Arte medieval: Prerrománico
Las distintas manifestaciones artísticas de los pueblos bárbaros que se producen en el Occidente cristiano, desde la desaparición del Imperio Romano hasta comienzos del siglo XI, se les conoce como arte prerrománico. Este nuevo arte en una primera etapa, que se extiende desde el siglo V hasta mediados del siglo VIII, se caracteriza por sus raíces germánicas y por el abandono de las tradiciones, tanto clásicas como bárbaras, mediante la acentuación de su carácter cristiano. La segunda etapa está influida por tres hechos trascendentales en la historia de Europa: la presencia de la figura unificadora de Carlomagno; la asimilación del bizantinismo, que penetra a través de Italia, y la dominación islámica en España, puerta de las influencias orientales. Este segundo período se extenderá hasta el primer tercio del siglo XI.
EL ARTE MEROVINGIO, OSTROGODO Y VISIGODO
La desaparición de la vida urbana y de los contactos con otros pueblos supuso el empobrecimiento cultural y la falta de originalidad. Las nuevas representaciones artísticas copiaban modelos romanos con calidad técnica muy deficiente. Junto a ello, la caída del Imperio Romano de Occidente conllevó una fragmentación provincial. El diferente grado de romanización de las provincias del antiguo Imperio fue un factor clave en la conservación del clasicismo cultural. Sólo el cristianismo, a pesar de la diversidad de herejías aparecidas en estos años, sirvió de cohesión cultural y espiritual y fue la semilla del futuro arte románico.
El Mausoleo de Teodorico, es la más prestigiosa construcción funeraria de los ostrogodos. Fue construido por el rey Teodorico el Grande en el año 520 d.C. con la intención de que fuese su tumba al morir.
Entre los estilos que cultivaron los pueblos bárbaros, los más diferenciados fueron el merovingio, el ostrogodo y el visigodo. La arquitectura se plantea como problema fundamental la escasez de medios, tanto técnicos como económicos, y la adaptación de sus sistemas constructivos a las necesidades de la liturgia cristiana. Las construcciones son, en general, sencillas. Utilizan la mampostería y la madera. Sólo los pueblos de origen godo, con mayor tradición cultural, mantuvieron la construcción en piedra, como lo muestra el sepulcro de Teodorico, en Ravena.
Las construcciones de los visigodos se caracterizan también por un fuerte orientalismo que se debe a su largo asentamiento en el bajo Danubio, donde recibieron, además, el cristianismo. El tipo de iglesia durante este período es el basilical con baptisterio de planta central que mantiene la tradición paleocristiana (basílica de San Martín de Tours, baptisterios de Fréjus, Aix y San Juan de Poitiers). Las iglesias visigodas recurren a la planta cruciforme, como sucede en Santa Comba de Bande (Orense) y en San Pedro de la Nave (Zamora). La planta basilical de la iglesia de San Juan de Baños (Palencia), que fue consagrada en el 663, tiene tres naves con arcos de herradura que descansan en capiteles bellamente esculpidos.
La Iglesia de San Juan Bautista es el primer monumento visigodo situado en la localidad de Baños de Cerrato en la provincia de Palencia en España. Es de planta basilical con 3 naves y 3 ábsides.
La escultura de este período es muy escasa y tiene sobre todo carácter ornamental. Cultiva el relieve con intenso claroscuro. Aparece, sobre todo, en los sarcófagos y en los capiteles. Los primeros continúan la tradición paleocristiana, mientras que en los segundos abundan los temas vegetales y zoomorfos con inscripciones. A veces aparecen también escenas bíblicas, como sucede en la pilastra de la iglesia del Salvador de Toledo. El friso exterior y los bajorrelieves del Sol, la Luna y la Virgen entre ángeles, de la iglesia de Quintanilla de las Viñas, se cuentan también entre los mejores ejemplos de la escultura visigoda.
La pintura que conocemos se reduce a las miniaaturas, en las que el carácter caligráfico y el expresionismo son los rasgos más destacados, así lo manifiestan el Evangeliario de Lindisfarne, de origen irlandés. En la industria cerámica se acusó mucho la influencia africana. Existieron alfares en el valle del Guadalquivir, con actividad conocida desde el siglo V al VIII, donde se fabricaron ladrillos con temas ornamentales en relieve. Los alfares españoles produjeron también grandes platos con el monograma de Cristo, el cordero, la paloma y bustos de santos. Esta producción se extendió incluso por tierras francas.
Los talleres broncistas fabricaron objetos litúrgicos, como la patena del siglo VI y el jarro bautismal del siglo VII que conserva el Museo Arqueológico de Madrid. La orfebrería visigoda tenía gran tradición, y alcanzó su máxima calidad en los talleres reales de Toledo. Utilizaron mucho el engastado de piedras, como se puede apreciar en los tesoros de Guarrazar, y el de Torredonjimeno en Jaén, ambos en el Museo Arqueológico Nacional.
