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Arte nuevo

“Decadencia y erotismo”

“Die Windsbraut” (La novia del viento). Oskar Kokoschka. 1914.

Alrededor de 1900 la llegada del siglo XX generó una febril actividad artística, en busca de nuevas maneras de expresar la modernidad. Durante la década anterior, los artistas podían mirar hacia atrás y contemplar un siglo de extraordinarios avances tecnológicos. Ahora vivían en un mundo de conferencias telefónicas internacionales, luz eléctrica, automóviles, cámaras portátiles e incluso películas. En Londres se estaba construyendo el primer ferrocarril eléctrico subterráneo. En París, la planificación del barón Georges Haussmann (1809-1891), puesta en práctica partir de 1880, había modernizado radicalmente la ciudad. Mientras tanto, en Bruselas -importante centro de la vanguardia desde 1880-, la rápida expansión de la clase media obligaba a buscar un nuevo estilo arquitectónico, libre de los inacabables reciclamientos de las modas del pasado. La solución fue el “Art Nouveau”.

El art Nouveau encajó a la perfección con el simbolismo, y en ambos se aprecian señales de decadencia y de la mentalidad morbosa y amante del lujo que se denominó “fin de siècle” (fin de siglo). A partir de 1900 se impuso un nuevo orden: por un lado, brillante, airoso, materialista y optimista, la “belle époque” del período eduardiano; por otro, estridente y desafiante. Fue un período de manifestaciones artísticas y de escisiones, en el que se proclamaron nuevas y atrevidas visiones del arte y del mundo. El fauvismo, el cubismo, el expresionismo y el futurismo se amontonaron uno sobre otro, estimulados por una serie de conceptos e inventos revolucionarios: el psicoanálisis de Sigmund Freud (1856-1939), la teoría de la relatividad (1905) de Albert Einstein (1879-1955), los inicios de la aviación (1903).

Cristalería de Emile Gallé y mueble de Louis Majorelle

Muchos de los productos más célebres del art Nouveau, como las cristalerías de Emile Gallé (1846-1904) y los muebles de Louis Majorelle (1859-1926), salieron de talleres artesanales especializados.

“Fin de siecle”

El simbolismo y el art nouveau se pueden considerar como los últimos coletazos del movimiento romántico, que había dado bandazos durante todo el siglo XIX. El romanticismo había tenido siempre su lado oscuro: un interés morboso por la decadencia y la muerte, lo oculto y lo sobrenatural.

A finales del siglo XIX, esta tradición resurgió bajo la influencia de los poetas Charles Baudelaire (1821-1867), Arthur Rimbaud (1854-1891) y Paul Verlaine (1844-1896) y alimentada por los simbolistas. El novelista Joris Karl Huysmans (1848-1907) escribió el gran himno de esta tendencia, “Contra la naturaleza”, 1884, la historia de un recluso que se recrea en un arte enrarecido, adora lo artificial y anhela nuevas sensaciones y placeres perversos.

En Inglaterra, el «movimiento estético», surgido en la década de los setenta, defendía el concepto de «el arte por el arte»: el arte no tenía más significado que su propia belleza. Entre sus paladines figuraban el pintor James McNeill Whistler (1834-1903) y el escritor Oscar Wilde (1854-1900). Para algunos, el juicio y condena de Wilde por homosexualidad en 1895 confirmó la caída en la vileza moral.

“Tristán e Isolda”

El mito celta de “Tristán e Isolda”, acerca de una pasión incontenible que acaba en tragedia, era un tema perfecto para el gusto decadente representado por las ilustraciones de Aubrey Beardsley (1872-1898).

