Reformas liberales de mitad del siglo XIX

Category: Historia de Colombia

Reformas en el gobierno de José Hilario López

El 7 de marzo de 1849, el Congreso eligió como presidente al general caucano, de tendencia liberal, José Hilario López (1849-1853), quien asumió la presidencia luego de un proceso electoral bastante convulsionado. Sin embargo, esa elección no pasó inadvertida. Así como los liberales afirmaban continuamente, empleando para ello la prensa, que desde ese momento comenzaba una nueva era para el país, los congresistas conservadores indicaban, con mucha indignación, que habían tenido que elegir a López para evitar ser asesinados por los artesanos integrantes de las sociedades democráticas que estaban aglomerados afuera del recinto donde se llevó a cabo la elección.

 José Hilario López

López dio inicio al período conocido como la hegemonía liberal, ya que, a excepción de los años comprendidos entre 1855 y 1861, los liberales mantuvieron el poder hasta 1886. Esta situación permitió que la presión de los artesanos diera resultados, de modo que comenzaron a darse importantes reformas políticas, económicas y sociales de carácter liberal, las cuales tenían como objetivos: romper con el pasado colonial, encaminar al país por la vía del desarrollo capitalista e insertarlo dentro de la economía mundial.

El proyecto agrícola y exportador

En un país don­de aún primaba la econo­mía de hacienda que esta­blecía relaciones serviles de producción, la única fuente de enriquecimiento verdadero era el mercado internacional, es decir, la exportación de grandes cantidades de materias pri­mas para importar manu­facturas extranjeras y comerciales internamente.

 Adam Smith

Los cambios propuestos encontraban sustentación en los principios teóricos del precursor del pensamiento económico liberal, el inglés Adam Smith (1723 - 1790), cuya obra era familiar para algu­nos intelectuales neogranadinos. Según Smith, los estados nacionales alcanzarían la riqueza mediante su especialización en una determi­nada rama de la producción, esto es, satisfaciendo las necesidades del mercado mundial. Para el teórico inglés la especialización era la clave de la eficiencia y ésta, a su vez, conduciría forzosamente al incremento y a la acumulación de la riqueza de cada uno de los pueblos. De acuerdo con lo anterior, los países pobres se encargarían de la producción de materias primas, pues gozaban de enormes riquezas naturales; por su parte, los países industrializados recibirían esas materias primas para procesarlas y convertirlas en mercancías elaboradas, ya que disponían de un desa­rrollo mayor en tecnología y medios de producción.

Es cierto que la exportación creciente de materias primas se ajustaba a las condiciones reales del país, puesto que se encontraba atrasado pero disponía de una amplia variedad de recursos naturales, cuya comercialización en el exterior le permitiría aunar el dinero necesario para emprender la construcción de obras públicas importantes, como es el caso de ferro­carriles, caminos y puertos para conectar las regiones exportadoras con los mercados internacionales.

Los problemas del modelo agroexportador

Más tarde se descubriría que el énfasis en la especialización de materias primas resultaría desventajosa para los países que cumplen con este papel en el marco de la división internacional del trabajo. Las materias primas sufren de inestabilidad en sus pre­cios ante la gran cantidad de países que generarán una sobreproducción periódica de, por ejemplo, algodón, café, azúcar y minerales. Además, la libre importación de manufacturas extranjera resultaría con el tiempo un obstáculo para iniciar y consolidar el proceso nacional de desarrollo del sector. Las fábricas extranjeras, que estaban más adelantadas que las locales, barrían con la modestia de las inci­pientes fábricas nacionales.


Una finca en tierra fría. Grabado de Algusman sobre dibujo de Alphonse-Marie de Neuville. Charles Saffray, "Voyage à Nouvelle Grénade", París, 1872. Biblioteca Luis Angel Arango, Bogotá.

Para poder implementar su proyecto económico y político, los liberados se vieron obligados a realizar cambios importantes. Resultaba prioritario retirar al Estado del ejercicio y regulación de los negocios y el comercio, fomen­tando así la libre iniciativa privada. Así se creaba un ambiente propicio para el crecimiento del comercio, permitiendo además la entrada al país de capitales extranjeros. De otro lado, fue necesario liberar una importante cantidad de tierras de aquellas trabas que impedían su compraventa. Pensando siempre en el beneficio de la iniciativa privada, se desmontaron los estancos gubernamenta­les del tabaco y el aguardiente.