Piezas del tesoro de guarrazar. El tesoro de Guarrazar es un tesoro de orfebrería visigoda compuesto por coronas y cruces que varios reyes del reino visigodo de Toledo ofrecieron en su día como “exvoto”.
EL ARTE BIZANTINO
El Imperio Bizantino desarrolló una enorme actividad artística, científica y literaria centrada, fundamentalmente, en la corte, las escuelas y los monasterios. Del Imperio Romano helenizado hereda el cristianismo, y poco a poco se impregna de las influencias egipcias, sasánidas y de Asia Menor. Desde el siglo V hasta el 1453 se desarrolla en Bizancio la cultura más brillante de la cristiandad.
Sus construcciones civiles no llegaron hasta hoy. Sólo se conservan los templos, construidos sobre materiales pobres con predominio del ladrillo, con planta basilical y con un elemento preponderante en torno al cual gira su construcción: la cúpula o Bóveda semiesférica. Ésta se inscribía en las plantas cuadradas de los edificios por medio de las pechinas (triángulo curvilíneo), elemento característico de la arquitectura bizantina. Para contrarrestar el empuje de las cúpulas utilizaban un sistema de bóvedas o medias cúpulas, consiguiendo una estructura llena de elasticidad y dinamismo a base de fuerzas combinadas que se anulan mutuamente.
En la época de Justiniano se llevó a cabo una enorme actividad arquitectónica. Su obra cumbre es el templo de Santa Sofía de Constantinopla. Su elemento esencial es una enorme cúpula de 31 metros de diámetro levantada sobre un espacio cuadrado y sostenida por un equilibrado sistema de empujes laterales. Una larga serie de ventanas iluminan la base de la gran cúpula central, produciendo la sensación de que está suspendida en el aire.
Santa Madre Sofía o Hagia Sophia es una antigua basílica ortodoxa, construida en el siglo VI d.C. y posteriormente convertida en mezquita. Actualmente es un museo en la ciudad de Estambul, Turquía. Es famosa por su enorme cúpula y está considerada como el epítome de la arquitectura bizantina.
Otras iglesias destacables de este momento son la iglesia de los Santos Apóstoles, la iglesia de Santa Irene, la iglesia de San Apolinar en Classe o del Puerto en Ravena, y San Apolinar Nuevo y San Vital, también en Ravena. Tras la crisis iconoclasta, entre los siglos IX y XI, el Imperio vive una segunda Edad de Oro artística. Los nuevos templos son de planta de cruz griega con cúpula central con tambor y cuatro cúpulas menores en torno a ella. Ejemplo es la iglesia de Theotokos en Constantinopla.
Lo más importante y característico del arte bizantino son los mosaicos y los relieves. Heredero del arte paleocristiano, rechaza el moldeado del cuerpo humano y la escultura de bulto redondo desaparece. Nace el gusto por la policromía y el lujo. En los mosaicos resalta el empleo de los colores oro y plata. Las obras maestras de la época de Justiniano se encuentran en Ravena. La iglesia de San Apolinar Nuevo contiene una rica gama de composiciones que constituye el más importante conjunto de mosaicos del arte cristiano.
Tras el período iconoclasta, el arte del mosaico se transforma. Las representaciones se hacen más austeras, más rígidas y su espiritualidad es más acusada. En la cúpula central, que representa el cielo, se sitúa siempre la imagen de Cristo Pantocrátor, Cristo en majestad, sentado, con los Evangelios en la mano izquierda y bendiciendo con la derecha. En la parte inferior de la cúpula aparecen los apóstoles, y en las pechinas, los cuatro evangelistas. La bóveda del ábside se consagra a la Virgen con el Niño sentado sobre sus rodillas. En la bóveda norte figura San Juan Bautista, y en la del sur, el santo local.
Mosaico de la cúpula de la Iglesia de San Vital de Rávena, siglo VI. Se representa a un Cristo joven, flanqueado por ángeles y las figuras del mártir san Vital y el obispo Eclesio, sobre una vegetación florida que representa el Paraíso.
EL ARTE MUSULMÁN
El arte musulmán se caracteriza por ser variado y múltiple debido a los permanentes contactos entre tierras muy lejanas. El elemento unificador será la religión islámica. Los materiales para la construcción son muy modestos (ladrillo, yeso y mampostería). Los soportes más utilizados son la columna y el pilar. Característico de su arte es el arco de medio punto, el apuntado, el de herradura y el de herradura apuntado. Utilizan también la cúpula y la bóveda de cañón. Dentro de la arquitectura, la decoración es un elemento esencial. Utilizan la técnica de labrado del yeso a bisel que superponen sobre los muros, o las cerámicas vidriadas (raramente el mosaico de origen bizantino).