Art Nouveau

En 1896 se abrió en París una tienda llamada La Maison de l'Art Nouveau, que ofrecía una variedad de pinturas y objetos de diseño en el estilo de moda. La expresión «art Nouveau» había sido utilizada en 1894 por el diseñador Henri van de Velde (1863-1957), pero fue aquí donde quedó consagrada, al menos en francés e inglés. En alemán y holandés se llamó Jugendstil, en alusión a una revista llamada Jugend. En Italia se denominó “Stile Liberty”, en alusión a Liberty's de Londres (fundada en 1874), uno de los principales distribuidores y difusores del estilo.

Pero todos estos nombres describen el mismo fenómeno: un nuevo estilo de las artes decorativas y la arquitectura, que incorporaba motivos de inspiración orgánica -pavos reales, cabellos ondulantes- con líneas sinuosas y entrelazadas. Cuando se celebró la Exposición de París de 1900, el art Nouveau era la última moda.

Sus primeros practicantes, como Victor Horta (1861-1947) lo habían llamado Style Anglais, reconociendo la influencia de William Morris y el movimiento de Artes y oficios. Otras fuentes de inspiración fueron el diseño japonés, los patrones tradicionales celtas y la sensual asimetría del rococó del siglo XVIII. En 1892-93, Horta diseñó el primer edificio art Nouveau, el Hotel Tassel de Bruselas. Horta era un “ensemblier”: en su residencia privada lo había diseñado todo, desde los muebles hasta los percheros y los picaportes. Su obra era fría, cerebral y con mucho estilo. En cambio, otros diseñadores llevaron el art Nouveau hasta los límites de la extravagancia, acumulando formas orgánicas y zoomórficas, como se ve, por ejemplo, en las estaciones del metro de París, diseñadas a partir de 1900 por Hector Guimard (1867-1942).

Diseño decorativos creados por Victor Horta.

Diseño decorativos característicos del Art Nouveau en el interior del hotel Tassel de Bruselas, creados por Victor Horta.

Los críticos hostiles condenaban los excesos del estilo, considerándolos enfermizos. En sus mejores manifestaciones, el “art nouveau” mantiene un delicado equilibrio entre la elegancia y el exceso, una dualidad bien explotada en las joyas de René Lalique (1860-1945), en las que se combinan ingeniosamente formas orgánicas fluidas y motivos eróticos o brutales, como garras extendidas. En Estados Unidos, el principal paladín del “art Nouveau” fue Louis Tiffany (1848-1933), cuya fama se debe sobre todo a sus lámparas de cristal iridiscente de Favrile. El “art Nouveau” incluía también una rama más contenida y rectilínea, cuyo principal exponente fue el diseñador escocés Charles Rennie Mackintosh.

La secesión de Viena

Alrededor del cambio de siglo se produjeron en Europa varias «secesiones», en las que grupos de artistas y diseñadores radicales declaraban su ruptura con la línea tradicional. La más conocida es la secesión de Viena, debido principalmente a su triunvirato de pintores individualistas y llenos de talento. Gustav Klimt (1862-1918) pintó murales y cuadros que combinaban la originalidad de composición con cualidades decorativas propias de un mosaico. Su discípulo Egon Schiele (1890-1918) dedicó su talento a dibujar perturbadores desnudos, vigorosos y crueles. Schiele y el tercer gran artista del grupo, Oskar Kokoschka (1886-1980), se convirtieron en importantes figuras del movimiento expresionista.

“La virgen”. Gustav Klimt. 1913.

Gustav Klimt, artista austriaco y miembro fundador de la secesión de Viena, inyectó en sus cuadros un erotismo nada disimulado, como se aprecia en “La virgen”, pintado entre 1912 y 1913.

La secesión de Viena no fue tan sólo un movimiento pictórico; también tentó a la arquitectura y el diseño de interiores. En 1898 Joseph Olbrich (1867-1908) construyó una notable sala de exposiciones para la Secesión: un edificio en forma de cubo, con torres en las esquinas, rematadas por cúpulas de hierro. Aún más radical es el Palais Stoclet de Bruselas (1905-1911), diseñado por Josef Hoffmann (1870-1956): una mezcla de estridentes formas rectangulares. La obra de Charles Rennie Mackintosh ejerció una gran influencia, sobre todo después de exponer en la Exposición de la secesión de Viena de 1900. La arquitectura de la secesión de Viena constituyó un eslabón trascendental en la cadena que conecta el art nouveau con la arquitectura modernista surgida tras la primera guerra mundial.

