Arte en la segunda mitad del siglo XX
El expresionismo abstracto
Finalizada la Segunda Guerra Mundial, reaparece en la escuela de Nueva York el movimiento expresionismo, pero adoptando formas abstractas. Este expresionismo abstracto abarca todo lo concerniente a la pintura no figurativa y no geométrica producida en Estados Unidos, y señala la efectiva incorporación a la vida artística internacional de esa zona del continente americano. Esta tendencia basa la imagen en la función expresiva de la materia o de las manchas de color, variante conocida como tachismo.
Recuerdos olvidados por Georges Mathieu. El Tachismo fue una reacción al cubismo y se caracteriza por una pincelada espontánea, goteos y manchas de pintura directamente provenientes del tubo, y a veces garabatos que recuerdan a la caligrafía.
El pop art
Ya en los años setenta surge en los Estados Unidos el arte pop (pop-art) como reacción contra la seriedad del expresionismo abstracto. Esta nueva corriente toma elementos del dadaísmo y del surrealismo y compone obras con elementos del mundo trivial o habitual por medio de un juego engañoso de figuras geométricas y colores chillones, mitificando, a su vez, la cultura visual de masas surgida de la publicidad y exaltando los mitos populares del siglo XIX (Marilyn Monroe, botellas de Cocacola, la bandera de Estados Unidos, etc.). Para la realización de sus obras, los artistas pop utilizaban montajes fotográficos, colores planos y la técnica de la serigrafía.
En esta década y junto al pop-art surgirán una serie de movimientos artísticos conceptuales, en los que es más importante la concepción de la obra que su realización, por lo que intencionadamente se descuida la misma. Entre ellos destaca el arte povera (arte pobre) italiano, el minimal art, el body art y los happen-ings.
El pop art se especializa en el uso de imágenes de la cultura popular tomadas de los medios de comunicación, tales como anuncios publicitarios, comic books, objetos con significado cultural y del mundo del cine.
Minimalismo e instalaciones
Junto con el pop-art convivieron, también, otras tendencias artísticas en las que la concepción de la obra era mucho más importante que su realización, aunque esta última no se descuidara. Un buen ejemplo es el minimalismo o arte mínimal, consolidado en Estados Unidos a partir de 1965, que despoja a los objetos artísticos de todo artificio y lo reduce a las estructuras simples y esenciales, por lo que la intervención del artista en la realización material de la obra es mínima. Además, suponen un avance con respecto al arte anterior en el sentido de que establecen relaciones con el espacio que las circunda.
Las obras de Karl André representan ampliamente esta concepción, junto con las de Donald Judd (1928-1994), que integra el espacio como parte de la obra. Esta tendencia explotará por tanto la instalación, una nueva forma de exposición en la que el recorrido del visitante importa tanto o más que la obra misma; esta es la razón de que, a partir de este momento, el arte revista a su espectador de una importancia fundamental y lo invite a participar en el proceso: se establece así el paso del arte contemplativo al arte participativo.
“Bloques sin tallar” escultura de Karl André. El minimalismo es la predisposición a reducir a lo esencial, a despojar de elementos sobrantes. El término “minimal” fue utilizado por primera vez por el filósofo británico Richard Wollheim en 1965 para referirse a las pinturas de Ad Reinhardt y a otros objetos de muy alto contenido intelectual pero de bajo contenido de manufactura.
Eva Hesse (1936-1970) responde a las expectativas del espectador integrando sus estructuras en un espacio susceptible de ser invadido por él; Robert Morris (1931), más versátil y seguidor de nuevas orientaciones, se acercó, con su obra Casa de los Vetti, a la tendencia que en Italia había asumido el minimalismo y lo había transformado a su manera para crear una nueva tendencia más simbólica: el arte Povera (arte pobre). La obra Die (1962) de Toni Smith (1912-1980) manifiesta activamente la concepción objetual del arte, mientras que Sol LeWitt (1928) establece un distanciamiento total entre idea y realización, pues reduce su intervención a instrucciones con respecto al montaje de sus propias obras.
El arte conceptual
El arte conceptual, como el minimalismo, da más importancia a la idea de la obra que al proceso y resultado práctico de su realización. Los antecedentes de esta manera de entender el arte se encuentran en el minimalismo o incluso mucho antes de éste: ya las vanguardias, y dentro de ellas artistas como Duchamp e Ives Klein inician el camino que llega hasta el arte conceptual. Sin embargo, Joseph Kosuth augura con su obra Art as an Idea as Idea (1966), considerada un auténtico manifiesto de esta tendencia artística, los presupuestos conceptuales.
