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El método

La reflexión filosófica necesita de la determinación de un proceder o método para lograr su fin de encontrar la verdad. El estudio del problema del método en la filosofía nos permitirá además elaborar un método personal para adquirir conocimiento.

La vida le exige al hombre un método, un sistema para conocer lo que le rodea y para conocerse a sí mismo. En la medida que el hombre conoce se hace dueño de sí mismo, se libera de la ignorancia y se apropia del mundo. En nuestra vida cotidiana vivimos preocupados por encontrar la mejor manera de hacer las cosas y de solucionar los problemas y enfrentar las incertidumbres que nos acosan todos los días. En la medida en que descubramos un procedimiento que nos permita sortear las dificultades, estaremos dotando a nuestros actos de un método, de un modo o camino de resolución de los problemas. Para encontrar este medio tendremos que poner en práctica nuestras habilidades racionales, nuestra observación y nuestra memoria, hasta el punto en que podamos identificar ciertos mecanismos que siempre influyen en la consecución de nuestros propósitos, como reconocer la intención que nos impele a actuar, reconocer los diversos elementos que protagonizan nuestros problemas, establecer un orden, tener claridad del fin que se persigue, y sobre todo, el conocimiento que adquirimos de la experiencia de enfrentar nuestros problemas al análisis de nuestra razón. Al final, una vez tomemos conciencia de estos mecanismos y nos apropiemos de ellos, podremos reconocer para problemas de índole semejante un medio eficaz de resolución y entonces estaremos en posesión de un auténtico método.

LA UTILIDAD DEL MÉTODO

En la vida cotidiana enfrentamos problemas que pueden ser sorteados por la aplicación de un método. Pero hay circunstancias que escapan a cualquier tentativa de organización o prevención. Estas circunstancias son el azar y la suerte. Nuestra vida práctica siempre está expuesta a la presencia de elementos como el azar y la suerte, que se escapan al dominio de nuestra razón y que influyen directamente en el éxito o fracaso de nuestros propósitos.

Porque si bien el azar y la suerte nos pueden ofrecer inesperadamente el fin que buscábamos, también ellos mismos nos pueden arrebatar de las manos los logros de ese modo obtenidos. En cambio, el orden establecido por el método y sus reglas, no sólo nos conducen al fin propuesto, sino que puede constituirse también en el punto de partida de otros caminos, de manera que nos ofrezca de modo más completo y pleno el propósito original o inclusive, nos otorgue mayores beneficios de los inicialmente previstos, fines no precisados porque se desconocían o porque no se alcanzaban a comprender. Mientras nuestros propósitos sean racionales, podemos depositar nuestra confianza en los métodos para cumplirlos. No podemos pedirle al método que resuelva asuntos ajenos a su naturaleza, es decir, asuntos en donde intervenga el azar, la suerte, la fe o similares. Al método le podemos exigir resultados siempre y cuando esos resultados sean estrictamente racionales.

EL MÉTODO FILOSÓFICO

La busqueda del camino

El hombre que aspira a encontrar la verdad parte siempre de la constatación de su propia ignorancia, y entiende que la labor que le espera es ardua y difícil, pero además que la recompensa será el cumplimiento de la más alta aspiración humana: el conocimiento, el saber, y una vez se está en disposición de emprender este trabajo, surge la pregunta de cómo llevarlo a cabo, es decir, por dónde empezar, cuál camino seguir, adónde se debe llegar. Estas inquietudes ponen de presente el problema del método en la filosofía y de su resolución o de la posición que se tome al respecto, dependerán en buena medida los resultados que se alcancen en la indagación filosófica. Pero este problema no debe entenderse como algo ajeno a la propia reflexión filosófica, con la cual se pretende dar razón del mundo y de las cosas. Así como tampoco constituye un paso anterior o preparatorio para la tarea especulativa. Al contrario, el problema del método surge con la conciencia filosófica y el camino que elija para asegurar el objetivo de encontrar la verdad, estará señalado explícitamente por el método que se determine.

Toda reflexión filosófica parece surgir del asombro inicial, del deslumbramiento interior que experimenta todo aquel que es capaz de ver el mundo que lo rodea como un misterio por resolver, en donde las cosas adquieren un sentido mucho más profundo que el que le otorgamos en la vida diaria. Es una certeza intuitiva que ilumina las inquietudes que se ha planteado el filósofo, una vez ha abordado el asombro que le produce enfrentarse con el mundo. El papel del método filosófico es convertir esta certeza intuitiva en un discurso articulado. Es decir, el conocimiento de la certeza intuitiva debe desarrollarse con el método para que pueda ser comunicable. Luego el método es el camino que debe seguir toda reflexión. El método es la ruta hacia el logro de hacer comunicable la verdad, volverla patrimonio común de los hombres. El método es el medio por el cual se desenvuelve la verdad.

