El cine en Colombia: Filmaciones literarias y cine mudo en los años veinte del siglo XX

Category: Historia de Colombia

Actrices de cine en los años 20 del siglo XX en Colombia

La década de los veinte es la única en la historia del cine colombiano del siglo XX en que se puede hablar de una industria cinematográfica relativamente establecida y productiva. La versión fílmica de “María”, de Jorge Isaacs, filmada en la hacienda El Paraíso entre 1921 y 1922 fue el primer clásico de la pantalla colombiana. El sacerdote franciscano Antonio José Posada, el actor español Alfredo del Diestro y el director, también español, Máximo Calvo, fueron los cogestores de la obra.

Del Diestro era un actor muy popular en las ciudades colombianas, donde hacía ya varios años se presentaba con regularidad. El padre Posada hizo venir de Panamá a Máximo Calvo, quien compartió conflictivamente la dirección con Del Diestro. Calvo era además el camarógrafo y quien se encargaba del revelado, artesanalmente realizado en El Paraíso. La película, estrenada en Buga en 1922, se constituyó en el único gran éxito internacional del cine colombiano en toda la historia del siglo XX. Fueron protagonistas, Stella López Pomareda (María) y Hernando Sinisterra (Efraín).

Fotograma de la película “María”, 1922.
Fotograma de la película “María”, 1922. Con Stella López (María), Hernando Sinisterra (Efraín) y la actriz mexicana Emma Roldán (la madre). Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano, Bogotá.

Los Di Doménico, empresarios y productores italianos pioneros del cine en Colombia, debieron sentirse heridos en su honor al ver que María alcanzaba el éxito antes que ellos, que lo buscaban desde hacía ya un par de años. Al nombre de Jorge Isaacs opusieron entonces el de José María Vargas Vila y buscaron atraer al público con la popularísima “Aura o Las violetas”.

La Sociedad Industrial Cinematográfica Latinoamericana (SICLA), fundada en 1913, y los Di Doménico construyeron un estudio en los terrenos de Salón Olympia y le encargaron a Pedro Moreno Garzón la dirección, mientras que Vicente Di Doménico hizo la cámara. Una bogotana de origen europeo, Isabel van Walden, fue la estrella de esta producción, que fue vista y apreciada ampliamente.

Isabel van Walden, protagonista de “Aura o las Violetas”, 1924.
Isabel van Walden, protagonista de “Aura o las Violetas”, de Pedro Moreno Garzón, 1924. Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano, Bogotá.

Una nueva familia, esta vez completamente nacional, se lanzó por los caminos del cine: Arturo Acevedo y sus hijos Álvaro y Gonzalo, que se establecieron como la competencia fuerte de los Di Doménico. Acevedo era odontólogo y teatrero de éxito, como muchos otros en esa época, se inició como exhibidor antes de intentar la creación. “La tragedia del silencio” fue su primer aporte al cine mudo colombiano de los años veinte. Se creó así una verdadera situación de competencia con la SICLA de los Di Doménico. Las esperanzas de una industria cinematográfica establecida y de interés internacional, estuvieron vivas por aquellos días más que nunca: “La tragedia del silencio”, por ejemplo, fue exhibida en Panamá y Venezuela.

Para los largometrajes de ficción era importante aprovechar las historias literarias ya existentes, especialmente aquellas de autores conocidos para el público. Después de la novela, fue el teatro la base de algunas producciones colombianas. SICLA empleó una pieza con un nombre muy adecuado al gusto de la década: “Como los muertos”, de Antonio Álvarez Lleras (1892-1956). Como ha sucedido tantas veces en el mundo, el dramaturgo protestó por la versión hecha para la pantalla. Esta la película se filmó en un estudio construido especialmente para ella y con condiciones técnicas más esmeradas.

Cartel de “La tragedia del silencio”, 1924.
Cartel de “La tragedia del silencio”, de Arturo Acevedo, con Isabel y Lely Vargas, Alberto López Isaza, Inés Niño Medina, Jorgito Acevedo González y Alberto de Argáez. 1924. Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano, Bogotá.

