La sociedad feudal
La sociedad feudal
Puede afirmarse, en líneas generales, que los grupos sociales en Europa durante el medioevo estuvieron integrados por grandes clases sociales, con distintas obligaciones y costumbres. Ellas fueron: los nobles, que tuvieron como oficio principal tareas de guerra; los clérigos, encargados de la vida religiosa, espiritual y moral de esa época; los siervos o villanos, dedicados a trabajar en los dominios señoriales, y a cambio recibían la protección del señor feudal.
La sociedad feudal se fundamentaba en las relaciones de dependencia de los individuos, mediante el vasallaje y el beneficio; así surgieron:
El señor feudal, hombre libre, poseedor de grandes extensiones de tierras llamadas feudos. Éste ofrecía protección y tierras a cambio de fidelidad y pagos en especie, tales como tejidos, artesanías, alimentos, entre otros.
Los vasallos eran hombres libres, carentes de riqueza que juraban fidelidad y prestaban sus servicios militares, de consejo o de renta al señor.
Cada señor feudal, según su riqueza o poder, recibía a otro señor como vasallo a así sucesivamente, llegando a ser señor de alguien inferior a él y vasallo de otro superior a la vez. Así se formaba una escala de vasallos de otros vasallos, que terminaba en el caballero. Por debajo de este sólo quedaban los campesinos.
Los tres órdenes sociales
La sociedad quedó estratificada en tres órdenes. "En la casa de Dios unos rezan, otros combaten y los demás trabajan". Así se expresaba un obispo del siglo X, sobre la estratificación de la sociedad en tres estamentos, bien diferenciados en sus obligaciones y derechos. En primer lugar el clero, por el carácter religioso de esta sociedad, las funciones administrativas y educativas que realizaban sus miembros (único sector ilustrado en aquellos siglos) y porque la Iglesia también se feudalizó. En segundo lugar, la nobleza militar, formada por la jerarquía de señores, vasallos y subvasallos, cuya función principal era defender con las armas a la sociedad, por ello tenían el poder político y económico. Finalmente, los campesinos, la mayoría y en servidumbre, formaba la base del triángulo social, la clase trabajadora de la pirámide social, estaban subordinados a la nobleza y al clero, aunque su dependencia jurídica, económica y social cambió mucho según los países y las épocas.
Según la mentalidad cristiana de la época, la pirámide social expresaba, más que la voluntad humana, la voluntad divina. De acuerdo con el pensamiento de San Agustín, la ciudad terrenal debía ser reflejo de la ciudad celestial. Esta era una organización vertical en la que los que trabajaban y los que combatían debían someterse a los que oraban. En esta concepción el ordenamiento social necesariamente era armónico, pues era una creación de la voluntad divina y en consecuencia no se podía modificar.
En la pirámide feudal, el rey se encontraba en la cúspide. En orden descendiente seguían los grandes señores, en orden secular, y el clero (obispos, príncipes, duques, condes), que era dueño de grandes regiones. Luego, la nobleza secundaria (barones, vizcondes, marqueses), dueña sólo de un feudo y un castillo. Seguían en la escala los caballeros, no tenían castillo, pero vivían con el señor y cobraban los impuestos y el peaje. No obstante, todos los miembros de la nobleza gozaban de los privilegios propios de su clase y ejercían atribuciones señoriales sobre los siervos de sus tierras.
En realidad, en el medioevo existieron varias fuerzas sociales y políticas, que muestran otra manera de clasificar la sociedad, así:
Los señores
La nobleza
Como cúspide social de la organización feudal estaba la nobleza, compuesta por los señores de los castillos y el alto clero. La nobleza estaba conformada por los grandes señores, los duques, los condes, los marqueses y los pequeños señores con títulos de caballeros y barones. No obstante, todos los miembros de la nobleza gozaban de los privilegios propios de su clase y ejercían atribuciones señoriales sobre los siervos de sus tierras.
Se formó durante los enfrentamientos con los Normandos (Bárbaros) en Inglaterra y Francia; en Germania tuvo su origen con la invasión de los Eslavos. Una vez pasadas las invasiones, los nobles, acostumbrados a la guerra, desaparecido el enemigo extranjero, siguieron luchando entre sí.
Los frecuentes enfrentamientos entre bandos capitaneados por ambiciosos señores feudales, motivo la intervención de la Iglesia. Fue así como en el concilio de Clermont (siglo XI) el papa Urbano II, proclamó solemnemente la Tregua de Dios, por el cual se prohibían los combates entre el miércoles por la noche y el lunes por la mañana en memoria de la pasión de Cristo, así como en las fiestas de Nuestra Señora o de los santos o durante tiempos de penitencia. En virtud de la misma disposición, los monjes, las mujeres y los niños quedaban acogidos a la protección especial de la Iglesia, y toda acción violenta contra ellos, estaba penada con graves castigos eclesiásticos. Y la paz de Dios, que prohibía atacar villas, monasterios y demás lugares religiosos.