Otra condición necesaria para el éxito del proyecto liberal era la abolición de la esclavi­tud, que desde hacía algunos años venia presionando Ingla­terra, aun cuando no con el fin de liberar el mercado de trabajo, sino para establecer un régimen comercial que ex­cluyera a las personas de su gama de mercancías. Las ha­ciendas basadas en la mano de obra servil y esclavistas se verían seriamente afectadas por una nueva mano de obra que alquilaba su fuerza de tra­bajo a cambio de un salario.

Los aliados del proyecto exportador fueron los sectores terratenientes más avezados. Al brindarles a los terratenientes la oportunidad de vender sus productos en el extranjero de manera independiente, el Estado liberal los invitaba a enriquecer­se. Esta es la clave para comprender la hegemonía liberal entre 1850 y 1876.

La reformas a la tierra

Las principales reformas se dieron a nivel agrario. En este campo se cambiaron las formas de propiedad tra­dicional, por lo que a partir de 1850 las reformas se dirigieron hacia la confiscación de los resguardos indí­genas, los cuales pasaron a manos de particulares y del Estado. Por este motivo, numerosas familias indígenas se vieron privadas de sus tierras y debieron trabajar en las haciendas.


Indias Salivas haciendo casabe. Acuarela de Manuel María Paz, 1856. Álbum de la Comisión Corográfica. Biblioteca nacional de Colombia, Bogotá.

Eliminación de los censos

Los censos evitaban que la tierra fuese vendida, pues se estipulaba que una persona cedía a una comunidad religiosa los derechos sobre la misma y ésta usufructuaba sus riquezas como contrapeso a préstamos que había hecho a esa persona que le cedió la propiedad. la reforma permitió que la propiedad circulara libremente y fuese negociada en el mercado como un bien cualquiera.

Así mismo se remataron, para su explotación, las tie­rras comunales de uso público, llamadas ejidos. También se confiscaron tierras a la Iglesia, que por aquella época era el principal terrateniente del país. Se calcula que sus posesiones sumaban la tercera parte de toda la propiedad raíz. Del remate de tierras salieron beneficiados los terratenientes y comerciantes tanto liberales como conservadores.

Los impuestos

Las reformas fiscales que se llevaron a cabo, elimina­ron varios impuestos coloniales, como la alcabala, que gravaba las ventas; el diezmo, antiguo impuesto colo­nial que ofrecía a la Iglesia, anualmente, la décima parte de las rentas de la tierra y el quinto, consistente en el porcentaje recaudado sobre la extracción de metales preciosos.

Con la eliminación de estos impuestos se buscaba que los terratenientes fueran más productivos. Sin embar­go, las nuevas medidas tributarias sólo fortalecieron los intereses de los terratenientes y de los comercian­tes, por lo que Estado optó entonces por un sistema de tributación directa y única.

El tabaco

Desde los tiempos de la colonia, el Estado tenía el monopolio de la producción y de la comercialización del tabaco. A partir de 1845 se inició el desestanco, es decir, la posibilidad que los particulares hicieran uso de su libertad de comercio y producción.

 Cigarrera: Provincia del Cauca. Manuel María Paz. 1853.

Esta medida facilitó el desarrollo la actividad tabaca­lera al mismo tiempo que crecía su demanda en el mer­cado europeo, especialmente en países como Alemania. El tabaco se convirtió entonces en un importante pro­ducto de exportación.

Los inicios del monocultivo: el tabaco

Para impulsar el librecambio y las exportaciones, el país se liberó de las cargas fiscales y el gobierno abandonó el control de la producción agrícola.

Una primera medida efectiva fue la supresión del estanco del tabaco en Ambalema, que existía desde 1776, cuando la firma comercial Montoya y Sáenz pasó a ejercer el monopolio de compra y producción del tabaco, reemplazando al Estado. Sin embargo, la libertad de cultivo fue diseñada exclusivamente para los terratenientes, pues si hubiesen permitido el culti­vo independiente se habrían encontrado sin aparceros que les tributaran rentas.

