soviético. La leyenda dice “Me pregunto cuánto durará la luna de miel…?”

El pacto germano-soviético, que se conoce como el Pacto Molotov-Ribbentrop, asombró al mundo pues unía dos naciones reconocidas como enemigas ideológicas. Pero lo más grave para la paz mundial eran la gran inquietud y el temor que provocó el pacto con respecto a las intenciones de Hitler, sobre todo porque unía dos fuerzas poderosas en contra de las potencias occidentales. Esto significaba el comienzo inminente de una nueva guerra europea.

Referencia:
Delgado de Cantú, G. M. (2006). El mundo moderno y contemporáneo II. Del siglo XX a los albores del siglo XXI. Pearson educación.
 
 
 
 
 

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