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América durante la segunda mitad del siglo XIX

América durante la segunda mitad del siglo XIX

Durante la segunda mitad del siglo XIX, los países americanos vivieron un proceso de consolidación de los respectivos Estados nacionales, los cuales abarcaron aspectos políticos, económicos y sociales. En la economía mundial surgió el concepto de la división internacional del trabajo; esto significaba que los países más industrializados y con la mayor concentración de capital se encargarían de producir los bienes y servicios que necesitaba todo el mundo, mientras los países menos industrializados deberían proveer de materias primas a las grandes potencias industriales. Esta división afectó radicalmente la economía americana, puesto que los Estados Unidos se convirtió en una potencia industrial, en tanto que América Latina quedó como una economía dependiente, productora de materias primas.

La economía en Estados Unidos

Para mediados del siglo XIX, Estados Unidos se caracterizaba por tener una economía mixta en la que predominaban la agricultura extensiva, la extracción de oro y una incipiente industrialización. Luego de 1870, gracias a una gran acumulación de dinero proveniente de las minas de oro, inició un rápido proceso de industrialización que lo llevó a convertirse en uno de los países más industrializados del mundo, junto con Inglaterra y Alemania.

Adicionalmente, se promulgaron leyes que protegían su industria a fin de combatir la penetración de productos extranjeros. Para finales del siglo XIX, la necesidad de expandir su economía llevó a Estados Unidos a fijarse en América Latina como zona de influencia para obtener materias primas y establecer negocios agropecuarios. Por ello, económicamente, América Latina pasó de ser dependiente de los países europeos a ser dependiente de los Estados Unidos.

Mecanización agrícola
Cuando la expansión hacia el oeste de Estados Unidos permitió cultivar más de 1.600.000 km² de nuevas tierras, entre 1870 y 1910, el número de estadounidenses involucrados en la agricultura o el trabajo agrícola disminuyó en un tercio, debido a las nuevas técnicas y mecanización agrícola.

La economía latinoamericana después de la segunda mitad del siglo XIX

En la segunda mitad del siglo XIX, las perspectivas económicas de América Latina no eran muy alentadoras: conservaba las estructuras poco modernas heredadas de la colonia, adolecía de una gran industria y de un mercado interno, y contaba con una pobreza generalizada. Por lo tanto, uno de los principales objetivos de los gobernantes latinoamericanos fue el de llevar a cabo reformas que fomentaran la industria e insertaran exitosamente a América Latina en la economía mundial.

Las reformas liberales de mitad de siglo

Entre 1849 y 1885, muchos gobernantes latinoamericanos buscaron modernizar las economías de sus países por medio de una serie de reformas inspiradas en la filosofía liberal. Estas buscaban eliminar todas las trabas que existían en las diferentes sociedades latinoamericanas, establecer un mercado interno y un sistema económico de corte capitalista de libre mercado. Para ello intentaron:

- Eliminar los derechos de aduanas y monopolios.

- Construir vías de comunicación, especialmente los ferrocarriles.

- Fomentar la inversión extranjera para que creara nuevas industrias y fortaleciera el comercio.

- Desamortizar viejas formas de propiedad comunal y corporativa, como las de la Iglesia Católica.

Ferrocarriles latinoamericanos
Las primeras inversiones británicas en ferrocarriles latinoamericanos son la muestra clara de cómo se desarrollaron las deudas externas con las potencias industriales.

El modelo agroexportador de la mitad del siglo XIX

Pese a que los gobernantes latinoamericanos intentaron modernizar sus países para insertarlos de manera exitosa a la economía mundial, también se dieron cuenta de que las grandes potencias les llevaban una enorme ventaja tanto en desarrollo económico como industrial. Por lo tanto, los países latinoamericanos optaron por la única oportunidad que tenían para insertarse en la economía mundial: la exportación de materias primas y productos alimenticios, como la carne y el azúcar, y la importación de bienes fabricados en las grandes potencias mundiales.

Aunque América Latina tenía grandes riquezas minerales, no contaba con el desarrollo tecnológico para iniciar su explotación. Fue así como los gobiernos latinoamericanos comenzaron a permitir la entrada de empresas extranjeras para explotar los yacimientos minerales. Toda esta situación generó una inmensa dependencia económica y política de los países industrializados, primero de Inglaterra y luego de los Estados Unidos.