En Ambalema regía un tipo es­pecial de aparcería, pues la pro­ducción estaba basada en pequeñas parcelas. Esta situación se adecuaba a la meticulosidad re­querida en el cultivo. Mientras el terrateniente financiaba semillas y caneyes (tendidos para secar el tabaco), el cosechero tenía que vender todo su producto al terra­teniente a un precio 30% menor que el obtenido por el propieta­rio cuando le vendía la hoja de tabaco a Montoya y Sáenz. Por demás, se prohibía que los pr­ductores vivieran con su familia en la parcela y el cosechero se comprometía a vender toda su producción al propieta­rio. Esta venta obligatoria era garantizada por las milicias y los guardias armados de que disponía el terrateniente.

Las regiones del tabaco

La expansión tabacalera, que había comenzado algún tiempo atrás, recibió un impulso inusitado con esta medida. La del cultivo de la hoja se expandió en forma considerable y absorbió buena parte de la mano de obra liberada. Muchos ex esclavos e indígenas pasa­ron a trabajar en las haciendas tabacaleras. La pro­ducción llegó a cubrir los territorios de Ambalema, Palmira y Carmen de Bolívar.


Separación y empaque del tabaco. Provincia de Mariquita. Lámina de la Comisión Corográfica, 1850-1859.

El tabaco colombiano, favorecido por el mercado de Bremen, se cotizó a buen precio por algún tiempo y se constituyó en el primer producto de exportación de la Nueva Granada. No obstante, este auge tabacalero no duró mucho. La crisis se desató en 1870, cuando bajaron los precios y por ende se redujeron los volú­menes exportados.

En un intento desesperado por recuperarse de la depresión, los terratenientes de Ambalema intentaron trasladar la pérdida generada por la producción a los aparceros de manera exagerada. Pero la crisis se profundizó aún más, lo que motivó a muchos terrate­nientes a la introducción de la renta en especie. Así, una cantidad determinada de las mejores hojas debía ser entregada al propietario, mientras el tabaco de baja calidad quedaba a disposición del cosechero.

A pesar de aquellos intentos, la caótica situación tabacalera era a todas luces inevitable. Los proyectos de la burguesía comercial, que buscaban acumular riqueza con base en este tipo de exportación, fraca­saron. Había demasiados obstáculos para un proceso de acu­mulación: relaciones sociales atrasadas, mercados de dinero con exageradas tasas de interés, e incluso el sabotaje y el robo sistemático que practicaban los aparceros como mecanismo de defensa.

Mientras tanto, el gobierno cedió casi una cuarta parte de su ingreso neto al otorgar a los monopolios privados las rentas del tabaco. Una alternativa fue la creación de un impuesto directo atados los habitan­tes del territorio colombiano. La medida no surtió efecto debido a una generalizada evasión fiscal; entonces, el Estado no logró un apreciable monto del excedente económico que propieta­rios y terratenientes aferraban contra su pecho.

Abolición de la esclavitud

Aunque Simón Bolívar trató de abolir la esclavitud en 1821, cuando impulsó la ley de "Libertad de vientres", según la cual los hijos de esclavos nacían libres, esto sólo se logró de manera definitiva en 1851.

Durante mucho tiempo, Inglaterra había insistido en lograr la uniformidad del liberalismo a nivel mundial mediante la liberación del mercado de mano de obra, lo cual estaba en plena concordancia con un régimen que predicaba la libertad, la igualdad y la fraternidad entre todos los hombres. Es por esto que el gobierno inglés ejerció una presión indirecta para abolir la esclavitud.

A través de préstamos que favorecían a la clase con la que simpatizaba (esto es, los comerciantes), el gobier­no inglés logró inclinar la balanza de las decisiones políticas internas en favor de sus intereses. No obs­tante lo anterior, aunque la trata negrera había desapa­recido y la institución esclavista se dislocó como con­secuencia de las acciones bélicas de la época, en 1843 todavía quedaban 26.778 esclavos en el territorio granadino.

En su mayoría concentrados en los territorios de Cho­có y Cauca, en donde se dedicaban a la minería y la agricultura, los esclavos eran la base de la producción en las haciendas. Familias como los Arboleda, los Obando y los Mosquera habían conservado casi intac­tas las prerrogativas de las que habían gozado antes de la Independencia. Además, ya que el Estado no podía indemnizar a los hacendados frente a la pérdida de sus esclavos, la manumisión fue un proceso tan largo como tortuoso.

