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El Estado de bienestar

Estado de bienestar

Las diferencias políticas entre comunistas y capitalistas se fundamentan en aspectos económicos. Básicamente, se trata de un asunto de distribución de la riqueza, pues, de un lado, el comunismo considera que la riqueza es un bien común y que el Estado debe tener dominio total sobre la misma, y, de otro lado, el capitalismo considera que la riqueza es el resultado de un esfuerzo individual y que el mercado es el encargado de hacerla circular, independientemente de las manos que la acumulen.

La diplomacia absorbió estas diferencias y contribuyó a establecer un orden mundial en el que las estrategias políticas permitieron forjar dos bloques de aliados, los cuales implementaban la organización económico-política de la superpotencia a la que reconocían como dominante y conveniente. Una de las críticas que se le hacía a los Estados del bloque capitalista tenía que ver con su descuido del bienestar común, ya que la libre competencia entre individuos dejaba, necesariamente, a unos pocos como ganadores y a otros muchos como perdedores, quienes, en la mayoría de los casos, correspondían a las clases obreras y campesinas.

La plusvalía
La plusvalía es la ganancia que el capitalista espera obtener por su inversión. El problema radica en que esa ganancia de la venta, retorna al capitalista y no al trabajador que puso su mano de obra.

Algunos economistas y teóricos políticos de la época decidieron proponer un modo de organización del Estado que contemplara el mejoramiento de las condiciones socioeconómicas de las clases sociales menos favorecidas, se trataba de comprometer a los Estados con los derechos humanos de segunda generación, es decir, con los derechos que buscan garantizar la dignidad económica, social y cultural de las personas.

El Estado de bienestar, denominado también como Estado social, contemplaba un tipo de organización que fue aceptada y adoptada por varios países alrededor del mundo, en su mayoría naciones europeas y Estados Unidos, que impulsaron políticas que favorecían a los empleados y a los campesinos. Estas medidas se enfocaban en el aseguramiento del empleo para todos, sistemas de salud y educación gratuitos, subsidios agropecuarios y de vivienda, y auxilios especiales para desempleados, madres, niños y ancianos.

Este sería un ejemplo de que el orden mundial vigente podía difundir un tipo de organización política aplicable a todos los países que decidieran asumir una economía socialmente responsable. De hecho, el Estado de bienestar se convirtió en un estandarte del sistema capitalista, permitiéndole avanzar a todas las regiones del mundo, estableciendo un modelo económico-político presuntamente efectivo en cualquier lugar.

Educación
El estado benefactor se caracteriza por otorgar dos grandes cimientos fundamentales en la sociedad: educación y salud pública gratuita.

Gracias a este ideal de bienestar es posible que hoy en día las reivindicaciones económicas y sociales sean vistas como un asunto de sentido común, pues mejorar las condiciones de vida de la sociedad mundial se ha convertido en un requisito de la paz duradera entre las naciones.

El avance de la democracia

Con el orden de oposición política entre capitalismo y comunismo, la promoción de los derechos humanos y la proliferación del Estado de bienestar se configuró la institucionalidad internacional que ha dominado el panorama mundial hasta el día de hoy. Esta institucionalidad está compuesta por organizaciones internacionales intergubernamentales (OIG) que son las garantes de una política internacional que impulsa, de manera multilateral, es decir, con la participación de todos los países, la convivencia pacífica entre los Estados y el desarrollo de aquellas naciones donde los índices de pobreza, violencia y desigualdad son bastante altos.

Organizaciones Internacionales Intergubernamentales (OIG)
Las Organizaciones Internacionales Intergubernamentales (OIG) se convierten en instrumentos para alcanzar objetivos en la satisfacción de intereses comunes a los Estados.

Los diferentes acuerdos entre las naciones han dado origen a estas OIG, orientadas a resolver problemas políticos, económicos y sociales de interés, así:

A nivel mundial: la Organización de Naciones Unidas, ONU; el Fondo Monetario Internacional, FMI; la Organización Mundial del Comercio, OMC; la Organización Mundial de la Salud, OMS; y la Corte Penal Internacional.

A nivel regional: la Unión Europea, UE; la Organización de Estados Americanos, OEA; la Unión de Naciones Suramericanas, UNASUR; el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, TLCAN; y la Corte Interamericana de Derechos Humanos, CIDH.

Común a ciertos países: la Organización de Países Exportadores de Petróleo, OPEP; la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN; y el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, TLCAN.

Según la perspectiva de las organizaciones internacionales, que se fundamenta en el punto de vista de los Estados que patrocinaron su creación, son los principios democráticos los que deben establecer la paz entre las naciones y llevar igualdad, libertad y bienestar a todos los países del mundo.

Democracia
La democracia se ha convertido en la depositaria de los valores que sostienen el sistema internacional y en el símbolo de un supuesto triunfo del capitalismo sobre el comunismo.

Puede decirse que la segunda mitad del siglo XX representa la consolidación de la democracia como el sistema político utilizado en casi todos los países del mundo; de hecho, se puede afirmar que la democracia es la base del actual sistema internacional y el requisito para obtener el apoyo de las organizaciones internacionales.

Esta avasalladora propagación de los principios democráticos alrededor del mundo fue lo que hizo decir al politólogo estadounidense Francis Fukuyama que nos encontrábamos ante “el fin de la historia”, pues la expansión democrática demostraría que el modelo económico-político occidental pondría fin a todo conflicto bélico; una situación que, por sí misma, parecería ponerle fin a la historia de la humanidad, la cual está repleta de episodios de guerra.

En esta medida, el sistema internacional y sus instituciones habrían ayudado a que los países se asemejaran en su estructura política y económica, restando importancia a las diferencias sociales y culturales, la cuales, poco a poco, llegarían a igualarse. Este orden político internacional sería, de acuerdo con los agentes que lo promueven, la única política globalmente aceptable, es decir, la única estructura gubernamental que permitiría conseguir la estabilidad mundial deseada.

Referencia:
Ramirez Arcos, F. y otros. (2011). Sociales para Pensar 10. Grupo Editorial Norma.