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Incas: Sociedad y vida cotidiana

Jerarquización social

Pirámide social del Imperio Inca
Pirámide social del Imperio Inca

Organizada en torno a las demandas y mandatos del Estado, la sociedad incaica conoció estrictas reglas de convivencia, cuya violación estaba severamente penada. La vida social toda transitaba por sendas prefijadas, asignándose a cada individuo un rol definido en la pirámide ocupacional y jerárquica de la sociedad.

Realeza

Sapa Inca: líder absoluto de la sociedad incaica, todas las estructuras del Estado estaban bajo su administración.

La Coya: era la esposa del Inca, colla era un título de nobleza entre los antiguos incas, para diferenciar a las mujeres de familia imperial como la esposa del emperador, la señora soberana o las princesas.

El Auqui: en el Tahuantinsuyo no actúo el elemento de primogenitura para la sucesión del trono, sino que se convertía en Inca aquel hijo que parecía poder ser mejor gobernante.

Dos linajes principales existieron en el Imperio Inca, los Hanan Cuzco y los Hurin Cuzco, de los cuales provenía el Inca. Aunque la política incaica parece haber sido estable y progresiva siempre hubo fricciones entre estos dos linajes, principalmente por la descendencia del último monarca por el poder, cuando el Inca moría.

Realeza Inca. Ilustración
Realeza inca. Ilustración.

Nobleza

Nobleza de sangre: llamados “panacas”, eran los miembros directos de la familia del Inca reinante y por ende pertenecientes a uno de los dos linajes del imperio. Formaban la élite cuzqueña. Este grupo cerrado de familiares del Inca se hallaba en la cúspide de la pirámide social y cumplía funciones en el gobierno. El Willaq Umu “el que tiene la palabra” (sumo sacerdote) era pariente cercano del Sapa Inca, ya fuera un hermano o tío, y realizaba el cargo hasta su muerte.

Nobleza advenediza o nobleza de provincia: La nobleza advenediza estaba conformada por aquellos curacas sometidos al poder incaico que juraron fidelidad y sometimiento al Sapa inca. Eran los responsables de recibir los tributos de los ayllus, que luego entregaban al Estado incaico.

Nobleza de privilegio: estaba formada por personas del pueblo que se habían destacado en el ejercicio de sus ocupaciones y, que a sabiduría del inca fueron ascendidos a nobles. Entre ellos resaltan los amautas (sabios y educadores), los administradores contables que eran llamados Quipucamayoc, y los guerreros más valerosos que ganaron territorios para el imperio incaico.

Nobleza de privilegio junto al Auqui. Ilustración
Nobleza de privilegio junto al Auqui. Ilustración.

Pueblo

Se calcula que la población total del Imperio incaico fue de entre 16 a 18 millones de habitantes, en su mayor esplendor. El pueblo estaba conformado por los hatun runa, los mitimaes o mitmacuna, los yanaconas y los piñas.

Hatun runa: era el grueso de la población organizados en ayllus. Hatun runa significa “hombre mayor” lo que indicaba que la persona ya estaba preparada para cumplir una función en la sociedad sirviéndole al Estado. Eran la fuerza de trabajo, agricultores principalmente, pescadores y artesanos, eran la base económica del imperio.

Mitimaes o Mitmacuna: "el que se va". Eran conjuntos de familias separadas de sus grupos por el Estado, se trasladaban fuera de su territorio para cumplir un servicio por un periodo de tiempo como colonos, enseñando a otras comunidades sus costumbres o cualquier labor que se le haya asignado. Conservaban los vínculos de reciprocidad y parentesco. En ciertos casos la población era trasladada como muestra de confianza y en otros como castigo, la diferencia radicaba en las condiciones de vida de los castigados y de los premiados.

Yanaconas: según la leyenda los “yanas” fueron una población que se rebeló y a la que se le perdonó su vida a cambio de servir eternamente al soberano incaico, se cuenta que justo cuando iban a ser ejecutados Mama Ocllo intercedió por ellos y pidió que estuvieran a su servicio. Por ello, cuando una aclla contraía matrimonio eran entregados como sus servidores. También se les confería a una persona o institución y su condición servil era hereditaria.