Sin embargo, para la década de los 50 muchos esclavistas comenzaron a liberar a los negros, a cambio de la venta de sus trabajos forzados, pues intuyeron las futuras medidas gubernamentales y conocían el preocupante descenso que registraba la rentabilidad de la institución esclavista. Por ejemplo, Mosquera decidió trasladar a los negros que servían en su ha­cienda "Coconuco" hacia Panamá. Allá, los esclavos debieron cumplir tres años de traba­jos forzados construyendo el ferrocarril de la provin­cia. Una vez cumplido el plazo, decidió concederles su carta de libertad.


Imprenta de «El Neo-Granadino, por Rubinat y Felipe Ovalles», Bogotá, 1851. Museo Nacional, Bogotá.

Hacia 1850 el debate sobre la liberación de los esclavos se radicalizó, pero, tras muchas discusiones, el Gobierno Central decidió por fin expedir el decreto de abolición de la esclavitud el 21 de mayo de 1851. Los antiguos dueños de población esclavizada fueron indemnizados para evitar sus protestas y rebeliones, que amenazaban la estabilidad política.

Esta medida produjo la enconada oposición de los hacen­dados, quienes decidieron organizarse para luchar contra el Gobierno Central. El proceso de liberación de los negros estuvo caracterizado entonces por una ardua guerra civil en 1851 y una tensa lucha de clases.

La guerra civil de 1851

A medida que las reformas liberales de medio siglo afec­taban a la Iglesia y que otras de índole económico ata­caban intereses de hacendados y esclavistas, los ánimos se fueron caldeando. En 1851 estalló la primera guerra civil en donde participaron los partidos políticos Liberal y Conservador. La manumisión de los esclavos generó un fuerte descontento entre los esclavistas del suroccidente del país, los cuales promovieron la insurrección contra el gobierno de López. Pero además de los factores econó­micos también hubo otros que motivaron la guerra civil, entre ellos, el elemento religioso, como la expulsión de los jesuitas.

 Ejércitos del Cauca

La guerra comenzó en el suroccidente neogranadino. En Popayán, una junta conservadora envió al político local Sergio Arboleda al vecino país de Ecuador para obtener recursos y financiar el conflicto. De esta forma, el 1 de mayo de 1851 un ejército caucano, con el apoyo del go­bierno ecuatoriano y al mando de Julio Arboleda, herma­no de Sergio, se insurreccionó contra la administración colombiana. Este levantamiento armado, si bien fue de­rrotado, logró dispersarse a otras regiones del país.

Ejemplo de lo anterior es que la Junta de Popayán, en­cargada de organizar la guerra, apoyó la insurrección en Antioquía. La justificación de la guerra en la región antioqueña fue que el 1 de julio de 1851 entraba en vigor el decreto que dividía la provincia en tres jurisdicciones gobernadas desde las ciudades de Rionegro y Medellín. El objetivo de este fraccionamiento era limitar el poder conservador en Antioquía. De esta forma, los políticos conservadores y los sacerdotes de la región, opuestos a las reformas que afectaban a la Iglesia católica, apoya­ron la propuesta federalista del levantamiento contra la administración bogotana, para lo que emplearon el lema "Dios y Federación". El ejército insurrecto en Antioquía suspendió leyes como el desafuero eclesiástico. Al final, los conservadores fueron derrotados y el liberalismo se fortaleció en el poder.

De esclavos a siervos

Fue así como los negros dejaron de ser esclavos: una ley les hacía saber que ellos eran formalmente igua­les a sus antiguos amos. No obstante, lejos de conce­derles un margen de libertad y la mejora sustancial en sus niveles de vida, este cambio significó su traspaso hacia otro tipo de relación servil, convirtiéndose en agregados de las grandes haciendas. Las comunida­des negras debieron adaptarse con rapidez a las exi­gencias del cuerpo social dominante en aquella épo­ca. Su libertad formal los conminó a compartir la condición de miles de campesinos blancos, mulatos y mestizos, una condición que contemplaba la igualdad sólo en el terreno de las leyes pero no era válida en la realidad, pues no les permitía ejercer el derecho de apropiación de la tierra y los ponía a órdenes del propietario de tumo. Estaban ahora regidos por un nuevo contrato de trabajo, coaccionado por la fuerza de la milicia, el desalojo, las penas y las multas.