El latifundio

Si bien las reformas liberales atacaron viejas estructuras coloniales no afectaron a la más importante de ellas: el latifundio. Por el contrario, muchas de las medidas tomadas a mediados del siglo XIX tendieron a fortalecerlo. De hecho, la necesidad de conseguir muchas tierras para poder llevar a cabo grandes labores agropecuarias, condujo a que las tierras se acumularan en manos de unos pocos propietarios que contaban con capital suficiente para explotarlas y para abrir los mercados con productos agropecuarios hacia otros países. Desde luego, la continuidad del latifundio daría paso al sometimiento de la mano de obra de los sectores campesinos.

Latifundio

Después de la Independencia de los países latinoamericanos los grandes latifundios coloniales continuaron en manos de una oligarquía terrateniente. Años más tarde, la abolición de la esclavitud dio paso a la figura del “peón”.

La unificación norteamericana y la Guerra de Secesión

En la segunda mitad del siglo XIX, Estados Unidos consolidó su unidad nacional con la Guerra de Secesión. Este proceso, comenzó luego de la declaración de independencia, cuando las Trece Colonias se expandieron hacia el oeste y el sur: en 1803 compraron Louisiana a Francia y la Florida a España en 1820. Entre 1835 y 1848, arrebataron a México, por medio de guerras, los estados de California, Nuevo México y Texas. En 1867 adquirió Alaska y, posteriormente, ocupó las islas de Hawai.

Pese a que los Estados Unidos dominaban gran parte del territorio norteamericano, una creciente división entre los estados del norte y los estados del sur pusieron, hacia 1860, en peligro la unidad del país. Las diferencias entre estas dos zonas tienen sus orígenes en el tipo de economía que desarrollaron: mientras que los estados del norte impulsaron una economía basada en la agricultura y el comercio, los del sur se caracterizaron por tener una economía latifundista y esclavista. Asimismo, mientras los estados del norte eran partidarios de una federación de estados con un poder central fuerte, el sur defendía un sistema confederado con alto grado de autonomía de los estados integrantes.

La imposibilidad de conciliar estas dos regiones, sumado a la elección de Abraham Lincoln, reconocido defensor de la abolición de la esclavitud, como presidente de Estados Unidos, enfureció a los sureños que conformaron una Confederación y declararon su separación de la unión. En 1861, el presidente manifestó que ningún estado tenía derecho a separarse y declaró la guerra a los estados del sur. Este conflicto, que duró cuatro años, culminó con el triunfo de los ejércitos del norte sobre la Confederación.

Mapa de Estados Unidos que muestra la afiliación de los estados y territorios con respecto a la Guerra de Secesión para 1865
Mapa de Estados Unidos que muestra la afiliación de los estados y territorios con respecto a la Guerra de Secesión para 1865.

Terminada la guerra, Lincoln acabó con la esclavitud, pero poco después, en un evento público, fue asesinado por un sureño. A su sucesor, A. Johnson, le correspondió la tarea de reconstruir un país casi arruinado, pero en donde había triunfado la industrialización sobre la economía agraria.

Consolidación de los Estados en América Latina

Entre los procesos de consolidación de los estados nacionales en América Latina está la implementación de las reformas liberales, la adopción de la filosofía positivista del orden y el progreso, y la independencia definitiva de las últimas colonias que estaban bajo dominio español.

Los gobiernos liberales (1850-1876)

Hacia mediados del siglo XIX, el caudillismo y el conservatismo que habían dominado después de los procesos de independencia empezaron a resquebrajarse. La consolidación y aumento de poder de una élite burguesa latinoamericana hizo que ella empezara a reclamar una serie de medidas liberales, no solo en el campo económico sino también en el político. Estas medidas buscaban la eliminación de sistemas de gobiernos autoritarios, la implantación definitiva de gobiernos republicanos y la separación de la Iglesia y el Estado. Aunque esto último no fue automático, paulatinamente se fue consolidando. Entre los gobiernos liberales sobresalieron los de Benito Juárez en México, Justo Rufino Barrios en Guatemala y Antonio Guzmán Blanco en Venezuela.

Benito Juárez, Justo Rufino y Antonio Guzmán
Benito Juárez, presidente de los Estados Unidos Mexicanos de 1858 a 1872. Justo Rufino Barrios, presidente de Guatemala de 1873 a 1885. Antonio Guzmán Blanco, presidente de los Estados Unidos de Venezuela de 1870 a 1877.

