Para el siglo XVIII, Gran Bretaña comprendía los reinos de Inglaterra, Escocia y Gales. Las industrias de textiles, de hierro y de carbón, se concentraron en el condado de Lancashire y en las ciudades de Manchester, Leeds, Sheffield, Bristol, Birmingham, Derby, Glasgow, Edimburgo, Newcastle y Londres. Su posición geográfica, así como el desarrollo de una gran flota mercantil y una poderosa Armada Real que se impuso a otros países europeos, le permitió a Gran Bretaña dominar las rutas comerciales marítimas más importantes.