Abolición de la esclavitud. Alegoría del siglo XIX. En: «Cultura afroamericana» de Miguel Rojas Mix, 1988. Biblioteca Nacional, Bogotá.

Cabe anotar ciertas excepciones a la regla. Por ejem­plo, en algunas regiones cercanas a la población de Puerto Tejada en el valle del río Cauca, más exacta­mente a lo largo del río Palo, y en Quintero, los ex esclavos sostuvieron una férrea lucha para convertirse en algo más que simples agregados. De hecho, recu­rriendo a formas organizativas permanentes, los ne­gros lograron su condición de campesinos independientes. Esto les evitó quedar bajo el dominio de Sergio Arboleda, un latifundista del Cauca que les exigía rentas perpetuas por el usufructo de su propiedad. Con la manumisión total de los esclavos, los hacendados de Chocó y Cauca desmontaron sus acti­vidades mineras para dedicarse a las agrícolas, ya que sólo el esclavismo permitía la combinación de las dos actividades.

Eliminación de los resguardos

Las comunidades indígenas tenían la propiedad colectiva sobre sus tierras o resguardos. Estas propiedades no podían ser vendidas. Los resguardos también fueron abolidos con el argu­mento de "liberar el mercado de tierras" y en 1859 estas fueron puestas en remate, lo que sin duda redundó en beneficio de latifundistas y colonos. Los indígenas se convirtieron en agregados de las haciendas. Sólo en el Cauca perduró el régimen de resguardos, pero abonándole a los hacendados rentas en especie llamadas "terrajes".

El librecambio

Una serie de pode­res locales habrían de surgir en las regiones donde imperaban las grandes haciendas. Debilitado y sin el monopolio de las armas, el Estado sería incapaz de arbitrar los sucesivos conflictos civiles que ocurrían por aquellos años. El poder va a reposar en los terratenientes, quienes gozaban de sus protegidos y de sus tierras productivas, lo que les permitía conformar ejércitos más poderosos que el del Gobierno Central.

Como puede verse a simple vista, la iniciación del período de cambios cargaba internamente con una contradicción: mientras el Estado promovía la circula­ción de mercancías, tierras y hombres, consolidaba el monopolio territorial y garantizaba la sujeción del campesinado. Era un proyecto liberal pero no del todo burgués, por cuanto permitía que la población siguie­ra atada a los hacendados.


Minero y comerciante, Provincia de Medellín. Acuarela, de Henry Price (1819-1863).

Frente a los nuevos vientos internacionales, la Nueva Granada decidió adoptar la bandera del librecambio. Al suprimir las trabas arancelarias fueron los comer­ciantes, más que el país en su conjunto, quienes empezaron a enriquecerse. Embriagados por el lujo y la riqueza, comerciantes y terratenientes acogieron con regocijo las nuevas medidas mediante las cuales pretendían igualar el nivel del consumo de la burgue­sía europea. Sin embargo, olvidaron hacer lo que su contraparte del otro lado del Atlántico ya había logra­do en el sector productivo. Al derrumbarse las medi­das proteccionistas, el grupo de productores que ha­bía logrado escapar a las formas serviles dominantes en la sociedad para dedicarse a la producción manual de mercancías, es decir los artesanos, vieron cómo su actividad decaía progresivamente.

La adopción del librecambio

Los comerciantes interesados en apoyar el librecambio, defendieron la medida para rebajar los impuestos adua­neros que dificultaban el libre comercio para exportar los productos agrícolas e importar las manufacturas europeas. A su vez, Inglaterra, que se consolidaba como "la gran fábrica del mundo", presionó para que se abrieran las puertas a sus productos manufacturados. El interés de los ingleses era impulsar el orden econó­mico capitalista que fomentara el librecambio y la divi­sión internacional del trabajo.

El déficit crónico de la balanza

De otro lado, el régimen monetario nacional se basa­ba por entonces en la figura del bimetalismo, es decir en monedas tanto de oro como de plata que represen­taban determinadas cantidades.

