En 1740 murió sin descendencia masculina Carlos VI, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Previendo la posibilidad de que se llegara a tal situación, en 1713 había aprobado la Pragmática Sanción, un edicto que abría la puerta a las herederas femeninas en caso de ausencia de varones. Gracias al edicto, su hija María Teresa de Habsburgo heredó los títulos de archiduquesa de Austria, duquesa de Parma y reina de Hungría, Croacia y Bohemia y pretendió convertirse en emperatriz consorte del Imperio, cediendo el título de emperador a su esposo Francisco Esteban para sortear la ley sálica.
Pero desde principios de siglo Prusia había ido adquiriendo cada vez más relevancia en el panorama europeo, gracias a Federico I y sobre todo a su hijo Federico II el Grande. Las incertidumbres del proceso de sucesión en el Sacro Imperio ofrecían a este una gran oportunidad para llevar a cabo sus ambiciones: transformar a Prusia en una potencia capaz de unificar todos los estados alemanes. Federico II no reconoció la legitimidad de María Teresa e invadió Silesia, en Austria. Empezaba la Guerra de Sucesión austríaca.
A la pugna entre Prusia y Austria por el control de Centroeuropa se sumaron las tradicionales rivalidades entre las otras potencias europeas, que terminaron entrando en el conflicto en apoyo de uno u otro bando. Se alinearon con Prusia Francia y España, además de Sajonia, Cerdeña y Baviera. Carlos Alberto de Baviera reclamó derechos hereditarios, y en 1741 fue coronado rey de Bohemia y un año más tarde emperador del Sacro Imperio como Carlos VII. María Teresa consiguió para Austria el apoyo de Gran Bretaña, Hungría y las Provincias Unidas. Firmó una paz provisional con Federico II a cambio de ceder Silesia a Prusia, y en 1745 logró que su esposo fuera coronado emperador del Sacro Imperio como Francisco I.
Debido a la participación de casi todas las potencias europeas, el conflicto se extendió más allá del territorio centroeuropeo: hubo enfrentamientos en Italia, donde España intentó recuperar territorios, en el Mediterráneo y el Mar del Norte, en el Pacífico. Francia e Inglaterra se disputaron la supremacía en las colonias (en la India y también en América, donde las hostilidades dieron lugar a la llamada Guerra del rey Jorge).
El enfrentamiento concluyó en 1748 con la Paz de Aquisgrán, por la que se reconoció a María Teresa como soberana de los territorios de los Habsburgo y a Francisco I como emperador. Prusia se quedó con Silesia, Luis XV devolvió sus conquistas obtenidas durante el conflicto (los Países Bajos) y España consiguió algunos territorios italianos. Pero la paz no sería más que una tregua, y las tensiones volverían a aflorar en la Guerra de los Siete Años (1756-1763).