La Caballería
Es la institución típica de la época feudal. Estuvo inicialmente compuesta por grupos de vasallos de señores poderosos. Originariamente, estaba destinada a servir en la guerra a caballo, pero con el tiempo, los caballeros impusieron una serie de preceptos, reglas y ceremonias que hizo de esta institución un cuerpo cerrado al cual difícilmente podían ingresar quienes no estuvieran relacionados familiarmente o por amistad con sus miembros.
Los caballeros habitaban los castillos, en las cimas de las altas montañas o en el centro de los lagos, para hacer más difícil el ataque de los posibles enemigos y más fácil su propia defensa. En su mayoría eran jinetes hábiles y valientes. Cuando no combatían, se dedicaban a asaltar castillos vecinos y ricos señoríos, en búsqueda de riqueza o con el deseo de demostrar su superioridad en la guerra.
El futuro caballero debía descender de padres caballeros o hidalgos (personas de sangre noble). Hasta los siete años de edad, el candidato a caballero permanecía bajo el cuidado de sus padres; luego servía como paje o servidor de un caballero o de una dama en una casa noble en la corte real; allí aprendía las costumbres cortesanas; hacia los catorce años era tomado por el mismo caballero como escudero o doncel en su séquito personal. A partir de ese momento, acompañaba a su señor en la caza y en la guerra. Aproximadamente a la edad de veinte años podía ingresar a la Caballería, oportunidad en la cual se realizaba una solemne y aparatosa ceremonia.
La iglesia canalizo la violencia, convirtiendo la caballería en una institución al servicio de los ideales cristianos: guerrear contra los infieles musulmanes y proteger a los débiles y a los pobres. La espiritualización de los caballeros implico toda una labor educativa, paralela a la formación militar. La caballería exalto el respeto a la mujer, la cortesía, el honor, la religiosidad y la protección.
La elevación moral de la caballería llego al extremo de que la nobleza surgida del desarrollo feudal se identificó con la caballería. El termino caballero pasó a ser sinónimo de noble. No obstante, a finales del medioevo, la institución decayó: muchos caballeros volvieron a ser protagonistas de hechos sangrientos y el terror de los campesinos.
Campesinos, villanos y siervos
Los campesinos no eran vasallos, estaban sometidos a sus amos por vínculos de dependencia laboral, no por juramentos de fidelidad ni de servicio militar. Esta situación no la creó el régimen feudal; venía desarrollándose desde antes y por caminos diferentes al vasallaje. La necesidad de encontrar protectores entre los propietarios de tierras se generalizó mediante la recomendación o solicitud, generalmente escrita, de colocarse al servicio de un poderoso, a cambio de obligaciones laborales.
Cuando el recomendado no poseía nada, el propietario lo instalaba en un lote de sus tierras para que las trabajase y se mantuviera él con su familia. Cuando el recomendado era un pequeño propietario, cedía su tierra al gran propietario a cambio de protección y del permiso para continuar trabajando la tierra cedida. Así, muchas personas libres cayeron bajo la dependencia de los propietarios de las tierras que trabajaban. Los señores propietarios de tierras podían ser o no señores feudales; esto no influía en las relaciones de trabajo.
Los villanos eran hombres libres pero no nobles, llamados así porque vivían alrededor de los castillos formando caseríos o villas. Estaban bajo el poder de otra persona y pagaban una renta al señor feudal, podían cultivar libremente la tierra y disponer de sus cosechas. Con el robustecimiento del feudalismo empeoró su condición, pues al confundirse la propiedad territorial con el dominio político quedaron los villanos a merced del soberano del feudo.
La tierra necesitaba ser trabajada y para este oficio eran delegados de los siervos, denominados siervos de la gleba, individuos de propiedad del señor feudal; su situación era hereditaria. Debian cultivar la tierra y pagar tributos.
Los principales impuestos que pagaban los siervos fueron:
Los habitantes de las ciudades
Población diversa, independiente de la nobleza o del clero, encabezada por una élite de mercaderes, nobles o caballeros unidos por lazos económicos o matrimoniales.
Durante los periodos de paz, los señores feudales organizaban cacerías y torneos que constituían no solo una diversión, sino también un deporte que les permitía mantenerse en forma, ya que podían practicar el manejo de las armas arrojadizas.
En el siglo IX se organizó el primer torneo; se diferenciaba de la guerra sólo porque estaba prohibido matar al oponente. Los perdedores cedían sus armaduras y sus caballos a los triunfadores, que con frecuencia debían pagar un recate por ellos. Hacia el siglo XIV, el torneo fue desplazado por la justa, forma de competencia menos peligrosa, ya que se estableció que las lanzas llevaran puntas de madera y no de hierro.
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