La mezquita o lugar consagrado a la oración es la construcción más importante de la arquitectura bizantina, y su muro del fondo siempre se orienta hacia La Meca. Algunas de las más destacables son la Cúpula de la Roca en Jerusalén y la mezquita de Damasco, ambas del período Omeya, las ruinas de la mezquita de Samarra y la mezquita de Ibn Tulun en el Cairo viejo, del período abasida.
Cúpula de la Roca en Jerusalén Interior de la Mezquita de Damasco
Minarete de la Gran Mezquita de Samarra Minarete y patio interior de la Mezquita Ibn Tulun
El islam no es sólo una religión, sino también la ley que rige a la comunidad musulmana. Sus fuentes de inspiración son una síntesis de elementos de la antigua religión popular de Arabia y de la teología judía, cristiana y gnóstica. En la Península Ibérica existió una importante tradición cultural hispanorromana que se entremezcló con la nueva cultura árabe, dando lugar a la existencia de tres tendencias artísticas: el arte mozárabe (fusión visigoda y omeya), el arte musulmán en sus distintas manifestaciones (período califal, almorávide, almohade y nazarí), y el arte mudéjar (fusión entre formas árabes, románicas y góticas).
Reciben el nombre de mozárabes las poblaciones de origen hispano que durante la dominación musulmana conservan sus tradiciones y la religión cristiana, y se rigen por las leyes visigodas. Del antiguo territorio califal se conservan la iglesia de Bobastro en Málaga y la de Santa María de Melque en Toledo. En la España cristiana destacan San Cebrián de Mazote, Santa María de Lebeña (Santander), San Millán de la Cogolla (Logroño), San Miguel de la Escalada en León, entre otras.
Del arte musulmán lo más destacable es la mezquita de Córdoba, construida aprovechando elementos de la catedral visigoda de San Vicente, la ciudad-palacio de Medina-Azahara, cerca de Córdoba, el Alcázar de Sevilla, el minarete de la Mezquita Mayor en la Giralda y la Alhambra de Granada. Por último, los mudéjares eran lo contrario a los mozárabes. Eran gentes que permanecían en territorio no musulmán mediante el pago de un tributo. Su arte es, de nuevo, una simbiosis entre el arte cristiano y el islámico que pronto se funde con el románico y el gótico, llegando hasta el siglo XVI.
Techumbre mudéjar del Palacio de la Aljafería (1492). Fue señalado en 2001 como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
EL ARTE CAROLINGIO
Con Carlomagno se inicia una profunda renovación del arte europeo que culminará en el románico. Los motores del renacimiento artístico son el emperador y los monjes. Lo fundamental de este arte son los monasterios, debido a la importancia de la vida monacal en este momento. Destaca el de Saint-Gall en Suiza (830). Tiene claustro, cocina, refectorios, dormitorios, escuelas, hospederías para nobles y para pobres, enfermería, baños, huertos y cementerio. Las iglesias carolingias se orientan hacia el oeste, la del monasterio tiene planta basilical e incluye ya las grandes soluciones arquitectónicas propias del románico.
La capilla palatina de Carlomagno, en Aquisgrán, construida por Eudes de Metz, sigue el modelo bizantino de San Vital, en Ravena. Su planta corresponde a un octógono central rodeado por una nave de dieciséis lados, con galerías altas, en una de las cuales, frente al altar, se encuentra el trono de Carlomagno. El emperador seguía desde allí los oficios litúrgicos. La disputa de los iconoclastas había detenido las representaciones escultóricas hasta que el Segundo Concilio de Nicea (787) definió la legitimidad del culto a las imágenes.
La Catedral de Aquisgrán se remonta a la Capilla Palatina construida por el emperador franco Carlomagno a finales del siglo VIII. A partir de este núcleo original, la iglesia fue creciendo durante los siglos posteriores hasta formar el conjunto actual, que es una aglomeración de diferentes estilos arquitectónicos.
Al principio del período las manifestaciones escultóricas son muy escasas. Las obras más bellas se produjeron en marfil, por ejemplo, las tapas del Evangeliarium longum, de Saint-Gall, obra del monje benedictino Tuotilo. Entre las obras de bronce destacan la estatuilla de Teodorico y la presunta ecuestre de Carlomagno (Museo de Louvre). Quedan escasos restos pictóricos, pero se conservan numerosas e importantes miniaturas que funden elementos germánicos, paleocristianos y bizantinos. Un taller importante debió estar en Tréveris (manuscrito de Ada) y otro en Reims (salterio de Utrecht).
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