Política en la Edad Antigua

Category: Política

Historia de la política en la antigüedad

En las civilizaciones que surgieron en el antiguo Oriente, como Mesopotamia, Egipto, China o India, la política estaba relacionada con la visión religiosa, con los mitos y leyendas pro­pias de cada civilización. Aunque estas sociedades no desarrollaron una idea particular de la política, sí mantuvieron una serie de características espe­cíficas que les permitía organizarse socialmente.

Formas de organización política

Atenas
Las polis o ciudades Estado eran unidades políticas soberanas e independientes, cada una con su propio gobierno y sus leyes.

Hoy día, la sociedad se organiza en un territorio delimitado por unas fronteras, al cual pertenecen un con­junto de ciudadanos que crean una identidad mediante la cual se vincu­lan a ese territorio. Esto es lo que lla­mamos Estado nacional. Esta forma política es muy reciente. En la historia de las primeras civilizaciones sólo se conocieron dos formas políticas: la ciudad y el imperio, las cuales tenían estas características:

- La ciudad. Las primeras ciudades- Estado aparecieron en Mesopotamia sumeria hacia el 3500 a.C. Se trataba de un núcleo urbano que ejercía la autoridad sobre un terri­torio, el cual era campo de abaste­cimiento. La ciudad era el centro político y religioso, y se simboliza­ba en el templo y en el palacio. Ambos estaban unidos por el carácter sagrado de la urbe, lo que la convertía en el eje de las activi­dades religiosas, económicas, artís­ticas y administrativas. Grecia y Roma también comenzaron su ejercicio político a partir de la ciudad-Estado, paso previo para con­vertirse en imperio. Estas ciudades eran autárquicas, es decir, se gobernaban a sí mismas; pero cuando una civilización estaba divi­dida en varios centros políticos autárquicos, se denomina poliar­quía.

- El imperio. Por imperio a entiende un espacio que alberga una comu­nidad cultural, que está organizada desde un solo centro de poder y que no mantiene relaciones regula­res con el exterior. El primer impe­rio que floreció en Mesopotamia fue el Acadio, hacia el 2350 a.C.; en Egipto, hacia el 2700 a.C.; y en China e India, hacia el 1700 a.C. General­mente, estos imperios mantenían un poder despótico porque eran gobernados por una sola persona que ejercía todo el poder.


Sargón el Grande. Rey de origen Acadio, logró unificar toda la mesopotamia bajo un mismo mandato, constituyendo un gran imperio
 
Características políticas de la sociedad

Las sociedades del antiguo Oriente consideraban que sus instituciones tenían un origen divino porque ha­bían sido instituidas por dioses. A este elemento se agregaba la importancia de la agricultura como principal acti­vidad económica, lo que permitió que sobre esta se establecieran mecanis­mos de control político. De esta forma se llegó a identificar la religión con el orden social, econó­mico y político.

Sociedades hidráulicas

Las sociedades orientales se susten­taban económicamente de la agricul­tura, para lo cual era muy importante el regadío. Para que esto fuera posi­ble, era necesario llevar a cabo gran­des obras de canalización de los ríos, lo que se ejecutaba con la coopera­ción de un gran número de personas dirigidas por un poder central, que además planificaba la economía. Este tipo de sociedades se llamaron hi­dráulicas porque surgieron alrededor de la canalización del agua.


Mesopotamia fue gobernada por monarquías teocráticas donde el poder estaba concentrado en manos del soberano. El rey era considerado un representante de los dioses en la Tierra, capaz de traducir la voluntad divina y capacitado para ostentar poderes religiosos, políticos y militares.

En este contexto se forjaron los ras­gos fundamentales de las culturas egipcia, mesopotámica, china e india, que fueron los siguientes:

- Se concentró la dirección de la sociedad en una persona que pla­nificaba y administraba, la cual ejercía el poder apoyada en los sis­temas religiosos.

- Para desarrollar una administra­ción competente fue necesario fomentar la técnica y medios de control eficaces, lo cual exigía un complejo aparato burocrático. La organización burocrática fue una característica de los antiguos impe­rios.

- El poder político era propieta­rio de todas las grandes obras, así como del agua y la tierra. El control lo ejercía para lograr el cultivo, ceder las tierras para su explotación o asignarla a los tem­plos y a sus funcionarios. Existió también una propiedad privada débil. En general, el Estado cen­tralizado organizaba toda la so­ciedad.

Las ciudades-estado más importantes de los sumerios fueron: Ur, Uruk, Nippur, Lagash y Kafajah.  Una característica común a todas ellas es que estaban fortificadas, poseían templos y  viviendas construidas con ladrillos.