Una muestra de la política liberal en México fue la expedición de la ley Juárez, con la cual se coartaron los derechos de militares y de miembros pertenecientes a la Iglesia católica, como suprimir los tribunales especiales que tenían ambos organismos. Salvo el caso de Chile, que recibió muy bien las ideas liberales, en gran parte de América Latina las reformas liberales de mitad de siglo produjeron gran inestabilidad, pues grupos de ideología conservadora cercanos a la Iglesia no compartían el modelo liberal. En esta tendencia se destacó Gabriel García Moreno en Ecuador.

El orden y el progreso (1876-1910)

Hacia la década de 1870 surgió un nuevo pensamiento filosófico denominado el positivismo. En el ámbito político, promulgaba que el arte de gobernar los Estados se debía llevar a cabo bajo métodos científicos. Esta idea caló muy fuerte en una parte de la élite latinoamericana que, luego de derrocar a los gobiernos de corte liberal, proclamaron que el crecimiento económico y el fortalecimiento de la nación debían llevarse a cabo por medio de la instauración del orden social y el progreso económico. Los gobiernos más representativos de esta etapa fueron el de la Vieja República del Brasil y el de Porfirio Díaz en México. Precisamente, durante el gobierno de Porfirio Díaz, fue que se buscó el orden y la paz como piezas fundamentales para llevar a México a la cúspide del progreso.

La formación de la república del Brasil

A diferencia del resto de los países de América Latina, Brasil tuvo una evolución política distinta a lo largo del siglo XIX. Desde 1821, era una monarquía que tenía una gran estabilidad política. Sin embargo, en la década de 1870 la élite terrateniente ligada a la exportación de productos agrícolas vio en la monarquía una institución que era un obstáculo para la modernización del país. Esta imagen se fortaleció en 1888 cuando la monarquía decretó la manumisión de esclavos sin ninguna compensación a sus propietarios. Desde ese momento, la élite terrateniente apoyó la caída del rey Pedro II, la cual se dio en 1889 cuando fue proclamada la República de Brasil.

Pedro II, emperador de Brasil de 1831 a 1889.
Pedro II, emperador de Brasil de 1831 a 1889. La abdicación de su padre, puso a Pedro como emperador desde los cinco años de edad.

La independencia de Cuba

Después de la independencia de los países de América Latina, Cuba y Puerto Rico fueron los últimos reductos coloniales de España. Esta dominación colonial produjo una inestabilidad política en la isla cubana, ya que una élite criolla luchó por su independencia. Producto de ello fue la consecución de su autonomía y su participación en las cortes de España en 1878. Aun así, líderes como José Martí y Antonio Maceo siguieron luchando por la independencia total. Sin embargo, fue en 1898, con la derrota de España en su guerra con Estados Unidos, cuando Cuba logró su independencia.

Un año después de la independencia cubana, Estados Unidos ocupó la isla y nombró gobernadores militares. Cincuenta años antes, Estados Unidos había ofrecido cien millones de dólares a España por la compra de Cuba, pues su riqueza en materias primas como el plomo y el zinc, la hacían importante para el desarrollo de la industria norteamericana. En 1901 se aprobó la constitución de Cuba, a la cual el gobierno de Washington le hizo una adición conocida como la Enmienda Platt. Desde entonces la Constitución cubana incluía ocho puntos que establecían el control norteamericano sobre las decisiones de gobierno.

Caricatura en protesta por la Enmienda Platt
Caricatura en protesta por la Enmienda Platt

Las transformaciones sociales en América Latina

A comienzos de 1850, la población de los países de América Latina que era principalmente rural, empezó a volverse urbana. Durante esta época, se dio un crecimiento de las ciudades latinoamericanas lo que produjo una nueva capa social: el poblador urbano conformado principalmente, por artesanos, obreros y clases medias. Estos, junto con los campesinos y trabajadores rurales conformaron los estratos más bajos de la sociedad. A lo largo de este período, los gobernantes latinoamericanos no prestaron atención ni a las demandas que el sector social menos favorecido solicitaba ni mucho menos a sus condiciones económicas. Esto produjo que dicho sector se organizara para exigir sus derechos. Fue así como se dio la formación de movimientos artesanales y, para finales del siglo XIX, el surgimiento del movimiento obrero.

