Cultura popular
“Arte para el mercado de masas”
La influencia de la "cultura norteamericana" en el período de posguerra no se limitó a las bellas artes. A decir verdad, el impacto de la cultura popular estadounidense -expresión del poderío económico, el consumismo y la democracia de EEUU- fue aún mayor. Un colectivo que cada vez adquiría más importancia era el de los jóvenes -los “teenagers”-, que manejaban ya el dinero suficiente para atraer la atención de los anunciantes, las casas discográficas y los estudios cine. El consumismo a la americana se expandió por todo Occidente. A pesar de los prejuicios y del temor a perder la propia integridad cultural, los europeos consumían encantados, películas de Hollywood, rock and roll, pantalones vaqueros y Coca-Cola. Estados Unidos parecía el lugar de donde venía todo lo interesante.
En los años sesenta, Europa comenzó a despertar y a aportar su cuota de innovaciones. Francia había desarrollado un estilo cinematográfico propio, que se llamó “nueva ola” y que ejerció gran influencia. Gran Bretaña se convirtió en una importante fuente de “música pop” gracias a los Beatles, los Rolling Stones y otras bandas, y Londres se reveló como un centro fundamental de la moda y el diseño de lo “Swinging Sixties”. Pero la música pop británica estaba muy influida por la música estadounidense, y los propios Beatles tuvieron que triunfar en EEUU para empezar a ser considerados figuras mundiales.
El fenómeno de la cultura de consumo norteamericana influyó también en el mundo artístico. Los artistas empezaron a comentarla, a tomar elementos de ella y a imitarla. De este modo, la cultura popular llegó a ser al mismo tiempo “arte de calidad” y “arte de masas”.
Rock and roll
El término «rock and roll» se adoptó hacia 1953 como etiqueta comercial para distinguir esta música del rhythm and blues -un estilo exclusivo de los artistas negros- y hacerla más presentable para el público blanco, lo cual era una paradoja, ya que la expresión «rock and roll» era argot negro para referirse al acto sexual. El rock and roll triunfó, impulsado por una industria discográfica en expansión, por las máquinas tocadiscos y por la entonces omnipresente radio. En décadas posteriores ha ejercido una considerable influencia en la evolución de la música popular, que engendró toda la variedad de música eléctrica que ahora se llama simplemente «rock», y que a su vez se subdividió en varias ramas, como el rock progresivo (con influencias del jazz) y el folk-rock, más melódico, y muchos otros.
Hollywood y la “nueva ola”
El Periodo 1930-1949 fue la Edad de Oro de Hollywood, una época en la que los grandes estudios consolidaron su poder sobre la industria y lanzaron grandes estrellas como Ingrid Bergman (1915-1982), Humphrey Bogart (1899-1957) y Cary Grant (1904-1986). Después de la segunda guerra mundial, la industria cinematográfica estadounidense aún poseía la estructura, el dinero y la imaginación necesarios para producir películas de considerable impacto cultural. Pero la televisión ganaba terreno con rapidez, robándole espectadores al cine y obligando a Hollywood a introducir innovaciones técnicas como la pantalla panorámica y el sonido estereofónico.
A finales de los cincuenta y principios de los sesenta empezaron a surgir nuevos centros de calidad cinematográfica, sobre todo en Francia. Jean-Luc Godard (1930- ), Francois Truffaut (1932-1984) y Claude Chabrol (1930-2010) fueron los directores fundamentales de la “nouvelle vague” (nueva ola) del cine francés. El movimiento fue más o menos paralelo a la “nouveau roman”, y las innovadoras películas de Godard, como “Al final de la escapada”, 1959; utilizan una narrativa similarmente fragmentaria. Pero en la práctica, la producción de la “nueva ola” fue muy desigual.
La generación “Beat”
El escritor estadounidense Jack Kerouac (1922-1969) fue el primero en utilizar la palabra «beat» para describir a los que llevaban el estilo de vida bohemio que se popularizó en ciertas partes de Estados Unidos durante los años cincuenta. Decía que acudían a San Francisco para ser «beatificados» como «franciscanos». Como los bohemios de París, los “beats” vivían una vida relajada, experimentaban con nuevas formas de arte y literatura, con la libertad sexual, el budismo zen y las drogas.
Sus coqueteos con la política subversiva inspiraron la denominación de «beatniks», palabra con resonancias rusas (rimaba con “sputnik”). El principal poeta beat fue Allen Ginsberg (1926-1997). Su poema libre “Aullido”, 1956, combinaba argot, ritmos de jazz y un agudo sentido de la angustia. Otros “beats” fueron los poetas Lawrence Ferlinghetti, (1919-2021), Gregory Corso (1930-2001) y Gary Snyder (1930- ) y el novelista William Burroughs (1914-1997).
Dibujos animados
Desde los primeros tiempos del cine se realizaron experimentos con dibujos animados y, desde un principio, en ellos participaron ilustradores de tiras cómicas. Una de las primeras películas comerciales de dibujos “Gertie the Dinosaur” (1909) fue realizada por Winsor McCay (1867-1934), el creador de “Little Nemo in Slumberland” (1905), que muchos consideran el primer comic moderno.
El cine de dibujos animados fue algo primitivo hasta que Walt Disney (1901-1966) aplicó su talento al género en los años veinte. Su primer personaje fue el ratón Mickey, que debutó en “Steamboat Willie” (1928). En aquella época, ninguna película de dibujos duraba más de 10 minutos, pero Disney estaba convencido de que los dibujos animados podían entretener al público durante todo un largometraje. “Blancanieves y Los siete enanitos”, estrenada en 1937, fue el primer largometraje de dibujos y obtuvo un éxito prodigioso.