Pinakunas
Pinakunas

Piñas: los “pinakunas” eran prisioneros de guerra y ocupaban un nivel inferior en la escala incaica. Su realidad era extensiva para sus parejas e hijos, siendo propiedad del Estado. A ellos se les enviaba a trabajar en campos agrícolas muy precarios, de difícil acceso y con las peores condiciones, o dentro de las ciudades en los trabajos más forzosos.

Vida cotidiana

El matrimonio y la familia constituyeron la puerta de acceso a la adultez, tanto de varones como de mujeres, además de un reconocimiento pleno en la comunidad. Tareas domésticas, formas de vestir y la relación misma con el cuerpo, la enfermedad y sus tratamientos, revelan el desarrollo de una cultura que hizo de la organización colectiva y su funcionalismo su principal norte.

Ilustración de la vida cotidiana del pueblo inca.
Ilustración de la vida cotidiana del pueblo inca.

El matrimonio

El varón tenía la obligación de constituir una familia. Si no hallaba mujer de manera personal, el Estado se encargaba de ofrecerle un elenco de solteras para su elección. La institución matrimonial era tan importante que no se consideraba completamente adulto a aquel que no lo hubiera contraído. También contemplaron el divorcio, aunque en situaciones extremas, como la infidelidad comprobada.

Los campesinos no podían casarse an­tes de los 24 años y las muchachas, antes de los 18. Sociedad monógama, sólo el In­ca tenía varias esposas a la vez. Las per­sonas de una misma clase social debían casarse sólo con sus pares y estaba termi­nantemente prohibida la mezcla de san­gre. Tampoco podían unirse con parejas de otros pueblos, asegurándose de esta manera que cada habitante de un pobla­do fuera pariente directo de los demás. Según las tradiciones llegadas por inter­medio de los cronistas, la forma de es­coger pareja comenzaba con la visita ha­bitual del pretendiente a la casa paterna de la escogida, participando activamente de las tareas hogareñas.

Luego se realizaba una suerte de matri­monio de ensayo (servinacuy) para constatar que los futuros cónyuges se enten­dían plenamente. Superada la prueba, se consagraba la unión definitiva e indisoluble, salvo casos excepcionales como el adulterio femenino o la infertilidad. Si los pretendientes no llegaban a un acuerdo, la muchacha regresaba a su hogar. Si aca­so hubiera quedado embarazada, la cria­tura se quedaba con la madre.

La mujer inca

Mama Huaco Coya y sus sirvientas, por Guamán Poma de Ayala.
Mama Huaco Coya y sus sirvientas, por Guamán Poma de Ayala. La diferencia de tamaño entre las personas señala que Mama Huaco tenía gran poder. Es ella quien marca el comienzo de las reinas coyas esposas de los Incas.

El Estado se encargaba de adjudicarle un rol social y económico a la mujer inca. Al cumplir diez años se las clasificaba para quedarse en la aldea o para servir en los actos ceremoniales, al Inca y la nobleza. Las primeras aprendían tareas domésticas, como hilar y coci­nar, además de trabajar en los campos de cultivo. Las seleccionadas, recluidas en casas especiales, eran instruidas en los rituales religiosos y en tareas domésticas más refinadas, teniendo en cuenta a quiénes servirían.

Las mujeres del pueblo desarrollaban su vida en el ayllu, aunque algunas de ellas, portadoras de alguna habilidad especial o de una belleza destacada, podían ser trasladadas a la capital regional para convertirse en la mujer de un funcionario e, incluso, en la concubina del Inca. A estas mujeres se las llamaba “acllas”, y eran reclutadas entre los ocho y doce años, para ser educadas de una manera más esmerada. En general eran consideradas como objetos de lujo y servían como preciados obsequios a curacas, guerreros y nobles. Algunas de ellas asistían al Inca e incluso servían de amantes durante sus viajes por el imperio.

