La crisis que vivió el Imperio asirio durante el reinado de Asurbanipal fue aprovechada por Psamético I, un vasallo asirio con el que da comienzo el período histórico conocido como Período Tardío, y que va desde la llegada al trono de Psamético y la fundación de la XXVI Dinastía (663 a.C.), también conocida como dinastía saíta, hasta la invasión persa (525 a.C.). Se trata de una época en la que se produce un marcado redimensionamiento de las ambiciones y del rol de la civilización egipcia, con la renuncia a toda política expansionista y a buena parte de los territorios conquistados en el pasado.
La capital de la nueva dinastía fue Sais, situada al oeste del delta del Nilo. La reunificación de facto del reino se produjo en el año 653 a.C., con el alejamiento de las guarniciones asirias, pero no se sabe si ello fue consecuencia de una confrontación militar o debido a la debilidad de la propia Asiria. Lo que sí está documentado es que, en su lucha contra los asirios, Psamético se alió con Giges, rey de Lidia, quien le proporcionó mercenarios griegos y carios.
En el terreno artístico hubo un retorno a las formas de expresión típicas del Reino Medio y del Reino Nuevo. En la escritura, empezó a utilizarse la forma demótica también en el ámbito literario, una novedad que se consolidó y que se convirtió en la norma en el período de dominación persa. En el terreno religioso se produjo una involución, con la que se fijó la teogonía menfita y las tradiciones sobre la creación del mundo y sus relaciones con los dioses.
Con Psamético, hijo de Necao, príncipe de Sais y vasallo de los asirios, Egipto inició un nuevo período de estabilidad. Consiguió reforzar su política mercantil e intensificó los intercambios comerciales con griegos y fenicios. Con el saqueo de Nínive en el año 612 a.C. y la caída del Imperio asirio, la dinastía saíta intentó recuperar su hegemonía en las regiones de Oriente Próximo, pero las tropas babilonias de Nabucodonosor II los expulsaron de la zona.
A pesar de los esfuerzos de Psamético para ordenar el reino, reestructurar el ejército y proteger las fronteras, la debilidad militar de Egipto y su riqueza comercial lo convertían en un bocado demasiado apetecible para las potencias vecinas.
En el año 525 a.C., el reino fue conquistado por los persas, encabezados por el rey aqueménida Cambises II. El último faraón de la XXVI Dinastía, Psamético III, perdía la vida en combate contra los persas y con él llegaba a su fin la independencia del Antiguo Egipto. De nuevo, el reino pasaba a ser una provincia periférica de un extenso imperio, en este caso el persa, aunque no se conformaron con la situación y vendieron cara su nueva posición de vasallaje a sus nuevos señores.