Política en el siglo XX

Categoría: Política

El marxismo-leninismo

Las ideas marxistas fueron puestas en práctica en Rusia tras la victoria de la Revolución bolchevique de 1917, la cual acabó con el gobierno autoritario del Zar. Para entonces, Rusia era un país mayoritariamente rural, su industrialización aún era in­cipiente.

El marxismo había sido elaborado para sociedades capitalistas que de­bían hacer el tránsito al comunismo, y como Rusia no cumplía con esta característica, la ideología de Marx-Engels sufrió su primera interpreta­ción, la cual fue llevada a cabo por Vladimir llich Lenin (1870-1924), el líder de la Re­volución de 1917. Lenin compartía la teoría marxista de que una revolu­ción socialista debía ser un movimiento proletario, pero al carecer de estos, involucró a los campesi­nos en su proyecto político.

Lenin, principal líder de la revolución, pensaba que el éxito del proceso so­viético no era completo sino se ex­tendía la revolución por toda Europa, que por aquellos días se encontraba en medio de un gran caos político y social. Las potencias, temerosas del éxito de la expansión socialista, reprimieron todos los movimientos so­ciales en sus respectivos países. Posteriormente, cuando Lenin se dio cuenta de la estabilidad de las de­mocracias burguesas, orientó su po­lítica a la consolidación del Estado soviético.

En 1923, el Congreso de los soviets creó la Constitución de la Unión de Re­públicas Socialistas Soviéticas, URSS. Desde entonces los soviets se consti­tuyeron en una institución piramidal, parlamentaria y ejecutiva. El ejército y la administración se burocratizaron. Cuando Lenin murió en 1924, quienes podían acceder al poder eran dos fi­guras enfrentadas: Stalin y Trotsky. Stalin proponía la teoría del "socia­lismo en un solo país", con el cual pre­tendía desarrollar los logros de la Revolución en la URSS. Trotsky pro­ponía la "revolución permanente", según la cual, el poder se podía man­tener generalizando la revolución a nivel mundial. Stalin fue adquiriendo apoyo hasta que, en 1927, logró ex­pulsar a Trotsky del partido y, poste­riormente, desterrarlo en 1929.

La Revolución rusa cambió el pano­rama político de Europa. Los primeros resultados que arrojó esta revolución sorprendieron a los políticos y jefes de Estado de Europa. La organización de la nueva Rusia contemplaba la supresión de la pro­piedad privada, la nacionalización de los bancos, el establecimiento de la dictadura del proletariado, el nombramiento de los comités de fábricas y la entrega de armas a los jefes po­pulares.

El fascismo

Como consecuencia del proceso so­cial y político que siguió a la Primera Guerra Mundial y a la crisis econó­mica de 1929, se formaron en Europa dos agrupaciones políticas de gran importancia, una en Italia y la otra en Alemania, las cuales tuvieron un ele­mento común que recibió el nombre de fascismo. Tanto el fascismo ita­liano como el alemán, más conocido como nacionalsocialismo, surgieron como esfuerzos para suprimir las di­ferencias de clase y de grupo, y como una estrategia para su crecimiento imperialista.

Para lograr estos fines, el fascismo desarrolló una organización del Es­tado de carácter totalitario, en el que la autoridad podía y debía controlar todo acto y manifestación de los in­dividuos, para utilizarlo en el incre­mento de la fuerza nacional. Nada debía estar fuera de su jurisdicción. Lo económico, lo moral y lo cultural eran recursos nacionales, que debían ser controlados y utilizados por el go­bierno.

La situación económica de Italia y de Alemania, que era delicada por la deuda contraída con las potencias después de la Primera Guerra Mun­dial, y luego agravada por la crisis del 29, impulsó a que estos Estados to­maran las riendas de la economía y la pusieran en función de la producción interna. En Alemania, la organización del Estado totalitario nazi se caracte­rizó por su extremada jerarquización. Su ideología se basaba en el culto a la fuerza, la supremacía de la raza aria, el odio a minorías étnicas, espe­cialmente a los judíos y gitanos, y la obediencia ciega al jefe. Esto se logró a través de un control directo sobre los medios publicitarios y de comuni­cación. Junto a esto funcionó una serie de organizaciones que depen­dían del partido nazi, con las cuales se restringían y se controlaban las ac­tividades de los ciudadanos.