Disney continuó produciendo largometrajes como Pinocho (1940) y Dumbo (1941). Consciente de las posibilidades comerciales de sus creaciones, Disney construyó en 1955 el primer parque temático, Disneylandia, en Anaheim (California).
Pop art
En 1956 el artista británico Richard Hamilton (1922-2011) realizó un collage titulado ¿Pero qué hace los hogares de hoy día tan diferentes, tan acogedores?, que presentaba similitudes con los collages surrealistas de Max Ernst pero se diferenciaba de ellos en su contenido: una combinación de productos de consumo y fragmentos de anuncios conocidos, que yuxtaponía el glamour con lo doméstico. Hamilton declaró que quería producir un arte “popular, pasajero, prescindible, barato, producido en masa, joven, ingenioso, sexy, divertido, sensual y que diera mucho dinero”. Esta declaración es casi un manifiesto del “pop art”, que llegó a ser el principal movimiento artístico de los años sesenta en Europa y Estados Unidos.
El pop art explora las relaciones entre el arte y la cultura popular. El carácter vulgar de los temas y las técnicas industriales despersonalizadas que se emplean para crear este arte plantean la cuestión de dónde se debe trazar la divisoria entre el arte comercial y las bellas artes. Como las obras de Duchamp, el pop art da a entender que la selección es un elemento clave de la creación artística. Pero los artistas pop fueron más allá, sugiriendo significados emblemáticos en sus obras o utilizando técnicas pictóricas marginales. Por ejemplo, el estadounidense Roy Lichtenstein (1923-1997) pintaba viñetas de tebeo ampliadas, en las que imitaba las tramas de puntos del proceso de impresión en tricromía.
El más famoso de los artistas pop estadounidenses fue Andy Warhol (1928-1987), cuya experiencia como artista comercial fue uno de los determinantes de su obra. Su estudio «La Factoría» era una colmena de creatividad en la que él y otros artistas, a menudo en colaboración, pintaban cuadros, rodaban películas y organizaban happenings.
Algunos artistas pop realizaron obras tridimensionales en la misma línea. El sueco Claes Oldenburg (1929- ) hizo esculturas blandas -con lona o vinilo rellenos de lana- de objetos cotidianos como hamburguesas, batidores de huevos y cucuruchos de helado. Estas obras se burlan del concepto mismo del arte y al mismo tiempo implican que los objetos cotidianos que nos rodean poseen valor artístico.
Op art
En los años sesenta surgió un movimiento artístico poco extenso pero que recibió mucha publicidad, que explotaba los efectos de la ilusión óptica, a base de formas geométricas, líneas muy definidas y colores contrastantes. Como coincidió con el éxito del pop art, se le llamó jocosamente “op art”.
Uno de sus primeros exponentes fue el húngaro Victor Vasarely (1906-1997), establecido en París desde 1930, que creó cuidadosas composiciones de formas geométricas. Pero la artista “op art” más famosa de los años sesenta fue la pintora británica Bridget Riley (1931- ). Sus precisas técnicas y su cuidadosa planificación de colores tenían algo en común con las de los pintores minimalistas; sin embargo, el impacto de su obra es muy diferente: hace que los ojos resbalen y vean movimientos aparentes, un efecto que puede resultar perturbador o curiosamente relajante. Lo insólito del “op art” es que no tiene más pretensiones, aparte del truco con el que sus patrones engañan a la vista.
Arte conceptual
Como otras muchas ramas del arte moderno, el arte conceptual tiene sus raíces en Marcel Duchamp. La idea básica del arte conceptual es que el objeto mismo -el cuadro o la escultura- no es tan importante como el concepto que hay detrás. Dicho concepto puede ser oscuro, complejo, intrigante o totalmente banal.
La tarea del artista consiste en transmitir la idea por el medio que mejor sirva para comunicarla: performance, instalación, texto escrito, vídeo, pintura o una combinación multimedia. Los materiales empleados son simples accesorios, que no tienen ningún valor por sí mismos. De hecho, el arte conceptual representa, en principio, un rechazo de la “obra de arte”, aunque las necesidades económicas pueden hacer deseable su venta.
El arte conceptual tiene inconvenientes. El concepto tiene que merecer el esfuerzo, tanto del artista como del espectador: el artista debe poder demostrar que los métodos empleados para transmitirlo son los más adecuados, y que no se habría podido transmitir mejor el concepto por otros medios. Para tener éxito, el arte conceptual debe convencer al espectador de su integridad como expresión de una idea. Pero si está claro que el concepto se habría podido expresar mejor -por ejemplo, con unas pocas palabras, en lugar de una complicada instalación-, el espectador puede rechazarlo.
Arte cinético
Desde que el artista estadounidense Alexander Calder (1898-1976) introdujo el elemento del movimiento en sus «móviles» de los años treinta, numerosos artistas han explorado las posibilidades escultóricas del movimiento, utilizando, además del viento, motores, fuerzas electromagnéticas y energía hidráulica.
Uno de los pioneros del arte cinético en los años cincuenta fue el artista francés, nacido en Hungría, Nicholas Schüffer (1912-1992), cuya especialidad son las que él llama “torres espacio-dinámicas”, hechas con planchas de plexiglás, partes móviles, música y luces. El artista griego Takis Vassilakis (1925-2019) utiliza imanes y electroimanes en sus instalaciones metálicas abstractas; los imanes provocan movimientos alternantes de atracción y repulsión. Entre las esculturas cinéticas más atractivas figuran las del suizo Jean Tinguely (1925-1991), que, con sus curiosas y divertidas “máquinas”, parodia el mundo del maquinismo y la tecnología.
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