A finales del siglo XVIII y comienzos del XIX se dio la Revolución industrial, la cual dio lugar a un proceso económico y social que cambió todas las formas de relación entre las personas. Aunque había comenzado en Europa, sus efectos pronto se extendieron por todas las regiones del mundo aunque de maneras diferentes, dando lugar a toda una cultura —el sistema capitalista— que llega hasta nuestros días.
Bajo el lema y la práctica de "la explotación del hombre por el hombre", funciona el actual sistema capitalista
La Revolución industrial
Los acontecimientos que favorecieron la Revolución industrial fueron los siguientes:
La Revolución industrial se dio en dos fases: la primera comenzó a finales del siglo XVIII y se prolongó hasta la década de 1840. La segunda se dio desde 1840 hasta 1914.
Fases de la Revolución Industrial
Hasta mediados del siglo XVIII la fabricación de las telas se hacía en telares manuales cuyo proceso de elaboración era muy lento. Por la misma época se pusieron en marcha los primeros telares que funcionaban con fuerza hidráulica, pero tenían que estar ubicados a orillas de los ríos. Todo cambió cuando James Watt inventó la máquina de vapor en 1769. Cuatro años después se estaba empleando en la naciente industria textil, convirtiéndose en uno de los primeros pasos para el desarrollo industrial. El telar buscaba sustituir la fuerza del obrero para que la producción fuera más rentable.
Las dos preocupaciones sobre las que se cimentó la nueva sociedad industrial fueron el desarrollo de la máquina de vapor y el empleo de la mano de obra. La producción textil en Inglaterra fue cada día mayor, tanto que a este país se le llamó el "taller del mundo". El triunfo y el rendimiento de la máquina sobre el trabajo manual produjo resultados rápidos: floreció el comercio y la industria, creció el capital y la riqueza, se buscaron nuevos mercados para exportar. Así mismo creció la ambición de los empresarios y la pobreza de los trabajadores cuyos salarios eran muy bajos.
Los avances técnicos logrados durante la primera fase se perfeccionaron a partir de la década de 1840. Superada la etapa de experimentación, lo que más colaboró para que se pudiera dar la segunda etapa fue la revolución en los transportes y las comunicaciones. La creciente circulación de bienes abarató el precio de los productos, en lo cual tuvieron gran influencia los nuevos medios de transporte masivo en la medida en que el tiempo y las distancias se redujeron considerablemente. La gran revolución en los transportes se dio a causa de la invención de la locomotora que comenzó a sustituir a la diligencia que era tirada por caballos.
La aparición del ferrocarril le dio una nueva cara a la Revolución industrial. Este era el resultado del desarrollo de la industria pesada, llamada así porque implicaba una tecnología más avanzada que la simple máquina de vapor. El ferrocarril también era símbolo de la gran cantidad de capital que se había acumulado durante la primera etapa.
Para entonces, la riqueza de los empresarios era muy grande, quienes debido a la acumulación comenzaron a invertir su dinero dentro y fuera del país. De esta manera la industrialización se extendió por el resto de Europa.
Para entonces la economía mundial se dividió en países dedicados a producir materia prima, y otros, a generar manufacturas. Esto es lo que ha sido llamado división internacional del trabajo, lo que generó una dependencia de Europa en lo económico, lo político y lo cultural. Con el correr del tiempo esta división se hizo más profunda.
Las ideas de los economistas clásicos
Con los avances de la Revolución industrial, a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, se difundieron ideas sobre el desarrollo económico, cuyos artífices son conocidos como los economistas clásicos. Estos apoyaron las doctrinas del laissez-faire, pero tuvieron un punto de vista más bien pesimista del futuro. Entre los más representativos podemos mencionar a:
El capitalismo financiero
Hacia 1880 el indicativo de poder de un país no sólo estaba en su industrialización, sino también en su capacidad para fabricar y exportar maquinaria. Para entonces, Inglaterra estaba experimentando una nueva forma de desarrollo capitalista: el financiero. El capitalismo financiero se basaba en el dinero que estaba a disposición de los bancos y que utilizaban los industriales para nuevas inversiones. Este capital se formó por el aumento de las ganancias de la producción. Los que tenían dinero para prestar, lo colocaron en manos de corredores de bolsa quienes proveían las ganancias. El capitalismo financiero favoreció la unión de la industria y la banca, así como la aparición de las sociedades por acciones de carácter monopolístico, también llamadas trust, cartel y pool.
La banca, los seguros, las inversiones en el extranjero y los préstamos, dieron tan buenos resultados y ganancias a Inglaterra, que la mantuvieron a la cabeza de las potencias. Este factor permitió el avance de una conciencia imperialista inglesa en la medida en que la exportación de capitales se hizo hacia naciones débiles políticamente y atrasadas económicamente. Así se dio origen al fenómeno de la deuda externa.