Modernismo: Diseño, arquitectura y escultura
En 1918 todo el fervor y el alboroto del mundo artístico de antes de la guerra parecían un sueño lejano. El mundo había cambiado: la economía europea estaba hecha trizas y los viejos regímenes patricios -que en el pasado habían sido los grandes mecenas de las artes- habían quedado destrozados por la guerra o, en el caso de Rusia, por la revolución. Los horrores de la guerra habían provocado una reacción de disgusto hacia gran parte del bagaje cultural del pasado, al que se consideraba parcialmente responsable del conflicto.
Al terminar la guerra, una de las reacciones predominantes en Europa fue una actitud más centrada y constructiva. Antes de 1918, varios artistas, diseñadores y arquitectos comenzaron a aceptar el desafío de producir obras capaces de expresar -e incluso precipitar- un nuevo orden mundial. Los artistas con esta orientación se lanzaron intrépidamente por el camino de la abstracción geométrica. Diseñadores y arquitectos siguieron trayectorias paralelas hacia un estilo más limpio y menos abigarrado. Las soluciones que encontraron se han agrupado bajo el término genérico de «modernismo», y su influencia en la arquitectura y el diseño fue tan profunda que el término siguió manteniendo su vigencia hasta finales del siglo XX.
La Bauhaus
De las cenizas de la Alemania de posguerra surgió la más dinámica e influyente de todas las escuelas de arte del siglo XX. La Bauhaus fue fundada el 12 de abril de 1919 por el arquitecto de vanguardia Walter Gropius (1883-1969), que ocupó el cargo de director hasta 1928. Gropius quería demostrar que el arte, el diseño, la tecnología y la arquitectura podían vivir bajo el mismo techo y fecundarse mutuamente. Los productos debían ser modernos, bellos y asequibles para las masas. Este programa utópico debía mucho al legado del movimiento de Artes y oficios, pero en lugar de volver la mirada hacia el pasado, la Bauhaus era decididamente moderna. El diseño tenía que corresponder a la función.
Gropius reunió un equipo formidable, en el que figuraban algunos de los mejores diseñadores y artistas de la época, entre ellos Vasili Kandinsky (1866-1944) y Paul Klee (1879-1940), que antes de la guerra habían pertenecido al grupo expresionista alemán “Der Blaue Reiter”. El pintor, escultor y diseñador húngaro László Moholy-Nagy (1895-1946) dirigía el taller metalúrgico. Otros miembros del personal eran el arquitecto Ludwig Mies van der Rohe (1886-1969), que se hizo cargo de la dirección de la Bauhaus en 1930, y el diseñador Marcel Breuer (1902-1981), que creó la primera silla de tubos de acero.
La Bauhaus se formó en Weimar, a partir de dos escuelas anteriores (una de bellas artes y otra de artes y oficios), pero en 1926 se trasladó a un edificio construido ex profeso en Dessau. Estos locales, diseñados por Gropius, eran un escaparate de las ideas de la Bauhaus. En su construcción se utilizaron las tecnologías más avanzadas, con paredes de cristal colgadas de marcos de acero y espacios interiores funcionales y bien iluminados.
La Bauhaus quería que sus diseños estuvieran al alcance de la gente corriente, y sus productos estaban pensados para la producción en masa. Por ello, no fueron muy apreciados por el público alemán. Para los nazis, la imagen modernista y la política socialista de la Bauhaus eran anatema, y en 1933, a los pocos meses de acceder al poder cerraron la escuela. Las principales figuras de la Bauhaus se dispersaron, y muchas fueron a parar a Estados Unidos, dado que allí ya existían tendencias propias de arquitectura y diseño modernos. Después de la segunda guerra mundial, con el impulso añadido por Gropius, Mies van der Rohe y Moholy-Nagy, este país se puso a la cabeza del mundo en arquitectura y diseño.
Arquitectura norteamericana
A pesar de las poderosas fuerzas innovadoras que actuaban en Europa, algunas de las obras arquitectónicas más originales e imaginativas de la primera parte del siglo XX se realizaron en Estados Unidos. De hecho, muchos de los principios de la Bauhaus se habían preformulado en ese país, antes de la primera guerra mundial. La invención del ascensor en 1857 había permitido construir el primer rascacielos de Nueva York en 1875; a partir de entonces, el diseño de rascacielos -facilitado por las técnicas de construcción con acero y hormigón- generó algunos de los edificios más atrevidos de la época. Una de las principales figuras de este proceso fue Louis Sullivan (1856-1924); antes del fin de siglo había empezado a desprenderse del peso de las influencias arquitectónicas históricas, emprendiendo la senda del modernismo.