Fauvismo

En 1905, en el vanguardista Salón de Otoño de París, el crítico Louis Vauxcelles vio una escultura rodeada de cuadros de colores chillones y exclamó: «¡Vaya! Un Donatello entre fieras.» A los autores de los cuadros les gustó que se les comparara con fieras salvajes (fauves) y aceptaron el término fauvismo como etiqueta de su arte.

La historia se remonta a 1901, cuando Henri Matisse, un artista de gran talento y estilo posimpresionista, conoció a dos jóvenes pintores, André Derain y Maurice de Vlaminck. Durante los cinco años siguientes, los tres se dedicaron a explorar nuevas maneras de pintar, utilizando pinceladas expresivas y colores cada vez menos naturalistas.

“El puerto de Londres”. André Derain. 1906.

En 1906, en el apogeo de su período fauvista, André Derain pintó “El puerto de Londres”. Más adelante fue uno de los numerosos artistas de primera fila que diseñaron escenarios y vestuarios para los ballets rusos de Francia.

Los fauvistas ejercieron una gran influencia en el expresionismo, pero, para muchos críticos, su obra carecía de la vehemencia emotiva de éste. Matisse estaba interesado en reproducir el aire majestuoso del arte clásico. Su obra “La alegría de la vida” (1906) poseía una belleza bucólica, pero su dibujo simplificado y sus intensos rosas, amarillos y naranjas se combinaban para crear algo escandalosamente nuevo, y el cuadro confirmó a Matisse como figura principal de la vanguardia. Sin embargo, no tardó en dedicarse a explorar otros campos, y en 1908 el movimiento había quedado prácticamente desintegrado.

Cubismo

El artista Pablo Picasso, que se estableció en París en 1901, ya había obtenido cierto éxito con sus personales pinturas del período azul y rosa cuando, en 1907, pintó un cuadro grande y radicalmente nuevo, que tituló “Las señoritas de Aviñón”.

Esta obra señaló el comienzo de una nueva orientación, en la que Picasso intentó redefinir la realidad visual. Renunció a las reglas tradicionales de la perspectiva para mostrar a la vez diferentes aspectos de un mismo tema, fragmentando la realidad en conjuntos de planos interconectados. Inició una colaboración con el pintor francés Georges Braque, que tenía ideas similares, y en 1908 los dos expusieron juntos en el Salón de Otoño. Una vez más, Louis Vauxcelles encontró un nombre para el nuevo estilo: cubismo.

“Las señoritas de Aviñón”. Pablo Picasso. 1907.

Se ha dicho que “Las señoritas de Aviñón”, de Picasso, fue el primer cuadro modernista. El enfoque de Picasso era analítico: “Pinto las cosas como las pienso, no como las veo”.

En un principio, Picasso y Braque aplicaron su técnica cubista a desnudos, naturalezas muertas y retratos, utilizando principalmente colores sombríos. Más adelante se mostraron más lúdicos y emplearon colores más brillantes, collages e incluso «objetos encontrados».

Los ballets rusos

Las nuevas tendencias del arte, la danza, el teatro, el diseño y la música confluyeron en París en 1909, cuando el empresario ruso Serguéi Diáguilev presentó sus ballets rusos. La compañía de Diáguilev introdujo un nuevo estilo de ballet escénico.

En la compañía figuraban muchos de los grandes nombres del ballet del siglo XX, entre ellas Michel Fokine (1880-1942), Anna Pavlova y Vaslav Nijinski. Diáguilev encargó música a los principales compositores de vanguardia, como Eric Satie (1866-1925), Maurice Ravel (1875-1937) e Igor Stravinski, creador de los ballets “El pájaro de fuego” (1910) y “La consagración de la primavera” (1913).