El arte conceptual o idea art es una tendencia artística en la que la conceptualización de la obra es más significativa que el objeto o su forma palpable.
En realidad, todos estos artistas compartían una ideología que cuestionaba y criticaba la naturaleza de producto de consumo que el arte había adquirido a lo largo de los años precedentes; esta mercantilización pretende ser contrarrestada mediante la desmaterialización de la obra, por lo que su expresión se ve reducida a la mínima expresión objetual. No es por tanto un arte para ver, sino para pensar, y el objeto artístico se convierte en un mero soporte de la información, de la idea del artista, que es el bien más preciado. Esta concepción asentó las bases, además, de la creación del Derecho Intelectual, en lo referente a la definición de autor y de obra susceptible de ser registrada como propiedad.
Es en definitiva lo sensorial, lo apreciable físicamente, lo que se pierde con el arte conceptual, y la obra de Piero Manzoni, aunque es considerado sólo un precursor, así lo demuestra. Su famosa Mierda de artista (1961) es una completa ironía sobre el valor económico del objeto considerado artístico y devuelve al creador la capacidad de determinar qué es y qué no es arte. Sin embargo, otros artistas como Marcel Broodthaers llevan la ironía hasta tal punto que intentan rematerializar la obra de arte, como se demuestra en su proyecto del Musée d'Art Moderne, Département des aigles, desarrollado entre 1968 y 1972.
“Mierda de artista” es el título de una obra escultórica del artista conceptual Piero Manzoni, exhibida el 12 de agosto de 1961 en Italia. Son 90 latas de metal que contienen, según la etiqueta firmada por el autor, Mierda de artista. Manzoni realiza una sarcástica crítica al mercado del arte, en el que la simple firma de un artista con popularidad produce aumentos disparatados en el valor de la obra.
Los Happenings y el Body Art
Los happenigs, acontecimientos artísticos en los que se asienta la corriente que contempla el arte como vida, son una de las aportaciones más grandes de la época contemporánea. En América derivó fundamentalmente de la herencia dadaísta, en Europa se utilizó para criticar los logros de la sociedad tecnocrática, que es considerada como culpable del anquilosamiento del individuo. El cuerpo y el espacio se había convertido en material artístico; la desmaterialización del arte y el deseo de integrar la creación con la vida llevaron a artistas como Paul Thek, en su obra La tumba (1967) a utilizar su propia muerte y sus objetos personales como expresiones de su obra.
Su principal objetivo fue conectar con el flujo de experiencia que sus actuaciones provocaban en el espectador, es decir, intentaron romper la barrera entre los pares tradicionalmente opuestos de arte-vida y creador-espectador. Para conseguirlo, era necesario dominar varias disciplinas artísticas y crear obras que comprendieran las interrelaciones que se pudieran producir entre ellas. En este sentido, Yayoki Kusama alcanzó sus objetivos durante los años 1956-1957 con su obra La interminable habitación del amor, y, a su vez, Jim Dine consiguió conectar con el espectador mediante la experiencia del dolor.
Tres Venus españolas rojas por Jim Dine. 1997. Museo Guggenheim Bilbao.
Esto derivó en una mayor implicación física del artista en su obra, y es así como se crea una nueva expresión que bebe directamente de las fuentes del happening y lo lleva más allá; se trata del Body Art. El cuerpo del artista se convierte en soporte y material para la creación. Aunque Marcel Duchamp fuera, posiblemente, el iniciador de esta tendencia, sin duda el grupo más activo fue el de Viena. Entre ellos, destacó Günter Brus, artista que utilizó el dolor como medio de conocimiento que le permitía no sólo empatizar con los demás sino también criticar la presión y tortura a la que el individuo se ve sometido en las sociedades modernas. Para ello participa en rituales crueles en las que su cuerpo es cortado y pinchado por diversas partes, en una búsqueda, también, de la reflexión crítica del espectador.
El Body Art suele componerse de una representación teatral ritualizada. Algunos ejemplos de ellos son Gina Pane (que en su Control de la muerte (1974), deslizaba sobre su cara tierra y gusanos auténticos), Chris Burden (cuya acción Puerta del Paraíso le provocó diversas lesiones al conectar dos cables de alta tensión sobre su pecho) o Dennis Oppenheim (que en 1971 realiza junto a su hijo Dibujo calcado en dos etapas, en el que indaga en las posibilidades en la transmisión de sensaciones).
El body art es un estilo enmarcado en el arte conceptual. Se trabaja con el cuerpo como material plástico, se pinta, se tatúa, se añaden elementos, se calca, se ensucia, se cubre, se retuerce; el cuerpo es el lienzo o el molde del trabajo artístico.
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