A partir de estos elementos se organizó la jerarquía social. La estratificación social se basaba en la relación de la persona o grupo con el Estado y se compo­nía fundamentalmente de dos estratos:
 
- El gobernante. Se beneficiaba de la mayor parte de la produc­ción. Lo componía el rey y su familia, los altos funcionarios civiles y militares, los sacerdotes y los funcionarios subalternos como escribas, agentes fiscales, administradores y artistas.
 
- El gobernado. Estaba compues­to por campesinos sujetos al tra­bajo obligatorio, artesanos, mercaderes y esclavos.

La realeza


En la antiguedad, la sociedad se dividía en gobernantes, sacerdotes, altos funcionarios, jefes militares, artesanos, campesinos y esclavos. El gobierno era teocrático; es decir, los gobernantes eran jefes políticos y religiosos al mismo tiempo (en Egipto y China incluso se consideraba que los dioses eran quienes daban el poder a los gobernantes). Los gobernantes de cada cultura eran llamados de distinta manera.

Una característica sobresaliente de estas sociedades fue la formación de la idea de realeza, sobre la cual recaían los poderes. El poder era la posibilidad de determinar la con­ducta de los demás sin considerar su voluntad, y se ejercía por medios violentos o utilizando las institucio­nes. La realeza estaba sustentada por ideas religiosas, las cuales ex­plicaban que el soberano era des­cendiente o elegido de los dioses.

Este aspecto era el que determi­naba la unidad de la religión, la po­lítica y la economía. En Egipto, por ejemplo, el rey era un dios, engen­drado por un dios a cuyo seno vol­vía después de su muerte; en Mesopotamia era un elegido de los dioses cuyo poder era sobrenatural. Este tipo de orden político se de­nominaba teocrático.

El nacimiento de la política en Grecia

Las sociedades del antiguo Oriente eran sociedades cerradas, en las cuales el individuo no podía ejercer ningún tipo de poder. Esta es la di­ferencia con el proceso que se llevó a cabo en Grecia, lugar donde nació lo que hoy entendemos por polí­tica, en la medida en que apareció el concepto de individuo. A partir del siglo VII a.C., en este territorio se desarrollaron una serie de insti­tuciones que tuvieron una amplia repercusión en la conformación de la política del mundo occidental. Las más sobresalientes fueron:

- Las ciudades-Estado. También conocidas como polis, se diferen­ciaban de las de Oriente porque tenían una jurisdicción territorial, leyes, tradiciones, costumbres y divinidades propias, es decir, eran Estados independientes y sobe­ranos.

 Polis de Atenas
 
- La monarquía militar. Desde sus comienzos, la vida económica y política de la polis estuvo dominada por los clanes de los aristoi, a los que pertenecían los des­cendientes de los jefes que se habían repartido las tierras, y cuya nobleza derivaba de la po­sesión de los recursos económi­cos. El régimen de las polis no fue siempre aristocrático sino monár­quico-militar. El rey ejercía las funciones judicial y religiosa, pero su poder no era absoluto; las deci­siones de interés común las regía un consejo de ancianos com­puesto por los jefes del clan.
 
- El régimen aristocrático. Cuando disminuyó la tensión entre los dis­tintos clanes, el elemento militar, que en su mayor parte provenía de la pequeña nobleza, fue per­diendo importancia y su crisis hizo disminuir el poder regio. El título de rey se hizo electivo y con el tiempo sólo conservó los atri­butos sacerdotales, mientras que las decisiones relativas a la guerra pasaron a los aristócratas.
 
- La timocracia. En el siglo VII se comenzó a desarrollar la activi­dad comercial, lo que permitió la formación de una clase de comerciantes que desplazaron a los aristócratas del gobierno. Obtuvieron el derecho a tomar parte en la asamblea del pueblo, lo que instauró la timocracia, es decir, una constitución basada en el censo y no simplemente en la posesión de tierras.
 
- Los legisladores. Por aquel enton­ces la ley se transmitía oralmente. Para que los derechos y deberes fueran claros y conocidos por todos los ciudadanos, para lo cual se llamó a hombres famosos por su experiencia y sabiduría, llamados legisladores. Estos pusieron por escrito las normas en uso. Entre estos sobresalieron Dracón y Solón, quienes afirmaron que la ley debía estar por encima de cualquier indi­viduo o grupo de individuos.
 
- Los tiranos. La obra de los legis­ladores consolidó las posiciones de los oligarcas (de oligarquía = gobierno de pocos) y no ofreció ninguna solución a las desigualda­des sociales. Así es que con frecuencia, las ten­siones internas estallaban en luchas violentas. En este contexto apare­cieron los tiranos, quienes toma­ban el poder para reivindicar las causas populares. Este término no era peyorativo, al contrario, los tira­nos buscaban consolidar las bases del propio poder a partir del apoyo de los sectores populares.
 