El éxito de los ballets rusos se basó en la lujosa producción y en la dinámica danza, que echaba por tierra muchas de las tradiciones del ballet clásico. Muchas de las producciones levantaron polémicas y algunos estrenos acabaron en alborotos. La compañía se disolvió tras la muerte de Diáguilev en 1929, y muchos de sus principales talentos se fueron a trabajar a los Estados Unidos.

Nijinski en el ballet ruso “La siesta de un fauno”, 1912.

Nijinski dirigió la coreografía y bailó en el ballet ruso “La siesta de un fauno”, con música de Claude Debussy y diseño del ruso Leon Bakst. Foto de Adolf de Meyer, 1912.

Expresionismo alemán

Mientras los fauvistas derrochaban color en Francia, en Alemania se desarrollaba un movimiento muy similar, “Die Brücke” (El Puente) grupo fundado en 1905 en Dresde por Ernst Ludwig Kirchner y Karl Schmidt-Rottluff (1884-1976), al que más tarde se unió Emil Nolde (su verdadero apellido era Hansen). Sus miembros utilizaban distorsiones físicas y colores vivos, y uno de sus temas recurrentes era la tensión emocional.

En 1911 un segundo grupo de expresionistas formó en Múnich, “Der Blaue Reiter” (El Jinete Azul). Su enfoque era más diverso y lírico. Mostraban especial interés por el arte “naif”, popular e infantil, una influencia que se aprecia sobre todo en las delicadas imágenes del pintor de origen suizo Paul Klee. El ruso Vasili Kandinsky dio un importante paso hacia el arte abstracto con una serie de lienzos no figurativos titulados “Improvisación” (1911-13).

El expresionismo se manifestó también en el teatro, como rebelión contra el realismo, con obras distorsionadas y de gran carga emocional. Esta tendencia llegó a la madurez con obras como la trilogía “Gas” (1917-1920), del alemán Georg Kaiser (1878-1945).

“Caballitos amarillos”. Franz Mare. 1912.

Franz Mare, cofundador de “Der Blaue Reiter” con Vasili Kandinsky, creía que la pintura era capaz de revelar la realidad espiritual de la naturaleza. Pintó estos “Caballitos amarillos” en 1912. Murió en la batalla de Verdún, en la primera guerra mundial.

Futurismo

En 1909 el poeta italiano Filippo Tommaso Marinetti publicó en París el “Manifiesto futurista”. «Un automóvil ruidoso que al correr parece una ametralladora es más hermoso que la Victoria de Samotracia», declaraba en él. Los futuristas adoraban la era moderna y suspiraban por un brillante futuro lleno de maquinaria, dinamismo y velocidad. Se daban cuenta de que el mundo se encaminaba hacia la guerra y celebraban la inminencia de un choque cataclísmico capaz de barrer las telarañas del pasado.

El legado del movimiento lo dejaron sus pintores, que se esforzaron por plasmar el movimiento y el dinamismo adaptando técnicas del cubismo y del simbolismo. Los italianos Giacomo Balla (1871-1958) y Umberto Boccioni (1882-1916) fueron sus figuras principales.

El futurismo llegó a su fin durante la primera guerra mundial, pero más tarde fue adoptado por los fascistas italianos. Su celo revolucionario y su expresión de un concepto del mundo que iba más allá del arte ejercieron un gran impacto en sus tiempos.

“Dinamismo de un perro con correa”, Giacomo Balla. 1912.

“Dinamismo de un perro con correa”, (1912), de Giacomo Balla. El interés de este artista por capturar un solo momento en una serie de planos, se inspiró en su fascinación por la cronofotografía, que le permitieron crear técnicas de movimiento propias del futurismo.

Referencia:
Stewart, R. (1997). Ideas que transformaron el Mundo. Círculo de Lectores.