Ese estudio pudo haber sido el germen estable de la industria cinematográfica colombiana. El melodrama de Álvarez Lleras describía el mundo de la lepra, tan socorrido y temido en historias como la del músico Luis Antonio Calvo. Las estrellas importadas, fueron dos miembros de una compañía de teatro que estaba de paso, lo cual hizo la cinta más costosa. Muchos la consideraron nociva para la imagen del país (por lo de la lepra), y se dijo que podía hacer bajar el precio del café.

«Fuertes contrastes dramáticos de tendencia socialista», fueron la característica del tercer largometraje de SICLA: “El amor, el deber y el crimen”, (1924). Todo estaba en el mejor punto para intensificar el cine nacional, si bien no faltaban los problemas: por ejemplo, el del tradicionalismo familiar que impedía que las jóvenes damas se prestaran a aparecer en la pantalla. De ahí que hubiera que importar divas: la Colombia Film Company de Cali trajo a la italiana Lyda Restivo (alias Mara Meva), para convertirla en su intérprete principal. La Meva fue la protagonista de “El amor, el deber y el crimen”, rodada en veinte días y que al parecer no tuvo mucho éxito.

Rafael Burgos y Mara Meva en “El amor, el deber y el crimen”, 1924.
Rafael Burgos y Mara Meva en “El amor, el deber y el crimen”, 1924, del director Pedro Moreno Garzón. Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano, Bogotá.

Bajo el cielo antioqueño

Si hay una figura pública reconocida, no sólo en el cine, sino en muchas otras actividades de la Colombia de los años veinte, es Gonzalo Mejía, millonario y aventurero antioqueño que había buscado, incluso, ser actor de Hollywood. Construyó para Medellín un gigantesco teatro, el Junín, que durante muchos años fue el polo cultural de la ciudad. Gonzalo Mejía emprendía obra tras obra partiendo de su propia pasión y sin pensar demasiado en la rentabilidad. Una de sus aventuras fue la realización de un largometraje en Medellín, en 1925, año en que el cine mudo había producido ya muchas obras maestras.

“Bajo el cielo antioqueño” una de las poquísimas películas del pasado cinematográfico nacional que sobreviven, no merece la calificación de obra maestra y su nivel narrativo no es ni siquiera comparable con la norma comercial habitual de la época. Sin embargo, la cinta tiene un cierto nivel de profesionalismo, gracias a la experiencia de los bogotanos Acevedo, a quienes Gonzalo les confió la realización de su película. Lo importante es que ella muestra el estilo y la forma de la industria cinematográfica colombiana en sus orígenes y de paso, conserva imágenes históricas y socialmente importantes de la Medellín de los años veinte, cuya alta sociedad participó en la cinta como en una gran fiesta prolongada.

“Bajo el cielo antioqueño” (1925)
“Bajo el cielo antioqueño” (1925), dirigida por Arturo Acevedo y producida por Gonzalo Mejía (atrás con sombrero oscuro). Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano, Bogotá.

El argumento de “Bajo el cielo antioqueño” fue escrito por el pionero del argumental, Arturo Acevedo. Su hijo Gonzalo, quien había sido actor de su padre, asumió la parte fotográfica, en la cual tenía apenas una experiencia de aficionado. Las condiciones del trabajo de fin de semana, obligado por el tipo de participantes, hicieron que el rodaje de la cinta tardara siete meses, como si fuera una compleja superproducción; y de superproducción había algo, porque los lugares de rodaje no se limitaron a Medellín y a sus calles y clubes sociales, sino que incluyeron viajes a Fredonia, Puerto Berrío y otros lugares alejados de la ciudad. Si bien la película fue un simple divertimento sin pretensiones comerciales, el público la acogió con interés y puede decirse que fue un éxito de taquilla. Sin embargo, la Compañía Filmadora de Medellín nunca intentó una segunda película. Gonzalo Mejía pasó pronto a una aventura diferente.

El camarógrafo Gonzalo Acevedo y el equipo de filmación de “Bajo el cielo antioqueño”, 1925.
El camarógrafo Gonzalo Acevedo y el equipo de filmación de “Bajo el cielo antioqueño”, 1925. Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano. Bogotá.

