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2 de octubre de 1968: Masacre en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco

Mitin de tlatelolco
Miles de manifestantes, la mayoría estudiantes, reunidos en la Plaza de las Tres Culturas en el centro de la ciudad de México, en un mitin pacífico el 2 de octubre de 1968.

El 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco en Ciudad de México, es reprimida de manera sangrienta una protesta estudiantil por el grupo paramilitar Batallón Olimpia, conformado por miembros de la policía secreta y del mismo ejército mexicano. Esta matanza, de la que las investigaciones oficiales no dan más de 50 víctimas mortales pero que, en realidad (y esto arde en las conciencias de los gobernantes mexicanos) fueron más de 300 los desdichados mártires, marcó la historia reciente de este país centroamericano que aún se tiñe de amargura por la impunidad en la que quedaron los hechos.

La masacre en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco” ocurrió unas semanas antes de iniciar la “Olimpiada de México 1968” y se dio entre un momento crítico en la Guerra de Vietnam, pero focalizadamente respondió al temor del gobierno mexicano ante la voz de protesta del movimiento estudiantil gestado oficialmente dos meses antes, el 2 de agosto de 1968, y que se convirtió rápidamente en un movimiento nacional formado por estudiantes y profesores de la UNAM, del IPN, y diversas universidades; intelectuales; amas de casa; obreros y profesionales de todo tipo y de varias ciudades de México.

El movimiento dirigido por el Consejo Nacional de Huelga, luchaba en contra de las políticas autoritarias del gobierno del presidente Gustavo Díaz Ordaz. Desde julio de 1968 había empezado sus manifestaciones con marchas, reuniones de los diferentes líderes universitarios, convocatorias a huelgas y el planteamiento de un pliego de peticiones al gobierno nacional donde se solicitaba entre muchas, la libertad de expresión, la autonomía universitaria y la libertad de los presos políticos perseguidos desde el comienzo de su mandato presidencial en 1964.

Ejército mexicano entrando a la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco
Ejército mexicano entrando a la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco

Por parte del gobierno, la creación del movimiento estudiantil desde su misma gestación recibió represión, coacción y aniquilación de su dirigencia y de sus sectores más combativos, recurriendo a detenciones ilegales, maltratos, torturas, persecuciones, desapariciones forzadas, espionaje, criminalización, homicidios y ejecuciones extrajudiciales; e imponiendo la fuerza bruta por encima de ideales visionarios. En septiembre el ejército ingresa a la Ciudad Universitaria y con ello incrementa el descontento de las masas estudiantiles, intelectuales y obreras de todo el país, germinando este la convocatoria a la masiva toma pacífica de la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco.

Aunque para el 2 de octubre de 1968 el movimiento estaba ya declinando con muchos de sus líderes encarcelados, más de 5.000 manifestantes se reunieron en el centro de la ciudad de México, dentro de un ambiente nacional muy tenso y a 10 días de iniciarse los juegos olímpicos. Unos minutos después de iniciada la manifestación, con los líderes que quedaban libres y un orador en el tercer piso del Edificio Chihuahua, un helicóptero del ejército mexicano lanza unas bengalas sobre la multitud. Con esta señal, militares, paramilitares y francotiradores abren fuego contra los 5000 manifestantes, estudiantes en su mayoría. El número de muertos es desconocido hasta la fecha, pero se sitúa entre 300 y 500, con más de 2.000 detenidos que fueron cruelmente torturados en su mayoría aumentando las cifras de víctimas mortales.

Masacre de Tlatelolco

Este fue el más infame y sangriento hecho que haya recibido la comunidad estudiantil e intelectual del país y que marcó el fin del movimiento estudiantil de los años sesenta en México. En la memoria de los mexicanos Gustavo Díaz Ordaz presidente de la nación quedó como responsable directo de aquel genocidio, pero la impunidad general de los gobiernos de los estados latinoamericanos en aras de su conveniencia arrodillada a los países que prestan de sus arcas para su desarrollo económico y social, ha hecho en este caso lo mismo que en la mayoría de los casos siniestros y dolorosos para su pueblo, que la justicia sea ciega, lenta y pocas veces toque a los verdaderos responsables de tan funestos sucesos.

 

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