Movimiento obrero en América latina
Las primeras organizaciones obreras, herederas en alguna medida de las asociaciones de ayuda mutua que comenzaron a multiplicarse los años previos, estuvieron atravesadas por presencia extranjera debido al auge de inmigración europea.

Las migraciones a América durante la segunda mitad del siglo XIX

Entre la segunda mitad del siglo XIX y las dos primeras décadas del XX, toda América recibió a un sinnúmero de inmigrantes provenientes de los otros continentes del mundo, en especial de Asia y Europa. Esto, debido a que durante la segunda mitad del siglo XVIII y todo el siglo XIX, Europa y Asia experimentaron un alto crecimiento de la población, lo cual incrementó la pobreza y la hambruna en algunos de sus países. Por el contrario, América era un continente muy poco poblado que necesitaba aumentar su población para obtener un mayor número de mano de obra y así ocuparla en las diferentes actividades económicas que empezaban a surgir en la región.

Es así como grandes países americanos, como Estados Unidos, Argentina y Brasil, patrocinaron la inmigración de personas de otros continentes. Por su parte, los asiáticos y europeos empobrecidos vieron en América la oportunidad para abandonar su miseria e iniciar una vida más próspera. Por ello, entre 1850 y 1920 llegaron más de 40 millones de inmigrantes al continente americano.

Los inmigrantes provenían de Irlanda, España, Portugal, Sur de Alemania, Italia, China y el Imperio otomano, países con una economía rural y desarrollo industrial incipiente. En su orden, la mayoría de inmigrantes llegaron a Estados Unidos, Argentina, Brasil, Cuba, México, Uruguay y Chile. Esto significa que ellos llegaban a los países donde había mayor prosperidad económica y, por lo tanto, mejores oportunidades de conseguir trabajo o dedicarse a los negocios.

Migraciones a América durante la segunda mitad del siglo XIX
El mayor impacto de la inmigración en América fue en lo económico. Este proceso aportó la mano de obra que necesitaban los países latinoamericanos y Estados Unidos para llevar a cabo su desarrollo económico.

La llegada de los inmigrantes trajo consigo la difusión de ideologías acordes con las necesidades de los trabajadores, como el anarquismo, el marxismo y el socialismo. La conformación de los primeros sindicatos en Argentina, Brasil y Uruguay fueron sus principales aportes al movimiento sindical. Finalmente, los inmigrantes transformaron la cultura de los países americanos al fusionarse con las idiosincrasias locales. De esta fusión surgieron otras culturas que más tarde se enraizaron en los pueblos americanos.

La cultura en América Latina durante el siglo XIX

En la segunda mitad del siglo XIX, la inserción de América Latina a la economía mundial produjo un crecimiento económico que favoreció el desarrollo cultural. Esto se reflejó en el desarrollo del periodismo y de la industria editorial. Los periódicos y las publicaciones seriadas, tan escasas a inicios del siglo XIX, aumentan en número. Esta es la época de la fundación de periódicos tan legendarios como La Nación de Buenos Aires.

Caricatura del periódico
El enfrentamiento entre roquistas y mitristas en una caricatura del periódico La Nación, de fines del siglo XIX.

En el campo de la educación se dio un aumento del número de escuelas. Por su parte, la instrucción universitaria abandonó la tradición escolástica colonial por la influencia de las filosofías modernas de Inglaterra, Francia y Alemania. Durante las tres primeras décadas de la segunda mitad del siglo XIX, el romanticismo siguió dominando el mundo literario e intelectual. Pero hacia 1880 decayó para darle paso al modernismo.

El modernismo consideraba que el artista debía alejarse del mundo real y que su producción literaria debía estar ajena a cosas banales como la política, la economía y el compromiso social. A esta idea se le denominó el arte por el arte. El autor modernista más reconocido fue el poeta nicaragüense Rubén Darío quien en su libro “Azul” expone los principios del modernismo. Otros representantes del movimiento fueron los cubanos José Martí y Julián del Casal, el mexicano Manuel Gutiérrez Nájera y el colombiano José Asunción Silva.

Referencia:
Maldonado Zamudio, C. A. (2010). Hipertexto Sociales 8. Editorial Santillana S.A.

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