Europa, en cambio, tuvo que esperar hasta 1928 para ver levantar su primer rascacielos, el Torengebouw de Amberes. Frank Lloyd Wright (1867-1959) uno de los arquitectos más originales e influyentes del siglo XX, trabajó en la oficina de Sullivan en Chicago a finales de siglo. Inspirado por el lema de éste, «la forma se adapta a la función», y por el diseño japonés, desarrolló un estilo de vivienda privada que llamó «la casa de la pradera»: edificios bajos, con superficies lisas y brillantes formadas por rectángulos entrecruzados y líneas horizontales, balconadas y tejados voladizos, planta asimétrica y acabado de alta calidad.
En 2019, ocho obras arquitectónicas de Frank Lloyd Wright fueron declaradas Patrimonio Mundial por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). Wright llamaba a su estilo arquitectónico «modernismo orgánico» y opinaba que el diseño y los materiales de un edificio deben reflejar el espíritu de su lugar de emplazamiento.
De Stijl
En 1922 el artista y diseñador holandés Thea van Doesburg (1883-1931) daba clases en la Bauhaus y ejerció una gran influencia en su evolución. Antes de eso, Van Doesburg había sido el fundador y principal teórico de un grupo radical holandés que adoptó el nombre de su revista, “De Stijl” (El Estilo), que se empezó a publicar en 1917. Otros miembros del grupo eran los arquitectos y diseñadores Gerrit Rietveld (1888-1964) y J.J.P. Oud (1890-1963).
El proyecto de "De Stijl" consistía en adaptar a la arquitectura y el diseño las ideas de un miembro del grupo, el pintor Piet Mondrian (1872-1944). Mondrian había pasado varios años en París durante el período cubista. Durante la guerra se refugió en Holanda, que era neutral, y se dedicó a desarrollar estas ideas, llegando a la conclusión de que los cubistas no habían llegado suficientemente lejos: habían iniciado el camino de la abstracción, pero no lo habían seguido hasta su conclusión lógica.
En una serie de pinturas, Mondrian fue alejándose poco a poco de lo figurativo, y a partir de 1917 renunció a todo intento de representar el mundo visual. Acabó pintando composiciones geométricas rectilíneas, en colores primarios y «no colores» (negro, blanco y a veces gris), un estilo al que llamó neoplasticismo. La intención de Mondrian era transmitir una sensación de armonía universal. Para los no expertos, resulta casi imposible distinguir entre un cuadro de Mondrian pintado en 1920 y otro pintado veinte años después. Su persistente obsesión por los mismos temas le valió el desprecio algunos de sus colegas en 1924, cuando se negó a aceptar las líneas diagonales.
Art Deco
En 1925 tuvo lugar en París una gran exposición titulada Exposición Internacional de Artes Decorativas e Industrias Modernas. El arte expuesto tenía un estilo vigoroso y reluciente: una versión cubista, propia de la era de las máquinas, del art Nouveau de fin de siglo, en la que los rizos floridos del anterior movimiento habían sido sustituidos por cheurones, zig-zags y curvas de borde duro. En su momento, el nuevo estilo se llamó style moderne, pero mucho después, en los años sesenta, se rebautizó como art decó.
El art decó era un estilo lujoso. En Francia, diseñadores como Jacques Emile Ruhlmann (1879-1933) lo adaptaron a muebles caros, hechos de ébano de macasar, marfil, laca y piel de tiburón. El descubrimiento en 1922 de la tumba del faraón egipcio Tutankamón introdujo una nota exótica, y el estilo encontró su mejor expresión en los nuevos palacios de la época: los cines. En Europa y Estados Unidos se construyeron salas enormes, de 4.000 butacas, en una gran variedad de estilos a cuál más fantástico, desde el “art decó” puro hasta el egipcio, árabe o azteca.
En los años treinta, el estilo adoptó en Estados Unidos un aspecto que se llamó aerodinámico, con curvas fluidas y líneas horizontales apretadas, inspiradas en el diseño de las locomotoras. Muchos edificios nuevos tomaban elementos del diseño de los grandes transatlánticos, como barandillas, galerías, ventanas de cristal curvo y portillas. El diseño «aerodinámico» se manifestó también en los aparatos de radio, aspiradoras y frigoríficos. Pero, a pesar de esta usurpación por parte de los productos del mercado de masas, el art decó mantuvo un toque de glamour durante las décadas de los veinte y los treinta.
