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Economía socialista

Las ideas de la economía socialista

En la medida que el capitalismo fue creciendo, se desarrolló una pro­puesta económica que se le opo­nía: el socialismo. Muchas de sus propuestas se habían desarrollado en la antigüedad, heredadas algu­nas del cristianismo primitivo.

El socialismo utópico

Las ideas de la economía socialista, que se desarrollaron entre los si­glos XVI y XIX, reciben el nombre de utópicas porque sus pensadores tendían a considerar los problemas sociales y la difícil condición del pueblo como resultado de las defi­ciencias de las sociedades imper­fectas. Pensaban que el individuo era bueno por naturaleza, pero los efectos dañinos de su contacto con la sociedad daban como resultado su degradación. Para abolir la codi­cia, la explotación, el crimen y otros aspectos indeseables, los utópicos pensaron en reformar la sociedad, modificando las instituciones polí­ticas y económicas. Entre los pen­sadores más sobresalientes en esta línea de pensamiento económico encontramos:

William Godwin (1756-1836). Explicó sus ideas en el libro Justicia Política. Fue un firme partidario de la teo­ría del medio ambiente, según la cual el hombre no es por natura­leza ni bueno ni malo, y que su carácter se forma totalmente con su medio ambiente. Al ver las condiciones sociales existen­tes, llegó a la conclusión de que las instituciones legales y políti­cas sólo servían para salvaguar­dar los intereses de los ricos, a expensas de los pobres, que constituían el grueso de la pobla­ción. Opinaba que la propiedad pertenecía a quienes más la necesitaban, por lo que desarro­lló la teoría de distribución equi­tativa de la propiedad.

Henri-Claude de Saint-Simon (17 de octubre de 1760 - 19 de mayo de 1895). Pertenecía a la nobleza francesa. A partir de la reflexión sobre el orden feudal, que había dejado de ser útil, desarrolló sus ideas acerca de las nuevas condiciones económicas y sociales que provocaron la industrialización. El objetivo de Saint-Simon era proporcionar pautas apropiadas a la nueva etapa de desarrollo econó­mico. Además consideraba que la ociosidad era abominable y que todos los hombres tenían la obli­gación de trabajar por el bienes­tar general. Creía en la igualdad total, pero en la igualdad de opor­tunidades, más que en la sociali­zación de la propiedad. Al tiempo que toleraba la propiedad priva­da, pedía que la propiedad y la riqueza se utilizaran para benefi­cio de toda la sociedad.
Robert Owen (1771-1858). Hizo fortuna como industrial, pero también desa­rrolló experimentos más radica­les de reforma social, con los que no tuvo buen éxito. Se opu­so por completo al concepto del individualismo, que creyó era la fuente de la mayoría de los problemas. Condenó además la institución de la propiedad pri­vada, pues había llegado a creer que esta daba origen a muchos males en la sociedad. Owen apoyó el concepto de coopera­ción y un sistema de propiedad comunal para lo cual creó peque­ñas comunidades cooperativas que combinaban la agricultura y la industria con la propiedad comunal de la tierra y el capital. Los experimentos que realizó con sus paralelogramos, como llamaba a sus comunidades idea­les, en New Harmony, Indiana, y en otros sitios, fracasaron. Owen se encontró así con el dilema que siempre tuvieron los socialistas utópicos que esperan perfeccio­nar al hombre por medio del mejoramiento del medio social.

 Robert Owen

La economía marxista

Un gran cambio en las ideas econó­micas tuvo lugar con Karl Marx (1818-1883) quien, a diferencia de los socialistas utópicos, creó el socialismo cientí­fico, basado en una sólida reflexión económica. Su interés por estudiar la estructura económica se debió a la necesidad de explicar las carac­terísticas de las diferentes formas del Estado y de las instituciones ju­rídicas. Su análisis lo llevó a cabo desde la economía política, lo que le permitió llegar a la conclusión que las raíces de las diferencias se encontraban en lo que llamó la suma total de las condiciones materiales de vida social. De esta conclusión derivaron los dos aspectos que constituyen la base de su análisis económico: la interpretación eco­nómica de la historia y la teoría de la lucha de clases.

Karl Marx

Para Marx, el motor de la historia es la economía. El principio que per­mite su desarrollo son las relacio­nes sociales y su constante lucha por el control de los medios de producción: Divide la sociedad en clases sociales de acuerdo con la di­visión del trabajo, donde la masa obrera o proletariado es el grupo social que pone en marcha la eco­nomía y genera riqueza en benefi­cio de la clase capitalista, pero sin recibir el valor real de su trabajo, es decir, la plusvalía.

Según Marx, es por medio de la lucha de clases que el capitalismo se auto-destruirá, dando paso al socialismo, donde el Estado detenta el control de los medios de producción y desaparece la propiedad privada, antes de al­canzar la última etapa, el comunismo, donde el Estado desaparece para dar paso a la dictadura del proletariado.


En la sociedad moderna según Marx, se han simplificado las clases y por ende polarizado, dando lugar al advenimiento de dos clases: la burguesía y el proletariado.

Marx considera al capitalismo como una parte de la historia de la humani­dad, cuya desaparición conduciría a la última etapa que es la sociedad comunista, donde desaparece la pro­piedad privada, la familia y el Estado. Esta condición, más que ninguna otra cosa, es el rasgo más importante del análisis económico marxista. Marx procuró constantemente relacionar los conceptos económicos elemen­tales, tales como los del valor, tra­bajo, dinero, etc., con las condiciones de la producción capitalista.

Referencia:
Galindo Neira, L. E. (2010). Economía y Política 1. Editorial Santillana S.A.