Oliver Cromwell (1599-1658), un labrador de origen noble, empezó su carrera política como miembro de la Cámara de los Comunes en el Parlamento inglés de 1628-1629. Poco a poco fue destacando en su carrera política, pero su figura empezó a adquirir gran relevancia a partir del conflicto iniciado en 1642 entre los partidarios del Parlamento (parte de la burguesía, el pueblo llano y los puritanos) y los del rey Carlos I (aristocracia y seguidores de la Iglesia anglicana). En ese momento Cromwell organizó un ejército revolucionario al servicio del Parlamento, la New Model Army, con el que consiguió doblegar definitivamente a la oposición realista en 1645.
Tras su victoria, Cromwell disolvió la Cámara de los Lores e instauró un régimen republicano, el Commonwealth (cuyo nombre se compone de las palabras common, “común”, y wealth, “bienestar”, el equivalente a la “res publica” latina). En el siglo XIX el término pasará a hacer referencia a la unión de las antiguas colonias británicas ligadas por estrechos vínculos económicos con Gran Bretaña.
Una de las primeras acciones del gobierno de Cromwell fue la aprobación del Acta de Navegación (1651), con la que se intentaba favorecer el comercio inglés en perjuicio de Portugal y Holanda. El Acta establecía una serie de limitaciones al comercio con Inglaterra para aquellos buques que no eran de propiedad británica, lo que provocó una guerra con Holanda (1652-1654) de la que Inglaterra salió victoriosa.
Sin embargo, pronto el nuevo régimen de Cromwell se reveló un fracaso. Ante un país ingobernable, dividido en dos, el gobierno de Cromwell adquirió bien pronto tintes dictatoriales. Tras depurar a fondo el Parlamento de todos los diputados que mantenían su fidelidad al rey, más tarde se hizo proclamar Lord Protector del Reino de Inglaterra, Escocia e Irlanda.
Ferviente puritano, Cromwell confirió una rigidísima impronta a su gobierno, y recurrió con frecuencia al ejército para apaciguar las revueltas. Entre todos los actos de violencia cometidos, cabe recordar la represión de la revuelta de los católicos irlandeses, fieles a la monarquía, a quienes se les expropiaron las tierras para otorgárselas a ciudadanos ingleses.
Tras la muerte de Cromwell en septiembre de 1658, el país quedo en un estado de completo desorden. En 1660 el parlamento decidió recuperar la monarquía, y ofreció la corona a Carlos II Estuardo, hijo de Carlos I, que prometió respetar al Parlamento. El nuevo soberano gobernó con prudencia durante los primeros años, pero ya en 1662 promulgó el Acta de Uniformidad, que imponía la religión anglicana en todo el reino y reanudaba las persecuciones contra los seguidores de otras confesiones.