Cuando el 27 de septiembre de 1822 Jean François Champollion (1790-1832) anunció en París que había conseguido descifrar los textos jeroglíficos egipcios gracias a sus investigaciones sobre la Piedra de Rosetta, se abrió un mundo de posibilidades para la egiptología. Había transcurrido poco más de veinte años desde el retorno a Francia de los científicos y dibujantes franceses que acompañaron a Napoleón en su expedición militar por Egipto, pero los restos arqueológicos que estos trajeron de vuelta y las narraciones de cuánto habían visto, consiguieron desatar en Europa una nueva “fiebre”: nacía el estudio de la egiptología.
El mismo año en que Champollion hizo público su anuncio, se descubría cerca de Luxar el Papiro de Turín, uno de los documentos históricos más significativos que registraron el pasado de la civilización egipcia, escrito en hierático y del que solo se conservan algunos fragmentos.
En dicho papiro, también conocido como Canon de Turín, se presenta a Ra como el primer soberano de Egipto, y se citan los nombres de casi 300 faraones en orden cronológico, con información sobre la duración de su reinado. La importancia de este documento expuesto, en el Museo de El Cairo, radica en que no es un texto conmemorativo, de tal manera que recoge los nombres reales de los faraones del Antiguo Egipto (sin rencillas, ni censuras) así como el de los dioses que les precedieron, diversas sucesiones de semidioses y los seguidores de Horus.
Siete décadas más tarde, en 1895, en el Museo de Palermo fue “hallada” sorprendentemente una losa escrita en jeroglífico por ambas caras que contenía los nombres de los primeros soberanos de Egipto. La conocida como Piedra de Palermo, de 43 centímetros de largo y 30,5 centímetros de ancho, tiene grabada la lista de los reyes egipcios desde la I Dinastía hasta la V, los principales acontecimientos de cada reinado y el nivel anual de las crecidas del Nilo. La mayor parte de la información sobre las dinastías I y II se ha perdido.
La datación más probable de la estela es de mediados de la V Dinastía, entre los años 2500 y 2350 a.C. Se cree que originariamente tuvo una longitud de 2 metros y una anchura de 60 centímetros; de hecho, se conservan algunos fragmentos de menor tamaño en el Museo de El Cairo.
Para acabar de completar la cronología del Antiguo Egipto, los historiadores se basan en los textos de Manetón, un sacerdote egipcio de Sebennitos en tiempos de Ptolomeo II Filadelfo (c. 309-246 a.C.), que escribió en griego una completa Historia de Egipto dividida en tres libros. Se cree que la historia de Manetón era fiel a la realidad en lo fundamental, ya que las cronologías detalladas por este sacerdote coinciden con las del Papiro de Turín y la de la Piedra de Palermo.