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Globalización

La globalización es un proceso fundamentalmente económico que consiste en la creciente integración de las distintas economías de los países en una única economía de mercado mundial. Permanentemente escuchamos hablar, a través de distintos medios, que vivimos en un mundo globalizado. Ya en la década de 1960, el escritor Marshall McLuhan había utilizado la expresión aldea global para referirse a las características que el planeta comenzaba a adquirir a partir de los adelantos de las telecomunicaciones, que permitirían que la información llegara, en forma instantánea, a todos los lugares del mundo. Esto también significa que los acontecimientos cotidianos de cualquier lugar se ven influenciados por procesos lejanos que, aparentemente no tienen relación con los de allí. La instalación o cierre de sedes empresariales, los movimientos financieros y las crisis económicas, son procesos que afectan a todo el mundo y no solo a los centros económicos donde se toman o desarrollan estos procesos.

La actual facilidad y rapidez de las comunicaciones a distancia ha incrementado los flujos entre los distintos lugares del planeta. Los movimientos pueden ser de mercaderías o de personas, de capital, de información o de ideas, pero todos se caracterizan por su volumen creciente y por la mayor facilidad con que se realizan. La homogeneización de las costumbres, en especial de las tendencias de consumo, son una característica distintiva del mundo actual. De esta forma, el mundo funciona cada vez más como un verdadero sistema integrado, formado por múltiples componentes estados, ciudades, empresas, universidades entre otros. Por esto se habla del mundo como un sistema mundial.

La globalización como proceso

En términos generales, se puede decir que, a lo largo de la historia, los grupos humanos han pasado de vivir aislados a entrar en contacto con los demás, ampliando su radio de acción. Algunas veces ese acercamiento se hizo en forma pacífica, a partir del intercambio de mercancías e ideas; en otras ocasiones se basó en la conquista y explotación de unos pueblos por parte de otros. El desarrollo de la navegación del siglo XV suele considerarse como un gran impulsor de este proceso, en la medida en que permitió la expansión europea por América y el océano Índico.

Así, entre los siglos XVI y XVIII tuvo lugar la emigración de numerosos colonos, la difusión de su cultura y la creación de una economía extractiva cuyos recursos agrarios y minerales se destinaban a las metrópolis, sentando las bases de las desigualdades en la posesión de riquezas que se mantendrían en el tiempo. Por otra parte, hay que señalar que esta expansión abarcó una porción limitada de la superficie del planeta, y que extensas áreas quedaron excluidas de este proceso.

Con la Revolución industrial que se inició en algunos países de Europa a fines del siglo XVIII, el área y las sociedades interrelacionadas se ampliaron considerablemente. Se establecieron territorios coloniales a través de los cuales las potencias occidentales se repartieron la mayor parte del planeta. Delimitando sus respectivas áreas de influencia, se formaron los mayores imperios coloniales, como el de Gran Bretaña. La acción de los gobiernos estuvo acompañada por la de grandes compañías mineras, ferroviarias y financieras. Las relaciones basadas en la desigualdad son una característica fundamental de este proceso.

El siglo XX ha sido escenario de una profundización de este proceso de integración creciente, que hoy abarca a todo el planeta, aunque lo haga de maneras muy diversas. El fin de la era colonial dio lugar al surgimiento de nuevos estados, que interactúan entre sí en el contexto del sistema mundial. Las grandes empresas también operan a escala planetaria, al igual que los medios de comunicación, que trasmiten información a la vez que van difundiendo ideas y valores que parecen tornarse universales.

Los Estados en el sistema mundial

En la actualidad, existen alrededor de 200 Estados, cuyos territorios abarcan prácticamente la totalidad el planeta. Estos Estados son muy diferentes entre sí, tanto por la superficie de sus territorios, como por la población que vive en ellos, su nivel de riqueza y bienestar, o el tipo de vínculos que establecen, entre otros. Las diferencias llevan a que los Estados tengan distintos grados de poder, es decir, de capacidad para alcanzar sus objetivos y de oponerse a quienes los obstaculicen. Y es desde la posición que su poder les otorga que los Estados se relacionan con otros en el marco del sistema mundial. Las relaciones de poder que se establecen dentro de la política internacional en la que tienen lugar las relaciones entre los estados permiten diferenciar, por un lado, a los que detentan una posición dominante, es decir, los poderosos y, por otro, a los estados que mantienen una posición dependiente, dada su menor cuota de poder.

Los más poderosos reciben la denominación general de países centrales, en función de la posición de dominio y primacía que detentan en el sistema mundial. Tienen una alta capacidad de influir sobre los restantes, y de defender sus intereses. Asimismo, son los países más ricos y desarrollados, los que normalmente establecen las reglas de juego en los intercambios económicos, por su gran capacidad para generar nuevas tecnologías, porque disponen de capital y porque poseen las empresas más grandes y eficientes. En estos países, además, las condiciones de vida de sus habitantes son mejores y el bienestar alcanza a la mayoría de ellos.

Por su posición en el sistema mundial, los países menos poderosos reciben el nombre de países periféricos o países dependientes, pues siempre dependen en distinta medida de las decisiones que tomen los países centrales. Son también los países más pobres, es decir, los subdesarrollados. Sus importaciones generan pocos ingresos que no alcanzan para desarrollar sus economías, lo que los mantiene en dependencia con la importación de capitales, de tecnología, y también de bienes que no pueden producir. Las condiciones de vida de sus poblaciones son deficientes, y un porcentaje variable, pero siempre alto, de sus habitantes vive en la pobreza.

La economía global

El mundo actual también se caracteriza por la existencia de una economía global, en la que las actividades y los mercados trascienden las fronteras de los estados, desplegándose por todo el planeta. Esto ha sido posible por la convergencia de una serie de factores:

- El conjunto de las nuevas tecnologías. En ellas, sobresalen el transporte y las telecomunicaciones, ya que permiten abaratar costos, disminuir los tiempos e intercambiar información rápidamente. Las nuevas tecnologías de producción también permiten producir bienes con características y calidades similares en distintos puntos del planeta, lo cual facilita su intercambio. Finalmente, los cambios en la tecnología de producción están acompañados por nuevas formas de gestión y nuevas normas estandarizadas que organizan la producción.

- Establecimiento de políticas económicas liberalizadoras promovidas por los gobiernos de los diferentes Estados. Entre estas se encuentran las que redujeron las barreras proteccionistas favoreciendo el movimiento de mercaderías y capitales. Otras medidas han facilitado las condiciones de intercambio económico entre los países. Entre estas se encuentran los acuerdos aduaneros y la creación de mercados regionales, como el Mercosur, la Unión Europea o el Nafta.

Referencia:
Maldonado Zamudio, C.A., Prieto Ruiz, F.A., Cote Rodríguez, J.A. y Cobos Pinzón, F.A. (2010). Hipertexto Sociales 9. Editorial Santillana S.A.