La educación, el ocio y la recreación se convirtieron en instrumentos de propaganda y fueron reglamentados. Al individuo no le quedó ningún re­cinto privado que pudiera llamar suyo y no hubo asociación de individuos que no estuviera sujeta al control po­lítico. Como principio de organización política, el totalitarismo fascista era una dictadura que además se susten­taba en la fuerza militar. Igualmente, un aspecto representa­tivo fue el uso político de la propa­ganda, la cual obedecía a la idea de que el pueblo estaba constituido por las "masas", sin ninguna informa­ción, salvo la que quisiera proporcio­narle el Estado para alcanzar sus objetivos.

El pensamiento político en el Tercer Mundo


Durante muchos siglos los europeos subestimaron la capacidad que po­dían tener los africanos y los asiáticos para pensar políticamente o para crear ideas sobre las cuales podían regir los destinos de sus naciones. Una de las razones que se empleó para justificar la expansión imperia­lista durante el siglo XIX fue precisa­mente esta, los africanos y los asiáticos no tenían las capacidades para gobernarse, por tanto a Europa le correspondía la tarea de hacerlo por ellos.

Esta misma creencia estuvo presente durante la primera mitad del siglo XX, pero sorpresivamente en cada una de las regiones colonizadas aparecieron no sólo líderes sino tam­bién ideólogos que contribuyeron a la independencia de sus naciones. Vea­mos algunos rasgos característicos de su visión política.

El pensamiento político de Gandhi

Desde mediados del siglo XIX, la presencia colonial británica en In­dia mantuvo sometido el país. Pero la aparición de un personaje hizo posible la preparación del camino hacia la independencia: "Mahatma" Gandhi (1869-1948).

Su actividad política anticolonialista comenzó en 1919, cuando empezó la crisis proindependentista. Su mé­todo de lucha estaba basado sobre el áhimsa, o no violencia, que a su vez se apoyaba en campañas de desobediencia pasiva. De acuerdo con las ideas de Gandhi, la salvación de India vendría de una transforma­ción espiritual y no política.

 Gandhi y Nehrú.

El socialismo esbozado por este líder también se basaba en la idea del satyagraha, o confianza en la verdad y en la fuerza del alma. Sobre estos dos aspectos Gandhi desarrolló su método político; ejer­ciendo el áhimsa, su política para li­berar a India de la dependencia de Inglaterra se oponía a la destruc­ción de la vida bajo cualquier ma­nera, aún de las más sutiles como la explotación y la pobreza. Por esta razón proponía que al enemi­go no se le debía odiar, pues este era igual a ellos. En la misma medida, el satyagraha debía conducir a un sentido de la justicia que estaba basado en el res­peto mutuo.

Gandhi pretendía con su política de la no-violencia crear el swaraj, o au­togobierno. Este era el fruto de un estado de no-violencia generali­zado y que debía estar integrado por la masa. Con base en estos ele­mentos, incitó a la población a que ejercieran una actitud de "no cola­boración" con las autoridades co­loniales inglesas, pues por este medio se podía lograr que los fun­cionarios europeos reconocieran la verdadera justicia. Gandhi sabía que este método era lento pero se­guro, y así lo comprobó, pues de este modo logró la independencia de su país en 1947.

Los movimientos nacionalistas

Tomando elementos heredados de la tradición liberal y nacionalista eu­ropea, los países del Tercer Mundo desarrollaron sus propios movi­mientos nacionalistas. La organiza­ción política sobre la base de un Estado nacional de las culturas afroasiáticas, se llevó a cabo con las ideas que llevaron a sus países aquellos líderes nativos que se educaron en las universidades europeas. Una vez en sus países de origen, crearon movimientos políticos con los cuales defendían su capacidad para el autogobierno.