Las acllas constituían un grupo sumamente estratificado según sus funciones, como las cantantes o las servidoras de las demás acllas (yanas acllas). Un pequeño grupo era a su vez seleccionado para rendir culto al Sol (yurac acllas), debiendo permanecer vírgenes. También tenían la misión de instruir a las futuras sacerdotisas del culto.

 Acllas
El vestuario que utilizaban las acllas era como el de los demás habitantes, aunque con algunas singularidades: al ser seleccionadas su cabello era rapado, pero luego se lo dejaba largo, adornado con una vincha.

Su valor era tan alto que estaba seriamente penado cometer adulterio con una de ellas, siendo colgados los amantes de los pies hasta que muriesen en una ceremonia pública. En ocasiones se les colgaba también de los cabellos. Incluso se consideraba razón suficiente para esta condena el que un hombre hablase con ellas o les enviase mensajes con la intención de seducirlas. A veces se incluía en este castigo también a los porteros y guardianes por su negligencia.

El parto

Las embarazadas solían tener a sus hijos sin otra asistencia médica que la de otras mujeres experimentadas, salvo cuando existía riesgo de pérdida o aborto. Entonces se convocaba al hechicero, quien practicaba una comple­ja ceremonia sobre el cuerpo de la mujer. El ritual consistía en colocar encima de su vientre una pasta pre­viamente masticada por jóvenes vírgenes que no hubieran ingeri­do durante la prepara­ción ni sal ni pimienta.

Medicina inca

Los incas creían que algunas enfermedades eran causadas por malestares divinos, conductas transgresoras, o por el ataque de un hechicero malintencionado, razón por la cual los médicos dominaban las artes de la adivinación y la magia. En ocasiones, durante la curación, intervenían personas que habían pasado por la misma dolencia, ya que se suponía habían adquirido las armas necesarias para combatirla. También era común el uso de hierbas y pociones naturales. La cirugía les fue conocida, y utilizaron el tumi (cuchillo de sacrificio, hecho en plata, utilizado en las ceremonias) para realizar las incisiones.

Medicina inca. Ilustración
La trepanación es una práctica médica que consiste en agujerear el cráneo, los paracas, cultura preincaica fueron expertos en este arte heredado a los incas.

Donde mejor queda reflejada la relación entre creencias y vida cotidiana es en el ámbito de la medicina incaica. La mis­ma estuvo estrechamente ligada a la ma­gia y la religión, ya que creían que las enfermedades se generaban a partir del desprendimiento del espíritu del cuer­po por la acción de un maleficio o una contravención de las leyes y códigos mo­rales de la comunidad. No obstante, su creencia mítica acerca del origen de la enfermedad, los médi­cos incas alcanzaron un desarrollo científico que les permitió realizar interven­ciones quirúrgicas. Se sabe que la coca o abundantes cantidades de chicha fueron utilizadas a manera de anestesia. También atendie­ron numerosos tipos de dolencias con una variedad importante de hierbas o brebajes naturales.

El pecado entre los incas

Una cultura tan estructurada alrededor del culto a sus dioses no podía dejar de tener una marcada conciencia del pe­cado. En la cumbre de los pecados se hallaba el crimen, seguido por el ro­bo y la desobediencia al emperador. Otras acciones, como el estupro (relación sexual entre un anciano y una adolescente), por ejemplo, también constituían un delito duramente censurado y castigado moralmente, al grado de prohibirle al que lo cometiera participar de cere­monias y festivales si acaso aún no se hubiera purificado y confesado ante un sacerdote a cargo de una huaca, quien finalmente le imponía un cas­tigo según la gravedad de la falta. Si la falta era mayor, po­día corresponderle la muerte o la inmediata expulsión del ayllu; si en cambio la falta juzgada era menor, algunos días de ayuno y rezos podí­an bastar para que el castigado se reintegrase a la co­munidad, purificado tras bañarse en agua corriente y libre de pecados. La norma moral de los incas era: no seas ladrón, no seas mentiroso, no seas ocioso.

Ilustraciones sobre el castigo entre los incas.
Ilustraciones sobre el castigo entre los incas.