Revolución en la escultura
En las dos primeras décadas del siglo XX, la escultura dio un salto gigantesco. El principal impulso lo proporcionó el cubismo. Durante el período de cubismo sintético, Picasso experimentó con nuevas ideas tridimensionales, utilizando papel, estaño, cuerdas y «objetos encontrados». Esto les dio un nuevo sentido a las masas escultóricas. Los huecos entre las estructuras llegaron a tener casi tanto significado como las formas sólidas.
A partir de 1917, el ruso Vladimir Tatlin (1885-1953) empezó a crear montajes similares. Para Tatlin, su obra era más que escultura: era una fusión de arte y arquitectura que expresaba las aspiraciones de la nueva y revolucionaria clase industrial de Rusia. Llamó a su movimiento constructivismo.
El escultor estadounidense Alexander Calder (1898-1976), establecido en París, se inspiró en las ideas constructivistas y en las formas semiabstractas creadas por los pintores surrealistas, y produjo delicadas esculturas hechas con planchas metálicas suspendidas de barras y alambres, que se movían con las corrientes de aire.
El rumano Constantine Brancusi (1876-1957) trabajó en París desde 1904. Al principio tallaba esculturas sólidas, pero más adelante se dedicó a crear formas aerodinámicas prácticamente abstractas, como su “Pájaro en el espacio”. El británico Henry Moore (1898-1986) llevó las formas orgánicas, como el desnudo reclinado, hasta los límites de la abstracción.
Estilo internacional
Los principios de la Bauhaus fueron adoptados por numerosos arquitectos de Europa y Estados Unidos, y evolucionaron hasta convertirse en lo que se dio en llamar «estilo internacional» (el título de un libro sobre arquitectura publicado en Estados Unidos en 1932). Sus principales características eran: ausencia de ornamentación, formas limpias y rectilíneas, líneas horizontales de ventanas, tejados planos, plantas y alzados asimétricos, interiores diáfanos y espaciosos, y predilección por el color blanco. El efecto general era de una luminosidad y transparencia sin precedentes.
El arquitecto suizo Le Corbusier (Charles Édouard Jeanneret, 1887-1965) fue uno de los principales innovadores. Se esforzó por reinterpretar los hábitos de vida en términos arquitectónicos, tanto a nivel de viviendas individuales como de ciudades enteras. Sus sellos personales son las columnas de soporte, los tejados planos y el hormigón armado.
En Estados Unidos, a partir de los años treinta, Mies van der Rohe y Walter Gropius -que trabajaban principalmente con acero y cristal- tuvieron oportunidades para poner en práctica sus teorías de la Bauhaus, a una escala que se les había negado en Europa. A estas alturas, el «estilo internacional» era adoptado por otros muchos arquitectos, que lo aplicaron a fábricas y oficinas, y también a algunas viviendas paniculares. El estilo se adaptaba bien a los edificios comerciales, donde la modernidad se consideraba adecuada; en las viviendas particulares resultaba más polémico, y se rechazó con frecuencia por considerarlo pretencioso. Sin embargo, después de la segunda guerra mundial se difundió tanto que llegó a estar considerado como el único estilo de arquitectura moderna y se utilizó sobre todo en bloques de pisos. Su estética austera se adaptaba a la producción en masa, en una época en que era preciso construir con rapidez un gran número de edificios nuevos.
Neue Sachlichkeit
En Alemania, la desilusión general provocada por la primera guerra mundial sirvió de inspiración a un pequeño grupo de artistas que formaron un movimiento poco definido, que en 1925 se bautizó como “Neue Sachlichkeit” (Nueva objetividad). Sus principales componentes eran Max Beckmann (1884-1950), Otto Dix (1891-1969) y George Grosz (1893-1959). Su obra criticaba y satirizaba las actitudes burguesas, la corrupción oficial, los valores establecidos y los vicios urbanos. La actitud política de estos artistas les aseguró la hostilidad de los nazis, que los calificaron de degenerados, persiguieron a Dix y obligaron a Beckmann y Grosz a huir de Alemania.
El principal precursor de la Nueva objetividad fue el brutal realismo del caricaturista del siglo XIX Honoré Daumier. El interés de estos artistas por retratar el mundo real, aunque fuera de manera grotesca, seguía una dirección contraria a la de gran parte del arte modernista, que se concentraba en explorar el mundo interior de la imaginación.
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