Sin embargo, el acontecimiento que abrió una puerta nacionalista de importancia fue la Conferencia de Bandung, ciudad de Indonesia, del 18 al 24 de abril de 1955. De esta conferencia re­sultó la Carta de derechos de los países coloniales, la cual enunciaba diez principios fundamentales cuyo común denominador era el respeto a los derechos de soberanía e inte­gridad territorial de todas las naciones y a la libre determinación de cada pueblo.


Países participantes en la Conferencia de Bandung - 1955.

El nacionalismo se llevó a cabo de diversas maneras. Por ejemplo, los países árabes-musulmanes desa­rrollaron un nacionalismo basado en su religión y, algunas veces, con una fuerte influencia socialista. En este caso se desarrolló un fuerte re­nacimiento del islam que algunos llaman "fundamentalista", pero que en el fondo era el rescate de sus tra­diciones sociales y culturales. Otras regiones fundamentaron el nacio­nalismo en el idioma o en las cos­tumbres, como fue el caso de los movimientos de África Negra.

Entre los ideólogos nacionalistas so­bresalieron Sukarno en Indonesia, Patricio Lumumba en Congo, Nnamdi Azikiwe en Nigeria, Nehrú en la India, Mao en China y Franz Fanón en Ar­gelia.

El socialismo del siglo XX

Durante el siglo XX surgió un grupo de intelectuales neomarxistas, como Georg Lukacs (1885-1971) y Antonio Gramsci (22 de enero de 1891 - 27 de abril de 1937), quienes volvieron a las fuentes del marxismo desechando el plantea­miento de la dictadura del proleta­riado. La influencia del pensamiento de Gramsci ha continuado gracias a obras como Cuadernos de la prisión, publicada por primera vez entre 1948 y 1951, que contiene una revisión original del pensamiento de Marx, en un sentido historicista y tendente a modernizar el legado comunista para adaptarlo a las condiciones de Italia y de la Europa del siglo XX. Ya en el Congreso de Lyon (1926) había defendido la ampliación de las bases sociales del comunismo abriéndolo a toda clase de trabajadores, incluidos los intelectuales. En 1924 se unió a la oposición parlamentaria enfrentada a la dictadura de Benito Mussolini. Fue arrestado en 1926 y encarcelado en 1928 hasta su muerte el 27 de abril de 1937. Sus aportaciones teóricas influirían poderosamente en la adaptación democrática del comunismo occidental que se produjo en los años sesenta y setenta, el llamado eurocomunismo.

Otros grupos aceptaron algunos planteamientos marxistas pero no fueron totalmente ortodoxos como la escuela de Fráncfort, representada con Adorno y Habermas; el existencialismo marxista francés, con Merleau-Ponty; el freudomarxismo de Reich, Fromm y Marcuse; y el estructuralismo marxista, representado por Goldman.

En la actualidad, la mayoría de los so­cialismos rechazan la lucha de clases y los métodos violentos para llegar al poder. Muchas de sus organizaciones son partidarias de la intervención es­tatal en los aspectos sociales, como la educación, la salud y la seguridad social.

El neoliberalismo

Este nuevo planteamiento se impuso a partir de la década del setenta, y en él se propuso la no intervención del Estado en la economía de los países, argumentando que su actividad en­torpece a los agentes económicos privados, distorsiona el libre funcio­namiento del mercado y repercute en una mala distribución de los re­cursos. Esta propuesta ha sido adop­tada por varios gobiernos y se refleja en las políticas de apertura econó­mica, integración de mercados mun­diales y fomento de la competencia. Se mantienen los principios políticos correspondientes al liberalismo pro­teccionista e intervencionista.

En la actualidad, el neoliberalismo comparte el espacio político con la democracia participativa, en donde el poder del pueblo no se debe reducir a decidir quién resuelve los pro­blemas, sino que debe ser capaz de solucionarlos por sí mismo.

Referencia:
Galindo Neira, L. E. (2010). Economía y política II. Editorial Santillana S.A.