La Independencia de Portugal
A principios del siglo XVII, España pugnaba por mantener su posición entre las grandes potencias europeas con su participación en la guerra de los Treinta Años. Pero las finanzas del reino no levantaban cabeza, por lo que el conde-duque de Olivares, valido del rey Felipe IV, estableció nuevos impuestos en todos los territorios de la corona. Se produjeron múltiples revueltas, pero fue sobre todo en Portugal donde prendió la rebelión más decidida: el ministro del rey de España, Miguel de Vasconcelos, fue asesinado y la virreina Margarita de Saboya conducida a la frontera.
La sublevación portuguesa se inició el 1 de diciembre de 1640, y su principal líder fue el duque de Bragança, un descendiente de la antigua familia real portuguesa que ordenó el ataque contra la guardia castellana apostada en Lisboa. La acción de los llamados “restauradores” alcanzó rápidamente un gran apoyo en todo el país, de modo que en enero de 1941 el duque fue proclamado rey de Portugal como Juan IV. Gracias a la colaboración de su mujer, María Luisa de Guzmán, y a la habilidad política de sus secretarios Francisco de Lucena y Pinto Ribeiro, en junio Juan IV consiguió atraer hacia su causa a Francia y Holanda, los grandes adversarios de España, y un año más tarde también a Inglaterra.
La muerte de Juan IV en 1656 produjo una difícil situación dinástica, puesto que su hijo mayor había muerto y el siguiente en la línea sucesoria, Alfonso (su sexto hijo), era un niño muy débil y aparentemente poco apto. Aunque hubo un sector que abogó por proclamar rey a Pedro (el octavo y último hijo del rey Juan), se inició a partir de entonces un período de regencia que se prolongó hasta 1662, cuando finalmente Alfonso, con diecinueve años, fue proclamado rey.
Coincidiendo con la proclamación, una decisión que no contentaba a todos los sectores de la corte portuguesa, los españoles iniciaron varias tentativas militares para reconquistar el territorio perdido de Portugal. Las más importantes tuvieron lugar entre los años 1663 y 1665, pero la defensa portuguesa, con el apoyo de franceses e ingleses, imposibilitó su éxito.
El gobierno de Alfonso VI duró hasta que los partidarios de su hermano le hicieron renunciar a la corona en 1667 (a partir de entonces pasó sus años recluido en las islas Azores, donde murió en 1683). En enero de 1668 las Cortes nombraron a Pedro como el nuevo heredero del trono, y ejerció la regencia del país hasta su proclamación como Pedro II en 1683. Que Pedro fuera proclamado príncipe y heredero del trono alejó del panorama internacional la posibilidad que se iniciara una guerra de sucesión en Portugal, y provocó también la firma del Tratado de Lisboa en febrero de 1668, a través del cual España reconocía de forma oficial la independencia de los portugueses.
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