- La democracia. El período de mayor éxito de la tiranía se dio entre los años 650 y 550 a.C. Los beneficios que introdujo, permi­tieron que los comerciantes pudie­ran acceder al poder, instaurando el régimen democrático como últi­ma evolución de la polis, en el cual se defendía la idea de la igualdad política y social de un gran número de ciudadanos.

Las ideas políticas de Platón y Aristóteles

 Platón, óleo de José de Ribera, 1637.

Platón. Entre los más grandes pen­sadores de la antigüedad debemos mencionar a Platón. Para él era muy importante educar a los ciu­dadanos y a los políticos, los cuales debían ser preferiblemente filóso­fos que ejercieran la más rigurosa justicia. En su obra La República planteó un modelo de organiza­ción ciudadana, una polis, en la que se hacía realidad su ideal de comunidad y justicia. Así, la socie­dad debía estar conformada por:

- Los gobernantes, quienes de­bían fundar su superioridad en el saber.

- Los guardianes, quienes debían defender al Estado de los posi­bles ataques exteriores.

- El pueblo, cuya misión era man­tener económicamente a las otras dos clases.

Platón era conocedor de la situa­ción de su época, razón por la que planteó la forma ideal o, en su caso, criticó cómo se debía llevar a cabo el gobierno. De la aristocracia opinó que era el gobierno de los mejores, mientras que de la timocracia decía que era una forma de gobierno corrupta, dominada por la ambición. De la oligarquía opinó que era desventajosa porque los pobres no tenían derechos y, que en cambio, la democracia exten­día su poder a todos.

 Aristóteles

Aristóteles. (384 a.C - 322 a.C.) Alumno de Platón, afirmaba que el hombre era un ani­mal político y que se distinguía de los demás animales porque perte­necía a la polis. Para él, la política era la ciencia fundamental porque siendo el hombre sociable por naturaleza, requiere de un gobier­no que establezca regulaciones generales. Ningún gobernante, por más sabio que fuera, podía prescindir de la ley, la cual actuaba a favor del interés público, por lo que debía ser obedecida volunta­riamente. Aristóteles sostenía que el mejor gobierno era el que tenía su fundamento social en una gran clase media, porque esta goberna­ba los intereses de todos.

El aporte de Roma
 
La posición geográfica de Italia, la ex­pansión romana y la decadencia de Grecia, permitieron el desarrollo de otra gran civilización de la antigüe­dad: Roma. El origen de Roma se dio a partir de una serie de culturas que habían ocupado la península desde tiempos remotos; por este motivo, Roma estaba integrada por una con­federación de tribus que tenían una organización patriarcal. El rey, el con­sejo y la asamblea constituyeron los pilares del gobierno.

La primera forma de gobierno fue la ciudad-Estado, que se originó debi­do al crecimiento interno y a la inmi­gración, lo que ocasionó una mayor centralización del poder político y, consecuentemente, la formación de la monarquía. Cuando esta entró en crisis, el gobierno fue asumido por dos cón­sules que eran apoyados y contro­lados por el Senado y la Asamblea. Esta nueva estructura fue la que dio origen al período denominado la República.

Tras su fundación (según la tradición en el año 753 a.C. por Romulo y Remo) Roma fue una monarquía etrusca. Después ( 509 a.C. ) fue una república latina, y en ( 27 a.C. ) se convirtió en un imperio.

Sin embargo, sus instituciones per­duraron más allá de su crisis, pues cuando Roma inició su expansión territorial dando lugar al Imperio, mantuvo una estructura similar. La idea fundamental de la política ro­mana fue la de ciudad-imperio, la conquista del mundo por una ciu­dad, lo cual era una síntesis de las políticas griegas y de los grandes reinos orientales. Los poderes deri­vaban de la voluntad del pueblo, lo que se convirtió en el fundamento de las instituciones romanas, sustituyendo así la idea del origen di­vino de la autoridad. Las razones de la grandeza de Roma, según ellos mismos, se debían a la gran actividad y el trabajo desarrollado desde el nacimiento de la ciudad, así como a la conservación de la au­toridad, a la capacidad de discusión en el senado y al poder militar.


Los romanos contribuyeron a la for­mación de la política con las nocio­nes de la res-publica (cosa pública) e imperio; también con la idea del poder del príncipe como fuente de la ley y la igualdad y libertad de los hombres. Estos principios fueron la fuente de inspiración para la orga­nización de la Iglesia cristiana y más adelante para la formación de los Estados modernos. 

Referencia:
Galindo Neira, L. E. (2010). Economía y política II. Editorial Santillana S.A.