La vivienda

Las casas de los campesinos incas guardaban una misma forma, con una única planta rectangular para toda la familia. Los muros eran de piedra bruta y barro o adobe, y los pisos, de tierra apisonada. Tenían una falta casi completa de ajuar doméstico, limitándose a los utensilios necesarios para preparar la comida. En la ciudad, donde había menos espacio, algunas casas tenían dos plantas, siendo el acceso al piso superior una escalera de soga y, a veces, de madera.

El manejo y trabajo de la piedra no fue una incógnita para los incas, aun en las de gran tamaño, y pulían sus lados para lograr un encastre perfecto. Las casas de los nobles tenían terminaciones más cuidadas, sobre todo en el pulimiento de la roca.

La monogamia generalizada en el imperio inca redundaba directamente en el plano y disposición de su recinto conyugal. Tanto en la costa como en la zona andina, ya sea de quincha, pirca o adobe, tenían un espacio limitado, lo suficiente para albergar a una familia nuclear simple o una familia nuclear compuesta, siempre cortas. Las casas cuadrangulares de la costa y redondas en la zona andina, habitualmente tenía una dimensión de cinco o seis metros de diámetro, con techos formados de varas de madera que se juntaban en el vértice, cubierto con paja. No eran raras las viviendas cuadrangulares con cobertizos de dos aguas.

Vivienda inca
Vivienda inca común

Mientras tanto, en las moradas en los hogares poligámicos (curacas y otros privilegiados), tenían que responder a las necesidades creadas para dar alojamiento a varias esposas y numerosos hijos. Por esa razón la residencia de los capacs (señores poderosos) ostentaban mayor tamaño, disponiendo de cuatro y más habitaciones. La edificación de cualquier vivienda demandaba ritos propiciatorios.

Vestimenta inca

La vestimenta cumplía un rol funcional, pero también de jerarquización social. Los mejores hilados se utilizaban para el vestido de la élite cuzqueña, al igual que mantos y tocados. A pesar de las enormes cantidades de oro, los incas no valoraban los metales preciosos o piedras preciosas con fines monetarios. Ellos valoran la tela por encima del oro y las joyas debido a la cantidad de trabajo necesario para la producción de textiles verdaderamente finos. La tela valía tanto que nunca se cortaba, las prendas usadas encontradas en las tumbas fueron tejidos intactos. Cuanto más fino y más intrincadas de la tela, mayor era su valor.

Tejedoras incasTejedoras incas
El tejedor utiliza un servicio de transporte para ejecutar los hilos de trama por encima y debajo de los hilos de la urdimbre, trabajando desde el cuerpo hacia adelante.

Las mujeres hilaban y tejían todos los días, incluso como uso de su tiempo libre. Se tejía en telar de cintura unida al cuerpo. Un telar tiene una urdimbre (los hilos verticales) y una trama (los hilos horizontales). Con un telar de cintura, la urdimbre se mantiene tensa entre un anclaje (una puerta o un árbol, por ejemplo, o incluso de otra persona), y el cuerpo de la tejedora. El anclaje del cuerpo se llama cintura. Algunos hombres y mujeres se convirtieron en expertos tejedores, empleados por el gobierno para producir telas que podrían ser utilizadas como regalos o al negociar la rendición del enemigo. La tela se convirtió en una parte integral de los rituales religiosos realizados a los dioses.

El gobernante Inca vestía una túnica ricamente tejida de cumbi, una tela de lana de vicuña usado sólo por nobles. En la cabeza llevaba una "llautu" corona trenzada con flecos y plumas. Así vestido y sentado en un taburete de oro, el Sapa Inca celebrará audiencias para su pueblo.

Inca y coya
El Inca y la coya vestían las mejores prendas.

Referencias:
GIMENO, D. (2008). Grandes Civilizaciones de la Historia. Incas y culturas andinas. Editorial Sol 90.
MONTENEGRO GONZÁLES, A. (1994). Civilización 6. Editorial Norma S.A.

Edad Antigua