Edmund Husserl Edmund Husserl (1859-1938)

La evidencia. Para poder hablar de saber, en el sentido más estricto y más riguroso, es necesaria la evidencia, la luminosa certeza de que lo que hemos reconocido es, o lo que hemos rechazado no es; certeza que es preciso distinguir, como es sabido, de la convicción ciega, de la opinión vaga, por resuelta que sea, si no queremos estrellarnos en los escollos del escepticismo extremo. Todo auténtico conocimiento, y en especial todo conocimiento científico, descansa, pues, en último término, en la evidencia; y hasta donde llega la evidencia, llega el concepto del saber.

EDMUND HUSSERL, Investigaciones lógicas

El comienzo del camino

Para los antiguos filósofos griegos, la certeza no sólo daba pistas sobre la verdad buscada, sino que también mostraba el camino que conducía a esta verdad, es decir, en las características y propiedades de la certeza se puede determinar las características y propiedades del método gracias al cual guiamos nuestros pensamientos en la búsqueda del conocimiento.

Precisamente la palabra método procede del griego odas (camino) y hace referencia al poseer o disponer de cierta vía para alcanzar un determinado fin. No es cualquier camino el que nos conduce a nuestra meta, al contrario, la importancia del método radica en que es un orden que se opone a la suerte o al azar, pues a diferencia de éstos, el método propone o aspira a ser un camino directo, cierto que conduzca sin vacilaciones a la confirmación de la meta prevista. 

EL MÉTODO Y SUS PROPIEDADES

Características del método

Es propio del método poseer ciertas características que determinarán el procedimiento adecuado que debe seguirse. Más que reglas, estas características obedecen, en la mayoría de los casos, a prácticas que deben ejecutarse, estableciéndose con ello un proceso riguroso que debe ser seguido escrupulosamente.  Muchas han sido las posiciones filosóficas que buscan explicar el mundo y, por lo tanto, muchos son también los métodos seguidos por los filósofos, tantos, que sería imposible dar cuenta de todos. De hecho, existen tantos métodos como posturas filosóficas, se dan casos de concepciones filosóficas que utilizan más de un método y el concepto mismo de método depende directamente de los distintos conceptos o formas de entender la filosofía. Pero, por encima de las distinciones filosóficas, los métodos surgen de una noción o idea -que hemos llamado intuitiva-, que ejemplifica el procedimiento y las características que le deben ser propias. Además, la mayoría de los métodos se constituyen a través de su uso, de la experiencia que otorguen y de los resultados que ofrezcan. Por lo tanto, el método no se inventa de la nada, sino que brota del campo específico en el que ha de aplicarse.

Otra característica para resaltar de los métodos es que su aporte principal es ofrecer un auxilio orientador con el que se dé razón tanto de los medios como de los fines involucrados en su uso, en la medida en que se cumplan las condiciones implícitas a cada método. Es decir, el método ofrece conocimiento no sólo de los fines alcanzados, sino también de las etapas previas y de los elementos involucrados en la obtención de los fines.

Friedrich Hegel Georg Wilheim Friedrich Hegel (1770-1931)

La filosofía -según Hegel- es su propio tiempo captado en pensamientos. El filósofo tiene por tarea articular con conceptos las experiencias más profundas de la propia época, para que los hombres nos comprendamos mejor, sepamos más acerca de nosotros mismos. Quien no conoce la historia no es dueño de sí mismo, sino esclavo. Para ser dueño de sí mismo es preciso ir desentrañando en la trama de la historia cómo los seres humanos hemos ido conquistando poco a poco la libertad. Por eso, los tratados de Hegel más complejos van trazando un marco sistemático, todo un sistema, con el que podemos interpretar mejor esa conquista de la libertad que no se produce de forma lineal, sino en un entrelazamiento de avances y retrocesos.

El método ideal

A partir del Renacimiento, el deseo de encontrar un método que sea universal, es decir, que pueda aplicarse en cualquier ámbito y para cualquier tipo de conocimiento, ha sido constante. Este hecho es decisivo, pues ha determinado que en el campo de nuestras reflexiones filosóficas, no solamente nos ocupemos de las cuestiones relativas a la naturaleza del método que seguimos, sino que también nos preguntemos si hayo no algún método más adecuado que otros para el propio filosofar.

La pregunta ya no es cuál es el modo más efectivo para encontrar la verdad, sino si existe acaso un método único y verdadero para hallarla. Y este método verdadero bien puede constituir la naturaleza de la realidad que pretendemos explicar -como pasa con la dialéctica hegeliana- o el asunto propio de toda investigación filosófica, como piensan algunos filósofos contemporáneos. De hecho, para la filosofía moderna el método tiene valor por sí mismo. A diferencia de los medios de los que nos valemos en la vida diaria, el método ha llegado a constituir, él mismo, el objeto de estudio con relación a la verdad que la filosofía busca, en donde el camino para encontrar la verdad puede ser la misma verdad buscada.

Referencia:
Valero, C. (2000). Filosofía 10. Editorial Santillana S.A.