Últimos esfuerzos del cine mudo

Otra de las poquísimas producciones de los años veinte del siglo XX, que sobrevivieron fue “Alma provinciana”, hecha en 1926 por Félix Rodríguez, santandereano con experiencia variada en el mundo del espectáculo y que la realizó casi solo en todas las fases de producción.

En 1928, una película sobre la separación de Panamá llamada “Garras de oro”, se exhibió en dos ciudades del país y fue censurada en otras. Parece que la cinta produjo intervenciones diplomáticas del gobierno norteamericano, para que fuera prohibida en toda Latinoamérica. Informaciones recibidas de diversos canales han permitido recuperar una parte de la cinta y cierta información sobre la misma. Producida por una empresa llamada Cali Films, sigue siendo un enigma en muchos aspectos respecto a sus realizadores y a las condiciones de su creación. Fue, tal vez, la película colombiana con mensaje político más candente, aunque da la impresión de que su difusión fue mínima.

Fotograma de la película de cine mudo Garras de Oro (1928)
Fotograma de la película de cine mudo Garras de Oro (1928). Es la historia del romance entre Berta, la hija del cónsul colombiano en la ciudad de Rascacielos en Yanquilandia, y Paterson, un periodista del diario The World. La historia se desarrolla entre 1903, año de la separación de Panamá de Colombia y 1914, año en el que se inauguró el canal interoceánico.

El tema de Rafael Uribe Uribe fue retomado a finales de los años veinte, cuando un guion del cuentista Efe Gómez (Francisco Gómez Escobar, 1873-1938) fue realizado en Medellín por el actor español Pedro Vásquez. Existe una documentación relativamente rica sobre la producción de esta película y los debates por ella suscitados, así como una descripción más o menos precisa de la cinta, su contenido y su forma. Parece haber sido una reconstrucción histórica muy estática, una apoteosis alegórica al estilo de las que se hacían más de veinte años antes, en Estados Unidos y Francia, en honor de los héroes nacionales.

Fuera de Bogotá, Cali fue la ciudad donde pareció por un momento conformarse en los años veinte un verdadero germen industrial cinematográfico. La Colombia Film Company, una sociedad anónima por acciones, surgió animada por el éxito de “María”. En realidad, sus creadores no fueron artistas o soñadores, sino gente de industria y comercio, que buscaba otras posibilidades de inversión. No les interesaba que la parte artística fomentara talento colombiano, sino que fuera productiva. Para ello, trajeron de Italia a un director, un camarógrafo y dos actrices, una de ellas la Mara Meva que subcontrató la SICLA para su película “El amor, el deber y el crimen”.

Sería de gran importancia descubrir más información sobre el trabajo de esta compañía caleña de cine que, más que ninguna otra, parece haberse organizado de la mejor forma posible. Si se piensa que se tardó dos años en lanzar la empresa, importando equipo y decorados y construyendo estudios, y si se observa el testimonio fotográfico de sus productos, no es de descartar que aquí hubiera estado el momento más importante del cine colombiano de los años veinte. Desgraciadamente, el fracaso económico y la falta de testimonios cinematográficos concretos impiden hacer esta aseveración.

Acción de la sociedad anónima Colombia Film Company, 1925.
Acción de la sociedad anónima Colombia Film Company, suscrita a favor de Alejandro Domínguez, Cali, junio 1 de 1925. Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano, Bogotá.

Pereira y Manizales fueron ciudades donde se intentó también crear un cine. Por infortunio, aquí también existen vagos testimonios y no es posible decir si los esfuerzos fueron importantes y los resultados apreciables. Entre tanto, las compañías bogotanas mantuvieron constante la producción de noticieros, que serían hoy de enorme interés si sobrevivieran en algún lugar. En los periódicos de la época se menciona a veces, la exhibición de este tipo de películas, por ejemplo, una película sobre Marco Fidel Suárez con imágenes del presidente y escritor, tanto cuando estaba vivo como durante su entierro.

Referencia:
Álvarez, L. A.(2007). Arte 2. Gran Enciclopedia de Colombia. Círculo de Lectores.