La cantidad de moneda depende de la relación entre las cantidades de oro y plata producidas por las minas locales y de la cantidad de moneda que entra y sale del país, vía exportaciones e importaciones. Si las exportaciones son mayores a las importaciones el país recibe una mayor cantidad de moneda y una cantidad menor si las importaciones son mayores que las exportaciones. Una reducida producción de oro y plata puede subsanarse con un balance favorable a las exportaciones y viceversa.

Si se exportaba más de lo importado, podía contarse con una buena dotación de circulante que se sumaba a lo recibido de otros países, cubriendo de esta ma­nera el saldo favorable del comercio nacional. Por el contrario, si la economía importaba mucho más de lo que exportaba, debía saldar la diferencia recurrien­do a una parte de la masa monetaria que antes circulaba internamente.

 
Billetes emitidos en 1885

Durante la mayor parte del siglo XIX y bien entrado el siglo XX, la economía colombiana funcionó con un gran déficit de dinero circulante. Esta situación fue particularmente aguda durante los períodos de crisis comercial como el del tabaco en los años 1870-1880. La frecuencia de estos problemas estimuló el estable­cimiento de una banca nacional que emitiera dinero en forma de billetes para garantizar cuando menos el curso normal de las transacciones internas.

Reformas religiosas

Con estas reformas se buscaba transformar la sociedad en sus estructuras, esencialmente mentales, pues se quería restar poder e importancia a la religión católica y con ella a la Iglesia. Las reformas más importantes fueron:

La Comisión Corográfica

En 1849, el gobierno de José Hilario López apoyó el proyecto de la Comisión Corográfica. Este tenía como objetivo reco­rrer el país y reconocer sus recursos naturales, su clima, su relieve, su hidrografía y sus diferentes tradiciones. Se trataba de hacer un inventario de las riquezas con las que contaba el país y elaborar mapas de las regiones. También debían hacerse acuarelas y dibujos de los habitantes y los paisajes.

Para llevarlo a cabo, se encargó al ingeniero militar y geógrafo italiano Agustín Codazzi, quien contó con la colaboración de científicos y escritores como Manuel Ancízar, José Jerónimo Triana, y Manuel María Paz, entre otros. En 1850, Codazzi y sus compañeros emprendieron a pie y a caballo, por todo el país, un largo recorrido que se dividió en dos etapas:

 P.R. Vigneron, Retrato del Teniente Coronel Codazzi en París, oleo sobre tabla.

Primera etapa. Exploraron el cundiboyacense y los departamentos de Antioquia, Santander, Chocó, Nariño y Panamá. En la visita a este último, Codazzi realizó inves­tigaciones en busca de una vía para la construcción de un canal que conectara los océanos Pacífico y Atlántico.

Segunda etapa. Visitaron los actuales departamentos de Valle, Cauca, Meta, Casanare, Arauca, Caquetá, Huila, Tolima y Cundinamarca.

En 1859, cuando se dirigía a la costa Caribe, Codazzi murió y las labores de la comisión quedaron inconclusas. Sin em­bargo, su legado abarca las múltiples acuarelas, dibujos y relatos de las zonas visitadas.

Así como se conocieron los diversos grupos indígenas, sus costumbres y modos de vida, se hicieron observaciones arqueológicas y se levantaron muchos datos matemáticos acerca de la altura y ramificaciones de las cordilleras, la extensión y el curso de los ríos y las características climáticas. También se realizaron cuidadosas observaciones de la fauna y de la flora.


Provincias de la república de la Nueva Granada en 1851. Mapa publicado en 1890 con base a los que dibujara Agustín Codazzi en la década de 1850.

En resumen en dichas reformas, López logró:

Referencias:
CABALLERO ESCORCIA, B. A. (2009). Hipertexto Sociales 8. Editorial Santillana S.A.
DÍAZ RIVERO, G. (1997). Mundo Moderno. Libros & Libres S.A.
RUEDA, W. P. (2011). Ciencias Sociales 8. Editorial Santillana S.A.
SÁNCHEZ CALDERÓN, F. V. (2011). Sociales para Pensar 8. Grupo Editorial Norma.